Regalo de bodas

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Después de la boda Valyria, el banquete, las felicitaciones y el baile. Rhaenyra toma la mano de Alicent y la besa suavemente murmirandole qué tienen algo más que hacer.

—¿debemos saludar a más personas?

Pregunta Alicent con voz cansada, Rhaenyra suelta una suave risa.

—Solo a una más, ven.

Le dice Daemon quien toma las cinturas de ambas damas para sacarlas del salón principal, para después de varios minutos, entrar al septo real donde Alicent los mira sin comprender, sabe que ambos profesan la fe de los 7 pero por tradiciones.

—¿Qué hacemos aquí?

—Una vez me dijiste que aquí era donde más cercana te sentías a tu madre... creo que es momento de que nosotros también hablemos con ella.

—Y sobre todo, le pidamos que se lleve a Otto lo más rápido posible.

Alicent ya tenía los ojos llenos de lágrimas ante las palabras de Rhaenyra pero ahora gracias a Daemon suelta una pequeña risa, Nyra le da un pequeño codazo al caballero quien ríe antes de ofrecerles sus manos para que se arrodillen con mayor facilidad y después, él también lo hace. Alicent toma uno de los palillos para encender una de las velas, le pasa el mismo trozo fino de madera de Daemon quién la imita y después Rhaenyra también lo hace.

—Creo que los tres deberíamos hablar con nuestras nuevas madres.

Susurra Alicent, estaba de acuerdo en que era un gesto muy lindo de parte de sus esposos pero también sabe que Rhaenyra y Daemon extrañan a sus respectivas madres, la reina Aemma y la princesa Alyssa. Ambos sonríen y asienten suavemente, los tres cierran los ojos y sus pensamientos se vuelven un secreto para los demás, el septon Eustace asegura que pasaron una hora con los ojos cerrados orando a las almas de sus madres y en el caso del príncipe Daemon, también de su padre. Para cuando se ponen de pie, los tres tienen los ojos cristalinos pero ninguno derrama ninguna lágrima.

—Gracias por hacer esto.

Les dice Alicent antes de abrazarlos. Después de que el nuevo matrimonio se retirara a sus aposentos para la consumación del matrimonio, a nadie en la fortaleza roja le quedó alguna duda de que el matrimonio había sido un éxito, pues los gritos de placer fue todo lo que se escuchó hasta el amanecer, y a las doncellas no se les permitió entrar hasta pasada la hora de comida, solo para prepararles el baño y dejarles comida, en la noche los tres salieron para cenar con 3 príncipes Velaryon.

—Mamis, papá Daemon

Exclama el príncipe Jacaerys al ver al reciente matrimonio, los tres niños se levantaron para abrazarlos con cariño y Alicent besa las frentes de los tres con cariño. Los 6 cenan juntos, mientras los niños relatan emocionados sobre la idea de su abuelo Corlys de que vayan a Driftmark durante la luna de miel de sus nuevos padres.

—El abuelo quiere enseñarme Driftmark porque dice que seré señor de las mareas pero yo no quiero.

Exclama Lucerys un poco triste y Alicent acaricia su cabello.

—¿por qué no quieres, Luke?

Pregunta la de cabello castaño rojizo y Lucerys suelta un pequeño suspiro.

—Porqué si me convierto en señor de Driftmark, eso significará mi abuelo murió.

Confiesa apenado y Alicent lo abraza, Rhaenyra toma la mano de su hijo en consuelo pero Daemon es quién habla.

—Las personas que son llamadas por el desconocido, no nos abandonan Lucerys. Tal vez no podamos verlas ni pasar tiempo con ellos pero, siempre estarán con nosotros, todos los bellos recuerdos seguirán con nosotros también pero lo más importante, el amor que sentimos por esas personas, siempre estará en nuestro corazón.

Le explica Daemon a los niños y los tres lo miran con atención, aunque Joffrey no comprende muy bien las palabras del príncipe canalla por su corta edad, el trío de príncipes asienten.

—Entonces... ¿si algo le pasa a uno de ustedes como a...?

Comienza a preguntar Jacaerys y Daemon lo interrumpe para que no haga la pregunta dolorosa.

—Nuestro amor siempre estará contigo, con ustedes. En su corazón y los vamos a proteger desde el otro lado, así que si alguien quiere ganarte en una justa, te prometo que haré que se caiga mágicamente.

Exclama con una sonrisa Daemon, logrando que los niños suelten risas mientras olvidan aquellas ideas. Rhaenyra le sonríe a Daemon en agradecimiento y él asiente.

Dos días después, los niños se retiraron a Driftmark con sus abuelos paternos, Rhaenyra, Alicent y Daemon se despiden de la familia real, o al menos del rey y las dos princesas, ya que la consorte Laena estaba indispuesta, los tres volaron a Dragonstone en Syrax (quién lleva a Rhaenyra y Alicent) y Caraxes, ahí todos los recibieron con un pequeño banquete de bienvenida, incluso había un banquete para los dragones, Alicent se acerca a uno de los balcones para mirar la playa, no presta mucha atención al tiempo que pasa ahí, hasta que siente las manos de Rhaenyra en su cintura.

—Es hora de ir a descansar.

Le susurra Rhaenyra y Alicent asiente para volver a la realidad. Cuando amanece, Alicent se acuesta boca abajo abrazando la almohada y suspira, está cansada y eso ella es la menor del matrimonio, pero entre Daemon y Rhaenyra la dejan más que agotada. La princesa sonríe al ver el cabello castaño y ligeramente rizado de su esposa, Daemon ríe suavemente antes de beber de su vino, los tres están desnudos en sus aposentos pues era la etapa de luna de miel, nadie los molestaba y las doncellas solo iban a llevarles comida y prepararles el baño. Alicent comienza a quedarse dormida pero siente unos suaves besos en su espalda baja y poco a poco, llegan a su trasero para seguir bajando cada vez más, puede reconocer los besos de Rhaenyra donde sea, las manos de la heredera abren un poco más sus piernas para lamer los muslos internos de la menor y Daemon suelta una risa mientras Alicent gime

—Nyra, deja que nuestra esposa descanse.

—Es más mi esposa que tuya, y si la probaras sabrías porqué es tan adictiva.

—Lo harías si compartieras.

Le dice Daemon con el mismo tono que Rhaenyra usa, ese tono de capricho que Alicent le causa tanta gracia y no puede evitar reír.

—¿así serán nuestras vidas de ahora en adelante?

Les pregunta mientras se incorpora, aún con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Es que nuestra esposa no quiere compartir.

—No me haz pedido que lo haga.

Se vuelven a quejar y Alicent le da un beso a cada uno.

—Ya dejen de pelear que no me quiero imaginar como van a ser nuestros futuros hijos si heredan su carácter.

Les dice Alicent antes de volver a recostarse.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora