Capitulo 1: Sombras del pasado

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Cochabamba, con sus verdes valles y montañas imponentes, parecía una ciudad que se resistía al paso del tiempo. La vida se movía con una calma que recordaba a décadas pasadas. En esta tranquilidad aparente, se ocultaban secretos que pocos podían imaginar.

Anya despertó en su casa antigua, una estructura de adobe y tejas que había visto pasar los años sin perder su encanto. Se levantó lentamente, su mente aún atrapada en los recuerdos de los siglos que había vivido. Anya era una bruja inmortal, alguien que había aprendido a manipular el tiempo y la memoria para mantenerse viva. Su vida estaba irrevocablemente ligada a la de Alex, un hombre que, sin saberlo, vivía atrapado en una red de recuerdos falsos creados por Anya.

Aquella mañana, Anya se sintió inquieta. Sus sueños estaban llenos de visiones de Alex, de su rostro confundido y desesperado. Caminó hasta su pequeño laboratorio, donde guardaba los ingredientes y artefactos para sus hechizos. Tomó un frasco de cristal y comenzó a preparar un conjuro, murmurando palabras antiguas que resonaban en las paredes de la habitación.

Mientras trabajaba, sus pensamientos se volvieron hacia los primeros días con Alex. Lo había encontrado herido y solitario, su espíritu destrozado por la desesperanza de una vida sin propósito. Anya lo había cuidado, sanándolo tanto física como emocionalmente, y en el proceso, había comenzado a sentir una profunda conexión con él. Aunque al principio sus acciones fueron impulsadas por la necesidad de protegerse, con el tiempo había desarrollado verdaderos sentimientos por él, aunque estos estaban enredados en una maraña de mentiras y hechizos.

En otro rincón de su hogar, Alex se levantaba de la cama, sintiéndose extrañamente renovado. La brisa matutina entraba por la ventana, llenando la habitación con el aroma fresco de las flores de jacarandá. La casa, con sus paredes decoradas con fotografías y recuerdos que Anya había cuidadosamente colocado para él, le daba una sensación de seguridad, aunque siempre había una inquietud latente en el fondo de su mente.

Anya entró en la habitación, sonriendo. "Buenos días, Alex. ¿Cómo te sientes hoy?"

"Mejor, creo," respondió Alex, tratando de deshacerse de la sensación persistente de que algo no estaba del todo bien. "Tuve sueños raros anoche, pero no puedo recordarlos."

"Probablemente solo estrés," dijo Anya, acercándose a él con un vaso de agua y una mezcla de hierbas que había preparado. "Bebe esto, te ayudará a relajarte."

Alex tomó el vaso y bebió sin dudar, confiando plenamente en Anya. Ella lo observó con una mezcla de cariño y culpa. Cada día, reforzaba los recuerdos falsos en la mente de Alex, asegurándose de que nunca recordara su verdadera naturaleza y los momentos oscuros que habían compartido. Cada día, tejía su magia en su mente, manteniéndolo en una ilusión que lo protegía del dolor de su existencia inmortal.

Después del desayuno, Alex decidió salir a correr. Era parte de su rutina diaria, algo que le ayudaba a mantener la mente despejada. Mientras corría por las calles tranquilas de Cochabamba, se encontró con Fabio, su mejor amigo. Fabio era un médico y un brujo, alguien que siempre había estado a su lado, aunque Alex nunca entendía completamente el alcance de sus habilidades.

"¡Hey, Alex!" saludó Fabio, deteniéndose a su lado. "¿Cómo te va?"

"Bien, como siempre," respondió Alex con una sonrisa. "Solo necesitaba despejarme un poco. Anya me preparó uno de sus remedios de hierbas esta mañana. Siempre funcionan."

Fabio asintió, pero en sus ojos había una sombra de preocupación. Sabía más de lo que dejaba ver, pero respetaba el secreto que Anya había impuesto. "Bueno, me alegra que te sientas bien. ¿Nos vemos más tarde para almorzar?"

"Claro, me encantaría."

Mientras tanto, Anya se encontraba en su jardín, meditando y fortaleciendo sus hechizos. Recordaba los días en que había aprendido su magia, hace siglos, en una época en que las brujas eran cazadas y temidas. Había sobrevivido a través de la astucia y el poder, siempre moviéndose, siempre ocultándose. Había perdido amigos y seres queridos, había visto reinos levantarse y caer, y a lo largo de todo eso, había aprendido que el amor era tanto su fuerza como su debilidad.

La llegada de Alex a su vida había sido un giro inesperado del destino. Al principio, solo lo veía como un medio para protegerse de su propia soledad y vulnerabilidad. Pero a medida que pasaban los años, su afecto por él había crecido genuinamente. Sin embargo, sabía que si él recordaba la verdad, su mundo se desmoronaría. Así que seguía manipulando sus recuerdos, creando una vida para él que era mejor que la que realmente había vivido.

Aquella noche, mientras la luna llena iluminaba el valle, Anya y Alex se sentaron en el porche de su casa. "La luna está hermosa esta noche," comentó Alex, admirando el paisaje.

"Sí, lo está," respondió Anya, aunque sus pensamientos estaban lejos, preocupados por las sombras que se acercaban a su mundo. Sabía que no podría mantener la verdad oculta para siempre, pero por ahora, su única opción era seguir adelante, día a día, protegiendo a Alex de los fantasmas de su pasado y las amenazas del presente.

Anya tomó la mano de Alex, sintiendo el calor de su piel contra la suya. "Siempre estaré aquí para ti, Alex," dijo suavemente, con una mezcla de amor y tristeza.

Alex la miró, confiado y tranquilo. "Lo sé, Anya. Y yo siempre estaré aquí para ti."

A medida que las estrellas comenzaban a brillar en el cielo nocturno, Anya decidió que esa noche sería diferente. "Alex, ¿recuerdas nuestra primera cita?" preguntó, su voz suave y melancólica.

Alex frunció el ceño, tratando de recordar. "Sí, claro. Fuimos a ese pequeño restaurante en el centro. ¿Por qué lo preguntas?"

Anya sonrió, sus ojos llenos de una ternura que solo él podía despertar. "Recuerdo cómo intentaste enseñarme a bailar después de la cena. Tropezamos y reímos tanto que casi nos caemos."

"Sí, eso fue divertido," dijo Alex, sonriendo también. Pero había algo en su expresión que sugería que la imagen no estaba del todo clara en su mente.

Anya se levantó y tomó su mano, guiándolo al centro del porche. "Bailamos bajo la luna esa noche. Vamos, inténtalo de nuevo."

Alex la siguió, sus movimientos torpes al principio, pero luego se soltó, dejando que sus pies siguieran el ritmo que Anya marcaba. Ella murmuró una pequeña melodía, una canción antigua que había aprendido siglos atrás. Mientras bailaban, Anya sintió una chispa de esperanza. Quizás, solo quizás, podrían mantener esta ilusión un poco más.

Anya cerró los ojos, permitiéndose disfrutar del momento, su corazón latiendo al compás de la melodía. En esos instantes, las mentiras y los hechizos parecían desvanecerse, dejando solo la pureza de su amor por Alex.

"Te amo, Alex," susurró, sus labios rozando suavemente su oído.

"Y yo a ti, Anya," respondió Alex, apretándola contra él. "Siempre lo haré."

Pero mientras se aferraban el uno al otro, Anya sabía que las sombras del pasado y los peligros del presente seguirían acechando. Por esta noche, al menos, podían refugiarse en la ilusión de una vida normal, juntos.

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⏰ Última actualización: Jun 17 ⏰

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