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Danielle caminaba a la sala de su novia con el ceño fruncido. Las clases habían terminado hace diez minutos y Haerin aún no hacía acto de presencia. Habitualmente, la castaña no demoraba mucho en alistarse y se encontraban en el pasillo cercano al salón de Danielle, quien iba a un curso más arriba, pero la australiana comenzó a preocuparse lo suficiente como para ir ella misma a buscarla.

Subió unos escalones hasta dar con el cartel que decía ///B que colgaba en la puerta.

Sin miedo se acercó hasta adentrar la mitad de su cuerpo, buscó entre los pocos alumnos que estaban allí, mas Haerin no era una de esas.  Arrugó los labios y se acercó a Hyein, una amiga de su novia.

— Hola, oye, ¿has visto a Hae?

— Oh, sí, ella está en la sala de artes.

Danielle asintió, sonriéndole agradecida y comenzó a bajar las escaleras nuevamente para dirigirse al lugar que le indicaron.

Al estar cerca, pudo oír la risa de su chica junto a su voz llena de carisma. Alzó una ceja inconscientemente y se asomó por la ventanilla.

Ahí estaba Haerin, su sonrisa amplia y brillante, reía tapándose la boca y se veía hermosa. Todo hubiese sido perfecto si a su lado no hubiese estado Minji Kim, la chica más atractiva de la preparatoria según muchos.

— Déjame ayudarte con eso —le dijo Kim, acercándose a Haerin y tomando las tijeras que esta estaba usando para cortar un pedazo de cartulina.

Minji era la capitana del equipo de voleyball, era solicitada en cada partido y tenía todo un ganado de chicas y chicos tras suyo por su bonito rostro y personalidad coqueta. Lo peor, le sacaba como mínimo una cabeza de altura a Haerin y eso le molestaba más que cualquier otra cosa. Ella deseaba en el fondo ser igual de alta que Haerin o superarla, pues sabía que a su novia siempre le habían atraído las chicas altas.

Mordiendo sus labios y sintiendo la rabia recorrerla, abrió la puerta del salón, llamando la atención de ambas jóvenes. Haerin le sonrió y Minji dejó de reír, notablemente incómoda.

— ¿Pensabas dejarme plantada? —soltó, agria.
A Haerin le costaba entender cuando Danielle estaba celosa.

Kang se apresuró a negar, dejando de lado sus materiales de arte. Se acercó a su novia, mirándole con un puchero y le robó un pico en los labios.

— Lo lamento, amor, debía terminar este trabajo y dejé el móvil en la sala —susurró en su oído, Danielle la abrazó por la cintura, como marcando territorio—, no seas refunfuñona~

— Como sea —gruñó, lanzándole una mirada de víbora a Minji aún en el abrazo de su novia—. ¿Estas lista? Me quiero ir a casa.

— Oye, Hae —interrumpió la deportista—, yo puedo terminar con esto, no es mucho y no tengo problema.

— No, Min-

— Sí, que lo termine ella. Debemos irnos.

La menor se disculpó con Minji y siguió a la mayor, que tomó su mano y la arrastró lejos de aquél salón.

— No había necesidad de ser así de grosera, Danielle —murmuró, cabizbaja, ahora se sentía mal por Minji, ella solo estaba ayudándola.

— ¿No ves acaso?

— ¿Qué cosa?

— ¡Ella estaba coqueteándote, esa maldita gigante!

— ¡Danielle, dios mío!

— ¡Es la verdad! ¡Ugh!

Haerin bufó ante la actitud tan infantil de su chica.

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