Conjeturas

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Unas llamas flameantes azotaban mi cabeza, un dolor impresionante se había adueñado de ella en cuestión de segundos, podía sentir como mi tejido nervioso ardía y se estrechaba en pocos pero agobiantes lapsos de tiempo. Percibí como una pequeña nota en papel negro se deslizaba lentamente por el dedo, bañada en sudor y rasgada en la mitad. Una especie de temor me agarró desprevenida, una serie de sucesos o quizá recuerdos me invadieron repentinamente, ¿mi abuela viva? ¿Debía evitar mi viaje? , «¡Vamos tiene que ser mentira!-pensé una y otra vez». Tomé la nota y la abrí apresuradamente, en ella pude leer nítidamente "Suzzane, fue real, no debes hacerlo", de nuevo recuerdos de mi abuela subyacieron en mi cabeza: un velo negro, mi habitación oscura, el sigilo de mi abuela, la mentira, el miedo. Sabía que lo que ocurría no podía ser ignorado de ninguna manera, sin embargo, si alguna palabra salía de mi boca, me tildarían de loca, mi madre cancelaria todo, y se molestaría por hablar de mi abuela, un tema que ella había vetado años atrás. Todo sería una especie de conjetura, y arruinaría todo. Mis valijas yacían vacías junto a las cortinas melocotón de la habitación, recordaba haberlas tomado del ático y haber empacado mi camiseta negra, mis tejanos café y los shorts azules. Había predispuesto la noche anterior para empacar todo lo necesario, sin embargo, al rozar levemente mi cama, las ganas de dormir me embargaron fuertemente y no pude esquivarlas de ninguna manera. Ya no contaba con el tiempo suficiente para empacar todo como correspondía, había dejado todo a medio llenar, desordenado, prácticamente vacío.

La voz de mamá llenó toda la habitación, era grave y estruendosa, el malgenio habitaba en cada una de sus palabras:

— ¡Suzzane Brown! —Gimió estruendosamente.

—Sólo un par de segundos y ya está—respondí sin elevar un poco mi voz, cualquier cambio agresivo en mi voz y mi madre explotaría.

—Se suponía que hoy reclamaríamos todo para dejar listo tu viaje, que irresponsable eres, vamos muévete—gritó y dio por terminada la conversación.

Tome mi blusa de lino azul, mis pantalones color ocre castaño y me vestí rápidamente. Mi madre se encontraba sentada en el comedor, terminando sus panecillos con ajo; en sus ojos podía visualizar el desagrado que ahora la embelesaba. Tomé el cereal del mueble antiguo sobre el lava platos y lo serví con leche tibia. Agarré la silla que se situaba justo el frente de mamá y me senté, mi cuchara golpeaba repentinamente el plato, y mi madre parecía ignorar mi intento por captar su atención. Terminé mi cereal, lavé el plato y me dirigí a la puerta trasera, mi madre me siguió y tomó las llaves del coche.

El camino fue estresantemente largo, mi madre no hacía más que pelear con susurros mientras apretaba fuertemente el acelerador, pasaba calle tras calle a una velocidad mayor a ochenta kilómetros. Su afán por recoger el pasaporte la estaba presionando de una manera preocupante. Habíamos llegado a la avenida principal y el alto en rojo la había detenido por fin. Me había despeinado completamente, las muñecas me temblaban generando chasquidos por todo el auto. Cuando por fin el alto estuvo en verde, mi madre no se lo pensó dos veces y pisó el acelerador inmediatamente. El corazón se me detuvo en un dos por tres, un Mercedes negro había girado en sentido contrario hacia nosotras, y había rozado levemente la parte trasera del carro, mi madre se detuvo instantáneamente, y me observó en busca de algún signo de alarma, mi brazo se había pegado al sujetador de la ventana, y mis piernas se habían asegurado en el tapete del asiento. Mi madre bajó del auto, en busca del Mercedes que por poco nos había chocado; el auto ajeno se detuvo, y justo cuando mi madre estaba a unos metros de él, arrancó en mi dirección, y pasó justo a mi lado, y a la distancia perfecta para poder visualizar el rostro de mi abuela en el asiento del copiloto; llevaba por segunda vez un velo negro que le cubría ahora parcialmente el rostro. Su mirada reflejaba una especie de angustia y resentimiento, sus ojos no se despegaron de los míos hasta que hubo desaparecido de mi vista. Mi madre volvió al auto, prendida en furia y rabia. Encendió el auto, y comenzó a criticar el tráfico una y otra vez. Cuando por fin hubo descargado toda su molestia con el manubrio del coche, notó algo en mí.

— ¿Te encuentras bien Suzzane? te noto algo pálida—me interrogó preocupada.

—No es nada mamá—respondí, tratando de ser convincente. Fijé mi mirada en la ventana, con la intención de evitar a mi madre. Sentí su mirada un instante y luego cuando ya no tenía sus ojos en mí. Volví la mirada hacia ella, quien ahora tenía su vista en el volante. Aparcamos cerca del ministerio de relaciones exteriores.

Una vez frente al edificio, y con el pasaporte en mano mi madre, comenzó a llorar frágilmente, me agarró fuertemente en una especie de abrazo y susurró en mi oído: "tengo que decirte algo Suzzane".

VUELO MORTAL [En pausa] / #Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora