PROLOGO

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Quince años atrás...

El anuncio del director por medio de los altavoces nos hacía hincapié de que, en pocos minutos, mis compañeros de clase con los que había compartido cinco años de felicidad y a los que consideraba mi familia se irían por caminos diferentes, incluyéndome y junto a ese grupo también se iría la persona de la cual me hacía tener mariposas en el estómago, mi primer amor.

—Vamos leía es tu última oportunidad, no la pierdas— me decían mis amigas entre conversaciones y murmullos, mientras que yo solo le observaba desde el pupitre donde se sentaba el docente.

De repente sentí un leve empujón y volteé a ver quién había sido, cuando me di cuenta vi que mis amigas estaban susurrando— ¡Animo!

—Roy, ¡espera! — hable en voz baja, me trataba de imaginar las miles de respuestas, que sin darme cuenta el sonido de la sirena hacia su aparición quebrantando mis esperanzas. Vi que tomaba sus cosas y se despedía de todos, acercándose lentamente a la puerta y observaba el salón de clases por última vez.

Ya era demasiado tarde, <<él se había ido>>, dije mientras me quedaba contemplando como a lo lejos solo se mostraba su silueta que iba desapareciendo poco a poco. Sentí las lágrimas recorrer mis mejillas, desplomándome al suelo solo podía lamentarme y llorar porque no tuve la valentía de decirle por última vez, <<Te amo>>.

Mis amigas corrieron a abrazarme, preguntándose que había sucedido y porque estaba en esta situación, trataron de calmarme y consolarme, pero no podían dejar que parara de llorar, las lágrimas seguían cayendo, era la reacción de alguien que tenía un corazón roto.

De repente oí algunos pasos que se acercaban hacia el salón de clases, podía reconocer ese perfume era Alex, rápidamente se acercó corriendo hacia mí y sentí su cálido cuerpo contra el mío abrazándome.

— ¡Leia que te pasa! —dijo con mucha preocupación.

—Tranquilo estaré bien— mentí para no preocuparlo más, mientras trataba de secarme las lagrimas

— ¡No te voy a soltar hasta que estés más calmada, yo estoy aquí para ti!— exclamó dejándome sorprendida por su respuesta.

Tenerlo a mi lado y saber que estaba escuchando mis llantos era tan vergonzoso, pero era el único que me brindaba esa calidez en medio de la tempestad que tenía en todo mi ser, escuchaba cada uno de mis reproches y mis tonterías, ninguno de ellos se separó de mi hasta que llego la noche.

Mirar cada una de las estrellas en el firmamento calmo mi corazón alborotado, mientras tenía la taza de café en mi mano, ellos estaban tan preocupados que me llevaron a tomar una malteada, pero opte por un café amargo, no quería endulzar mi vida, solo quería optar por algo que fuera acorde a mis sentimientos.

— ¿Vendrán a despedirnos mañana? —pregunté, dejando la taza de café en su lugar y dirigiendo mi mirada hacia ellas.

— ¿Espera, como que despedirnos? —reaccionaron con una cara dudosa.

—Mañana Alex y yo nos vamos a New York—, respondí mirándolo con una pequeña sonrisa, —¿Acaso no lo sabían?

— ¿Qué? — Margot se levantó de su lugar golpeando la meza del asombro. ¿Por qué juntos?

— Ambos postulamos a la misma universidad y nos aceptaron— contesto Alex, tratando de calmar el ambiente que se había formado, —Por favor, entiendan no abrumen a Leía.

Ante el pedido de Alex, las chicas trataron de sacarme una que otra sonrisa, aunque sabía que mañana sería la última vez que las vería, deje a un lado mi corazón roto y preferí abrir una conversación para cambiar el ambiente disfrutándolo al máximo y fue así hasta la media noche, donde la magia se rompía.

Solo contemple por última vez mi habitación, donde había muchos recuerdos, desde mi niñez hasta mi adolescencia, acaricié mi escritorio donde había trazado miles de letras en papeles guardadas en cartas dirigidas hacia él y había hecho varios detalles sorpresa por sus cumpleaños, olvidando por completo esos recuerdos que me hacían ver toda enamorada, de pronto decidí agarrar papel y un bolígrafo, escribiendo algo por última vez en estas cuatro paredes, de pronto oí a mamá decir que me apresurara o perdería el vuelo.

Llegué al aeropuerto junto con Alex, para mi grata sorpresa me encontré con mis compañeros de clase, aunque mis ojos lo buscaban entre todos los presentes, pero no estaba, mis amigos corrieron a abrazarme y desearme éxitos. Después de un rato de estar hablando, la aerolínea estaba llamando a todos los pasajeros del vuelo que correspondía a New York y entre abrazos y llantos, solo quedaba despedirnos de nuestros amigos y padres. De pronto sentí que alguien entrelazaba mi mano con la suya, era Alex la elevo hasta sus labios para besármela y recitar unas palabras.

—Se que no podre reemplazarlo, pero dame la oportunidad de ser tu nueva felicidad, Leía Mackenzi—exclamo mirándome fijamente a los ojos, a un paso de subir por las escaleras eléctricas.

—¿Pero sabes que amo a otra persona, no podré hacerte feliz? —dije, apartando mi mirada hacia donde estaban mis amigos, pero vinieron a mí pequeños fragmentos de recuerdos, que hicieron que dirigiera mi mirada hacia el otra vez. —Está bien, acepto ser tu novia— fue cuando me di cuenta que de sus ojos desbordaba un brillo de felicidad.

Dimos un paso al frente para subir las escaleras eléctricas tomados de las manos, mirando hacia atrás despidiéndonos por última vez y viendo las caras de nuestros amigos sorprendidos por la escena, abordamos el avión, el sujetaba mi mano mirándome y asegurándome que iniciaríamos una nueva etapa. Solo podía contemplar por la ventana, la ciudad en donde nací y me críe, recordando lo que había ocultado en mi cajón secreto, lo que había escrito por última vez.

Dedicado a mi primer amor, >> Adiós Roy<<.

Dedicado a mi primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora