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— D-Danielle~ —se quejó Haerin, intentando alejarse de su novia.

Hace unas horas la australiana había llegado a su hogar, y luego de retomar la película que dejaron a medias hace un par de días, el ambiente cambió a uno más romántico, donde Danielle de encargaba de devorarle la boquita a su linda chica.

Ahora estaban sentadas en el medio de la cama, Danielle inclinada ante su cuello y succionando su blanca piel, otra vez.

— ¿No te gusta? —se alejó la mayor, frunciendo el ceño. Se sentía hasta ofendida.

Haerin rió, robándole un corto beso en los labios.

— Claro que sí, boba —sus mejillas se calentaron al notar la sonrisa triunfadora de Danielle—, pero ya no me puedes dejar marcas —susurró esto último, avergonzada.

Danielle tenía una personalidad posesiva, le gustaba dejar detalles en el cuerpo de Haerin para que todos supieran que tenía dueña. Le gustaba que la niña usara sus prendas, que se dejara tomar por la cintura, y sobre todo, adoraba dejarle chupones en la piel.

Para Marsh, Haerin se veía muy sexy con marcas hechas por ella.

— ¿Y por qué no? —bufó, tomando la mano de la más alta, como diciendo "pero si eres mía".

— Mamá me retó la última vez.

Danielle abrió los ojos con sorpresa. No tenía ni la menor idea.

— ¿Qué? ¿Cuándo? —cuestionó—. ¿Entonces ya sabe que soy tu novia? —su extensa sonrisa hizo a Haerin reír.

— No exactamente.

— ¿Cómo así? —la miró con los ojos entrecerrados—. Explícate.

— La semana pasada, cuando me dejaste el cuello casi que morado, no sé si lo recuerdas —soltó con ironía y Danielle carcajeó, orgullosa—, no tuve tiempo de repasar el maquillaje y mi mamá los notó.

— ¿Y qué le dijiste?

— Que... que me los hizo un ch-chico —cerró los ojos, sabiendo exactamente como reaccionaría la contraria.

— ¡Kang Haerin! —gritó dramáticamente, y muy furiosa— ¡¿Cómo se te ocurre?! ¡Abre los ojos, mírame, niñita! —Hae le hizo caso—. ¡¿Qué demonios te pasa?! —sus labios fruncidos, sus cejas fruncidas, Dios, solo faltara que le saliera humo por las orejas.

Haerin sonrió incómoda, ladeando la cabeza.

— Lo siento, ¿si? Fue un impulso, no supe que hacer —alzó los labios, que quería que la besara, mas Danielle la corrió.

— No. No te voy a besar hasta que le digas a tu mamá que ningún hombre asqueroso, baboso, feo, ni nadie más aparte de mí, fue quien te hizo los chupones. ¡Tú eres mía! —gritó de repente, estresada de pensar en Haerin con alguien más—. ¡Dios!

Hae hizo un puchero.

— Unnie~ —hundió su cabeza en el cuello de su novia—. Mi mamá odia los chupones, es mejor que no sepa que eres tú quien me los deja, porque o sino te odiará —se excusó.

— Uuuuuuuuuuuuuugh, ¡Haerin! —Danielle se rindió, tenía razón—. De todas formas, no te besaré —masajeó sus sienes, dispuesta a ignorarla.

La coreana pestañeó lento, pensando. Ella no era atrevida, pero sentía que la situación lo ameritaba, así que con descaro se subió a las piernas de su novia, dejando a esta con la boca abierta.

— Por favor, Dan~ —murmuró melosa, sabiendo que no podría resistirse—, perdóname.

Comenzó a casi ronronearle en el oído mientras movía sus caderas frotándose contra un muslo de la mayor. Agradecía que ambas llevaran puesto pequeños shorts de pijama que facilitaba el roce y el contacto. Sin poder evitarlo, un suspiro escapó de sus labios.

Danielle mordió su lengua antes de tomar entre sus manos la cabeza de su novia y lanzarse a sus rojizos belfos.

Maldecía internamente por el gran efecto que tenía Haerin en ella y que ni pudiera negarle absolutamente nada.

Sus manos fueron a caer al trasero de la castaña, apretándolo a gusto.

Haerin gimió sobre su boca y ese fue el límite para Danielle, que rápidamente las cambió de posición y dejó a la otra abajo suyo, desabrochando los botones de su blusa.

— Maldita gatita, ahora si que no tienes escapatoria —dijo, antes de hundir su cabeza en los pechos de Haerin para perderse con totalidad en sus rosados pezones.

chupones } daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora