; 07

93 9 13
                                    

Claudio se lo pasó de lo mejor con Claudia; tal vez la cocina no era tan de mujeres como siempre le habían dicho.

Pero la hora de irse ya llegó. Agarró sus cosas y se dirigió a la puerta junto a Claudia.

- Te amo, quiero que siempre lo recuerdes -dijo mientras abrazaba a su novia, pues ya se iba a su casa.

- Lo que digas, señor romántico. -respondía Claudia entre risas. - Yo también te amo, cuídate. - Se dieron un beso esquimal y se despidieron.

Claudio comenzó a caminar hasta que la puerta de la familia Carvajal se volvió a abrir.

- ¡Espera! -dijo Claudia saliendo de nuevo de su casa con una bolsita pequeña.

- ¿Qué pasa? -preguntó Claudio, girándose sin entender nada.

- Toma. -le entregó la bolsita que contenía unos dulces que su madre había horneado en la mañana. - Para que los compartas con Miguel y Jorge. - Claudio se quedó en silencio, pues ¿cómo le decía?

- Gracias, les van a encantar. -respondió sonriéndole un poco incómodo, pero al final, Claudia no tenía la culpa de nada.

- Y ya entra, que es tarde para que tú estés por acá. - Claudia no entendió esa repentina orden que Claudio le decía, estaba a unas tres casas de la suya.

- Sí, sí, te quería dar eso nomás. -respondió un poco confusa, pero lo dejó pasar.

Se despidió con su mano y volvió a entrar en su casa.

Claudio miró la bolsita y soltó un suspiro. - No es su culpa, es algo tierna de todas formas. -dijo soltando una risita mientras miraba la bolsita.

Claudio caminaba para su casa, no fue un día tan malo después de todo; mañana le contaría a Miguel sobre este día, tanto como lo ocurrido con Jorge y cómo lo pasó con Claudia.

Como la situación ahora con Jorge es algo cuestionable, solo le quedaba decirle a Miguel.

Pero ¿qué iba a salir mal? Era amigo de ambos.

El camino hacia su casa se acortaba, no vivía lejos de Claudia por eso la dejaban quedarse en su casa algunas veces.

- Bah... pienso puras estupideces, yo quería esto y es lo mejor. -se decía lo mismo una y otra vez.

Llegó a su casa, estaban todos dormidos por suerte, así que solo tuvo que ir a su pieza a cambiarse y ya.

Hizo su rutina normal, preparando sus cosas para mañana, lavándose antes de dormir y aprovechó para ordenar un poco su pieza para finalmente caer rendido en su cama.

Mientras se tiraba encima de esta, quedando su cara mirando hacia la pared, su mente entraba en juego.

La vida es realmente extraña, un día puede estar bien y al otro mal, todo es extraño. Ya no somos amigos; ahora solo míseros conocidos.

¿Somos extraños? Sí, pero supongo que de esos que aún tienen cura para seguir en sociedad y no entre cuatro paredes blancas o bajo tierra.

Y acordarme de las mismas cosas de esa noche me hace más raro. ¿Está bien si no lo olvido? ¿Está bien acordarme de esa sensación cada vez que te veo?

¿Será que tú tienes algo? ¿Será que tú estás igual que yo?

Jamás antes había sobrepensado tanto sobre un tema, tema cual no tenía respuesta alguna.

Pues para encontrar una solución o final, tenía que adentrarse más y olvidarse de toda advertencia religiosa que alguna vez le inculcaron.

Su cabeza ya estaba frustrada, soltó un suspiro cansado. Tal vez Jorge estaba igual o peor que él, después de todo; ambos son hombres, deberían actuar como uno.

⌗𝐏𝐫𝐞𝐣𝐮𝐢𝐜𝐢𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora