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Rubius había pasado por mucho en los últimos 19 años y jamás había sentido miedo o nervios ante nada, por supuesto, a veces se asustaba, pero jamás en ese tiempo había pasado algo como ahora.

Las manos le temblaban, sentía cómo el estómago se revolvía y estaba seguro de que se encontraba sudando.

Todo por algo tan simple como ver a su hijo, o al menos eso pensarían algunos, ya que para Rubius no era poca cosa.

Nunca se había atrevido a acercarse a Spreen en el tiempo que había estado ahí. Cucurucho solía dejarle hacer lo que quisiera la mayor parte del tiempo, a veces lo llamaba para vigilar a algunas personas o averiguar sobre ellas; entonces su tiempo libre se iba y no volvía a pasarse por la isla para no estar con Spreen.

Tenía bastante miedo de lo que podía pasar, pero ahora no podía huir más.

El mismo le había pedido a Cucurucho dejarle ver a Spreen, aunque lo podría haber hecho antes.

"Tu puedes, todo va a salir bien"

Se animaba así mismo y cuando estaba a punto de salir, su "jefe" lo detuvo.

—¿Planeas ir a verlo?—

—Para algo te lo pedí, ¿no?—

—Es curioso, siempre te doy tiempo libre para que tú hagas lo que quieras, sin embargo, ni siquiera te has acercado a él. ¿Te da miedo verlo o le temes a otra cosa?—

—¿Cómo crees que reaccionará?—

—¿Eh?—

—Si yo voy con él, ¿qué debo hacer?—

Cucurucho estaba confundido, se esperaba de todo: que negara tener miedo, que se enojara o incluso que no respondiera, excepto eso. Pero si quería su opinión, se la daría.

—Mientras no pienses ir y decir "¡Ey, soy tu padre muerto y ahora soy un ángel, seamos amigos!" Está todo bien—

Habló haciendo la mejor imitación que pudo de la voz de Rubius, con la mayor intención de burlarse.

Sin embargo, contrario a un reclamo, hubo silencio.

—¿En serio pensabas ir y decir eso?—

—¡Por supuesto que no! Solamente planeaba presentarme.—

—¿Y cómo te presentarás?—

—Yo... no te lo voy a decir.—

—Te recomiendo primero acercarte a él con cuidado y después proceder, o bueno, haz lo que quieras.—

Después de decir eso, se fue del lugar y dejó solo a Rubius, menos asustado pero mucho más confiado.

"No es tan hijo de puta".

Bueno, ahora sí, era momento de ir por su misión y... el miedo regreso.

.

Cuando llegó al lugar donde se suponía estaría su hijo, al fin pudo verlo. Spreen se encontraba recolectando arena para los vidrios de su casa, sin importarle su entorno y sin darse cuenta de que alguien lo observaba.

—¡Hola!—

—¡Ah! —Spreen dio un pequeño brinco al escuchar la repentina voz.

—Eh... mi nombre es Rubius, soy un ángel y estoy aquí para ayudarte y cumplir cualquier deseo que tengas.—

—A menos que me puedas hacer salir de esta isla, no quiero nada.—

—No puedo hacer eso, un oso de mierda no me lo permite.—

—¿Oso de mierda?

"Hablé de más."

—Eso es otro tema del que tú no deberías saber. ¿Estás seguro de que no quieres otra cosa?—

—Nah.—

—...—

Ahora la conversación se había acabado y Rubius no había avanzado en nada en lo que tenía planeado.

"Mierda, debí escribir los pasos a seguir en una hoja. Eres un tonto."

Por supuesto, se podía seguir regañando, pero Spreen se estaba alejando del lugar y no creía que después tendría el valor suficiente para hablarle.

Entonces, siguió

—Tú... ¿de dónde vienes?—

—¿Por qué te importa?—

—Para conversar un poco.—

—Tortillaland.—

—¿Cómo es ahí?—

—Es un lugar dividido en dos pueblos, el verde y el naranja. Yo era del naranja.—

—Qué bien.—

"¿Ahora qué digo?"

Spreen miró un momento a Rubius, esperando a que siguiera hablando, pero al no escuchar más de parte del otro, decidió seguir en lo suyo.

—¿Qué haces ahora?—

—Construyo mi casa.—

—¿Después?—

—Quizá explore.—

—¿Explorar? Tendrás suerte si encuentras algo aquí cerca que no esté vacío.—

—Sí... es una mierda que se terminen todo.—

—¿Verdad? Sería más simple si se agregaran lugares para conseguir cosas más rápido.—

—Tú eres un ángel que cumple deseos, ¿por qué no lo haces?—

—Mi "jefe" no me lo permitirá.—

—¿Hablas del "oso de mierda"?—

Spreen dejó lo que hacía a un lado y decidió que hablar con el ángel sería más entretenido que construir.

—Sí, pero supongo que a veces me ayuda.—

—Eso suena bien.—

—Claro, pero debo decirte que un día...—

Ambos hablaron durante un gran rato, donde Rubius contaba sus aventuras y Spreen oía atentamente, dando comentarios simples de vez en cuando y hablando muchísimo otras veces.

Una tarde agradable para Spreen, en la cual pudo distraerse un poco además de averiguar sobre un oso.

y el mejor día para Rubius después de mucho tiempo, donde pudo tener un lindo momento con su hijo, aunque él no lo supiera.


¿Cómo están? Ando muy metido en un jueguito llamado Tsuki Odyssey, que seguramente al menos uno conocerá, y no puedo escapar del vicio

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¿Cómo están? Ando muy metido en un jueguito llamado Tsuki Odyssey, que seguramente al menos uno conocerá, y no puedo escapar del vicio. ¡Ayuda!

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Amor PaternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora