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Nos dirigíamos rumbo a casa de la familia Harper. No podía expresar cuán emocionada estaba en este momento.

En cuanto salimos del Orfanato el señor Harper me guió hasta su auto, deje mis cosas en el asiento trasero y me indicó que me sentara adelante como copiloto. Era un auto muy lindo y espacioso, sin duda uno muy costoso.

Llevábamos aproximadamente un hora y media de viaje. El señor Bill ha permanecido en silencio durante todo este trayecto, lo notaba un poco pensativo y... serio. Una parte de mi se preocupó, ¿Se habrá arrepentido de haberme adoptado? ¿Se habrá arrepentido de querer una hija? No lo sé, pero no quise preguntar, aunque su silencio me incomodaba. Desconozco que es lo que puedo preguntar. Si pregunto como es la casa puedo sonar interesada o mal educada. Le preguntaría como es mi futura madre pero no quiero irme tan rápido. Solo se me ocurre quedarme en silencio y esperar, esperar a llegar a mi nuevo hogar y responder todas mis dudas allá.

Notaba como nos íbamos acercando a un pueblo. El camino hasta aquí era bastante lindo, en su mayoría era campo y plantaciones, era acogedor a la vista, me agradaba.

A lo lejos se asomaban unas casas bastante grandes y con bastante espacio a su alrededor.

Me causaba curiosidad el saber donde estábamos. Era bastante lindo el lugar, sus casas era lo que más me sorprendía. Sin lugar a dudas parecía un pueblo de ricos.

Pasamos junto a un gran cartel que decía: Atherton.

Estábamos en Atherton. Nunca había oído de él antes.

De a poco nos íbamos adentrando más y más a este pueblo que parecía de familias afortunadas. Familias con dinero, mucho dinero.

Una vez que entramos, el señor Bill dio la vuelta lentamente con precaución, adentrándonos a un callejón que era cubierto por árboles, muchos árboles que lucían un verde oscuro distintivo.

El ambiente parecía misterioso pero a la vez atractivo. Parecía ser un lugar libre, un lugar al que podías explorar y a la vez sentirte en otro mundo, como el típico mundo de las películas de fantasía.

La naturaleza que rodeada el callejón me tenía tan desconcentrada que no me percaté a lo que nos estábamos aproximando. Una gran casa nos esperó al final del camino. Era mucho más que una simple casa, era una mansión, una mansión que te gritaba en la cara lo lujosa y adinerada que era. Un color blanco la presentaba, un gran auto le hacía compañía, un auto muchísimo más costoso que en el que estaba ahora.

Mientras la apreciaba a medida que nos acercábamos más, me dejó sorprendida el gran bosque junto a la mansión. El bosque le pertenecía a esta, parecía un parque privado, lleno de grandes arboles y un pasto reluciente. Acerqué mi cabeza hasta la ventana buscando en donde terminaba, pero parecía que no tenía fin.

Nos detuvimos a un lado de la gran casona. El señor Harper apagó el vehículo. Dio un pequeño suspiro antes de bajarse. Rodeó el auto hasta llegar las puertas traseras para tomar mi equipaje. Estaba a punto de abrir la puerta para bajarme en este gran lugar, pero alguien lo hizo primero, sorprendiéndome. Un hombre bien vestido se presentó ante mi, un hombre con unos guantes blancos, camisa del mismo color, un chaqué, unos pantalones negros y zapatos bien lustrados.

—Bienvenida señorita Adrienna —saludó el hombre con un acento francés. Me sorprendió que supiera mi nombre, ¿Ya me estaban esperando?

Le compartí una sonrisa antes de bajarme del vehículo. Sentir la suave brisa del exterior me reconfortó. La brisa cálida que me generó paz. Sentía que estar aquí era algo irreal.

Nunca pensé que la familia Harper tuviera tanto dinero como para vivir en una casa así de lujosa, tampoco me imaginé que yo sería la afortunada que pertenecería a esta familia. Por lo que se ve tienen una excelente remuneración.

Entre lo oscuro  [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora