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Habían pasado 2 semanas desde aquel encuentro tan tenso en la casa de Zoe, Enzo no volvió a llamar.
Y no era por enojo, sino porque con su novia estaban más que bien y no le hacía falta la compañía de la morocha por más cruel que suene, era la realidad.

- hoy no me voy de kapi sin una tuuurra - canturreaba la pelinegra mientras su cuerpo se movía de un lado a otro al ritmo de la música.

Eran las 3 de la mañana y con su grupo de amigos habían salido a bailar a Kapital, se suponía que iba a ser una noche tranqui pero las ganas de mandarse una cagada se apoderaban de su cuerpo luego de un par de tragos.

A lo lejos en la oscuridad pudo divisar una figura masculina que le aflojaba bastante la bombacha para ser sincera. Siempre que se veían había tensión pero nunca pasaba nada porque tenía novia y él si era fiel, no como otros. Aunque al parecer estaba separado como para encontrárselo ahí, mirándola fijamente entre medio de las luces que parpadeaban por todo el antro.
Nada más y nada menos que Lisandro Martinez. Como le aflojaba la tanga este tipo.

No sabía si era el alcohol o si estaba ovulando pero su cuerpo comenzó a moverse por sí solo al ritmo de la música de forma sensual, sabiendo perfectamente que la mirada del contrario se encontraba sobre ella y eso la incitaba a continuar danzando mientras que sus manos recorrían su propio cuerpo.

No paso mucho tiempo en sentir un cuerpo mucho más grande que el suyo pegarse detrás de ella, mientras que sus grandes manos reemplazaban las suyas. No pudo evitar suspirar, su olor lo delataba, ese olor tan varonil que se impregnaba en su nariz.

- ¿te parece andar provocándome así corte bien trolita? - susurró sobre su oído erizándole la piel.

Sabía como ponerla al cien con tan solo una palabra. - ¿perdón?

Zoe se dio vuelta encontrándose con la lujuriosa mirada del casi rubio, intentó hacerse la difícil pero que complicado era con esa carita de atorrante.

- no, no te perdono - sonrió arrogante, bajando las manos hacia su cintura para apegarla a su pecho - si seguís haciéndote la trolita te voy a tener que coger toda.

Lo dijo sin quitar esa sonrisa de su rostro y con tanta naturalidad que sus piernas temblaron por sí solas y aunque intentó con todas sus fuerzas no mostrarse rendida ante él, un suspiro que salió de sus labios la delató, provocando que el más alto suelte una carcajada comenzando a acercarse a sus labios dispuesto a besarla.
Pero ni siquiera llegaron a rozar sus labios porque un fuerte choque de hombros los hizo tambalearse.

La persona ni siquiera se dio vuelta a disculparse, solo continuó con su camino lo que molestó a Lisandro - flaco, permiso se dice.

El chico no tardo en darse vuelta quedando cara a cara con Lisandro.
Zoe sintió que su rostro comenzaba a ponerse pálido, quería morir ahí mismo.

- estás en el medio del camino, salame

- ¿y por eso vas a empujar? pedazo de quebrado, pedí permiso - la distancia entre ellos cada vez era más corta por lo que empezaron a llamar la atención.

- Enzo... - la morocha intentó calmar las aguas pero este ni siquiera la miró, su mirada estaba en Lisandro y parecía que se lo iba a tragar en cualquier momento.

- que me decís quebrado la concha de tu madre - el primer empujón se hizo presente por parte del morocho, obviamente Lisandro no tardó mucho tiempo más en devolvérselo. Que caos.

Que vergüenza, todas las personas a su alrededor los estaban mirando con atención y en cualquier momento vendrían los patovas a pegarles un voleo en el orto a los dos, mejor dicho, a los tres.

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⏰ Última actualización: Jun 22 ⏰

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los infieles | enzo fernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora