Cap.08 Pt.02

1 1 0
                                    

Taru: —Todo era perfecto Ao Koa,  mi hermosa aldea y mi tribu, junto a sus paisajes donde la vida fluía en armonía. Pero entonces, "Calcu" infectó todo a su paso, surgiendo del caos de las bombas y la destrucción.

Los ancianos hablaban de una nueva batalla entre "Cai Cai Vilu y Tren Tren Vilu". Sus choques titánicos provocaban tsunamis y terremotos, sacudiendo los cimientos de nuestra tierra.

Los "piwke" combatían contra el gigantesco "Cherufe" en los volcanes en erupción, tratando de contener su furia. Mi pueblo comenzó a desaparecer lentamente ahogado por el aire contaminado.

Como lonco legendario mi deber era erradicar ese mal, encontrar su origen y purificar nuestro mundo, pero cuando regresé de mi fallida travesía, mi gente ya se había extinguido, deambule durante meses por el yermo radiactivo movido por la furia y la rabia eliminando criaturas mutadas y saqueadores que encontraba en mi camino.

Mi errante andar estaba marcado por la desilusión hacia la humanidad que con su codicia y falta de respeto hacia la tierra, había desencadenado su propia autodestrucción, pero en medio de esa oscuridad encontré al maestro Alexander, y después te conocí a ti Ao Koa. Ahora, tengo una nueva razón para luchar y una esperanza renovada para el futuro.—...





Ao koa:
—...Taru...¿Estás despierto, Taru?—...

En lo alto de un risco escarpado, ambos se encuentran enfrentando una escena infernal. El cielo se tiñe de un rojo intenso, como si estuviera ardiendo en llamas, mientras vientos huracanados y radioactivos azotan la cima del traicionero acantilado. A su alrededor, aves carroñeras mutadas y grotescas revolotean amenazadoramente ansiosas por atacar y emitiendo hambrientos graznidos.

En la mano extendida de Taru se aferra una gran presa agonizante, mientras justo debajo de ellos en el océano radioactivo, las olas golpean violentamente. Entre las aguas turbulentas se vislumbra la figura aterradora de una serpiente gigante, con su grotesca cabeza y colmillos venenosos, aguardando pacientemente a que el humano suelte a su presa para lanzarse sobre ella.

Taru respondió con firmeza, su voz resonando con autoridad varonil y grave. —Siempre estoy despierto Ao Koa—.

Ao koa Matu'a con su voz adulta acompañada de su presencia imponente y atlética, replicó. —Tenías los ojos cerrados Taru. Que querías que pensara. Llevas dos horas con ese mutante colgando ahí. No sé en que tanto piensas hermano.—

Mientras hablaba, sus collares de bambú sonaban contra su fornido pecho descubierto, adornado con tatuajes que celebran su cultura.

Taru Mawk'u observaba al repulsivo infectado que aún intentaba escalar por su brazo extendido. La radiación había mutado por completo a este pobre ser humano. Su piel grotesca y corroida dejaba ver parte de sus huesos carcomidos y su cuerpo deforme, aunque todavía mostraba una figura vagamente humana.

Los ácidos que escupía se desintegraban al contacto con la piel de Taru Mawk'u, quien sostenía al mutante radiactivo de al menos trescientos kilos con una sola mano, mostrando una musculatura impactante junto a una fuerza y resistencia sobrehumanas.

—Un rival excepcional...una penosa abominación... espero encuentres paz y perdón...—. Murmuró Taru antes de soltar al mutante, dejandolo caer al vacío directo al mortal océano radiactivo.

De repente emergiendo bruscamente del océano, la descomunal serpiente se elevó con una majestuosidad aterradora junto a un chillido espeluznante y poderoso, alcanzando la altura de setenta hombres adultos.

En un movimiento voraz la serpiente devoró al fornido mutante radiactivo, ganandole la cacería a las abominables rapaces que caían en picada y a cientos de criaturas marinas grotescas que intentaron emular su imponente salto.

Agente ARGO    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora