Últimamente hacia sol y muy buen tiempo en Corea, sin embargo, el número de clientes que visitaba mi clínica no disminuía. Como siempre mi secretaria se quejaba de la importancia de su trabajo y de lo poco que la valoraba en el minino tiempo que le sobraba entre llamada y llamada; los pacientes de la sala de espera permanecían en completo silencio, tomando sorbitos de agua nerviosamente, mientras las plantas demasiado crecidas, se enredaban en sus estrechos alrededores.
Soy psicóloga, me llamo Sandra, Corea nunca ha sido un sitio tranquilo; por supuesto, ésta no fue la razón de que escogiera psicología como carrera. Lo admito, siempre siento más entusiasmo hacia casos de crimen psicológico que a los problemas psicológicos que hay entre marido y mujer. No es por desmerecer el trabajo de mis colegas, más bien es que reconozco cual es mi destino, porque entiendo que es un trabajo sucio.
Hace 4 años un hombre de 40 años con problemas mentales y era sospechoso de haber envuelto en plástico el cuerpo de su hijo, de sólo tres meses y de haberlo tirado en un contenedor a 200 metros de su casa, su esposa una mujer tailandesa que no entendía el inglés también se volvió loca tras el incidente, lo recuerdo como una navidad no muy agradable en la sala interrogatorios del Departamento Federal, el hombre que había estado sentado frente a mí durante 2 horas dejó caer al fin los lágrimas que acabaron en su taza de café ya que se había enfriado.
Desde entonces me familiaricé cada vez con el camino hacia el Departamento, pero sólo uno de los lados de las calles ya que siempre iba de día y salía cuando era ya de noche, soy una ayudante muy valiosa para ellos, utilizó mis habilidades profesionales para comprar el alma de un pobre diablo y después venderla a un precio aún más alto a Satan, por supuesto, esto no incluye, mi propia alma.
El año pasado me propuse trabajar con ellos, con la cantidad de trabajo que tenía con mis pacientes privados apenas podía sobrellevarlo y no quería presionarme hasta el punto de tener que ir yo misma a un psicólogo, pero la semana pasada un caso de gran importancia ocurrió en Corea, creo que está involucrado un grupo de chicas y chicos que habían venido de viaje a esta ciudad. Tal vez fue por la particular naturaleza del caso que mi propia relación psicológica con los extranjeros, que cuando el inspector de policía Lezama, la persona a cargo del caso me llamo para invitarme a colaborar, acepté.
En pocas palabras el grupo de jovenes extranjeros, increíblemente bonitas y apuestos por las fotos que habían tomado, habían decidido hacer un viaje hacia Corea para tomar algunas fotos y asistir a un concierto de sus cantantes favoritos, desde el momento en el que el avión aterrizó y desembarcaron, el grupo entero desapareció sin dejar rastro.
Fue apenas ayer, martes por la mañana que la policía encontró a este grupo en un chalet de una parcela de las afueras de la ciudad, por desgracia para cuando las encontraron sólo una de las chicas seguía con vida y estaba sentada dentro de la bañera intentando tragar una gran dosis de pastillas para el corazón.
-Esta chica es Mexicana, como tú - Dijo Sammy, el chico que estaba haciendo prácticas en el departamento.
A causa del obvio trauma psicológico que había sufrido, incluso después de que la policía la encontrará la chicas se había negado hablar, lo más frustante era que ella era la única persona que podía saber la verdad sobre el caso; pero a la vez qué víctima, también era la principal sospechosa, aparte del mutismo temporal tampoco era capaz de controlar sus emociones y había desarrollado tendencias violentas, ayer cuando le dieron un bolígrafo para firmar unos documentos de verificación de identidad intentó atacar a uno de los oficiales de policía, debido a que esté en un caso muy delicado la pusieron en una habitación monitorizada durante todo el día.
Aunque la chica estaba despeinada y hacía dos días que no se bañaba, había que admitir que Dios la había dotado con unos rasgos fáciles y un cuerpo extraordinario. Era obvio que Dios debía tener alguna preferencia por ella, ya que no sólo le había dado un gran aspecto, si no también le había permitido conservar la vida.