Mis mejores pesadillas (supercorp)

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No podía negar que todo habia cambiado desde que me vi atrapada nuevamente en la zona fantasma, una prisión de recuerdos tortuosos que Lex, con su egoísmo desmedido, me obligó a enfrentar una vez más.

El aire espeso y cargado de desesperación parecía envolverme con cada paso que daba en este lugar maldito. Mis manos temblaban ligeramente mientras recorría con la mirada los oscuros rincones, sintiendo cómo los recuerdos dolorosos se agolpan en mi mente, como sombras acechantes listas para devorarme.

Reviví mi mayor trauma con una nitidez cruel, como si el tiempo se hubiera detenido y me hubiera arrastrado de vuelta al momento exacto en que todo se desmoronó. Cerré los ojos un instante, tratando de alejar las imágenes, pero era inútil. Estaban grabadas en lo más profundo de mi ser.

Sin embargo, no son solo los recuerdos eran los que me atormentaban. También descubría sentimientos y pensamientos que yacían latentes, escondidos en las sombras de mi subconsciente. Una mezcla de miedo, ira y un extraño anhelo de redención se agitaba dentro de mí, como olas furiosas golpeando contra un acantilado erosionado.

¿Acaso estas emociones eran nuevas o simplemente habia sido demasiado hábil para ignorarlas hasta ahora? La incertidumbre me consumía mientras luchaba por mantener la compostura en aquel lugar donde el sufrimiento parecía impregnar cada rincón.

Recordaba también vívidamente el momento en que mi familia me rescató y me llevaron de vuelta a casa. Una oleada de alivio y gratitud me inundó al ver sus rostros familiares, pero fue al encontrar una mirada en particular cuando la emoción alcanzó su punto álgido.

Entre todas las miradas cálidas y llenas de amor, mis ojos se encontraron con los suyos, unos ojos verdes que brillaban con una intensidad cautivadora. En su mirada, detecté una mezcla única de alegría por mi regreso y una sutil sombra de culpa por no haber podido evitar mi sufrimiento.

El simple acto de encontrarme con esos ojos verdes desató una tormenta de emociones en mi interior. Mi corazón latía con fuerza, como si estuviera ansioso por expresar la gratitud y el amor que sentía. Mi cuerpo entero parecía vibrar con una energía renovada, alimentada por el reencuentro con aquella persona tan especial.

A lo largo de mi tortuoso tiempo en aquel lugar infernal, no pude apartar de mi mente la imagen de esos ojos verdes. Su recuerdo se convirtió en mi ancla, en mi fuente de fuerza y esperanza para resistir cada día de oscuridad y desesperación.

Mientras avanzaba entre mis amigos, abrazando a algunos de ellos en un gesto de alegría por estar de nuevo entre ellos. Sin embargo, mi verdadero destino era la pelinegra que se encontraba más adelante. Sus brazos me rodearon con fuerza en un abrazo reconfortante, y en ese momento, una sensación de paz y seguridad me invadió por completo.

—Solo por qué tú estás en el equipo, estoy aquí —le susurré mientras me aferraba a ella con ternura, permitiéndome disfrutar del aroma embriagador de su perfume que siempre me había fascinado.

Cuando el abrazo llegó a su fin, la observé en silencio durante unos instantes, sin poder apartar la mirada de sus ojos profundos y llenos de complicidad. En un fugaz instante de confusión, me di cuenta de que me estaba inclinando hacia ella, sintiendo una urgencia inexplicable por sentir sus labios contra los míos. Pero ¿qué significaba eso? Lena era mi mejor amiga, ¿cómo podía siquiera pensar en besarla?

El desconcierto se apoderó de mí mientras Alex llegaba para interrumpir el momento, mirándome con una expresión de confusión.

Me enderecé y carraspeé ligeramente, tratando de disipar la tensión y la incomodidad que me inundaba. Sentía los ojos de todos sobre mí, y solo esperaba que ninguno se hubiera dado cuenta de lo que casi había sucedido, especialmente Lena. No quería que se sintiera incómoda por mi culpa, sobre todo cuando mi cabeza aún parecía estar lidiando con la confusión causada por la zona fantasma.

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