Sleepy Hollow tenía tantos misterios y verdades ocultas, que cualquiera que viviera en sus calles dudaría hasta de su propia familia. Ichabod Crane tenía un solo objetivo: detener los asesinatos que aquejaban a ese peculiar pueblo, y volver a New Yo...
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- ¡Lucille, baja un momento! – grito una voz femenina desde el segundo piso.
La muchacha se retorció debajo de su sábana, deseando no abandonar aquel cómodo y calientito lugar de su alcoba.
- ¡No me obligues a ir por ti, niña! - grito la mujer por segunda vez.
Sin mas opción, se calzo los pies y se puso un pequeño abrigo, debido a que ya casi se acercaban épocas de invierno.
Al bajar al segundo piso, observo a su madre hacer el desayuno mientras que su padre afilaba su cuchillo en la mesa.
- ¿Qué sucede? – pregunto Lucille mientras se acomodaba su desordenado cabello.
Su madre dejo de batir el estofado y la miro.
- Necesito que vayas al pueblo – le contesto – ya se me están acabando las telas para los vestidos.
Lucille hace una mueca de cansancio al escuchar la petición de su madre.
- ¿Por qué no se lo pides a Anthony? La ultima vez fui yo – se quejo.
- Porque Anthony salió ayer de viaje para cazar animales, y regreso hasta muy entrada la noche. No a salido de sus aposentos desde eso – excuso su padre.
Lucille miro a su padre
- Seguramente solo fue a cortejar a la joven Van Tassel – susurro mientras se comia una frambuesa.
Su madre volteo a verla con enojo.
- ¿Qué dijiste? – la reprendió.
Lucille se levanto y camino a su habitación.
- ¡Nada! – le grito antes de cerrar la puerta.
Al cerrar la puerta de su alcoba, se sentó frente a su tocador y tomo un cepillo, empezando a pasarlo por su cabello negro desordenado.
Ese día parecía mas rebelde, por lo que se hizo unas pequeñas trenzas y las amarró con unas pequeñas cintas color verde esmeralda. Luego, las colocó juntas formando una coleta, dejando el resto de su cabello libre.
Ajusto a su delgado cuerpo un vestido color azul que dejaba su clavícula y parte de su pecho al descubierto, teniendo unas mangas. Tomo un abrigo, una pequeña cesta y un libro que había tomado prestado de la librería.
El dia era lúgubre y gris, nada fuera de lo normal en el pueblo.
Lucille camino por las calles con dirección a la tienda, mientras de vez en cuando ojeaba las paginas del libro.
Al llegar a la tienda, entro con cuidado y saludo a la anciana que dirigía el lugar. Se sentó en la mesita de la entrada y bebió un poco de té, que la mujer amablemente le había servido.
- Cada vez este lugar es mas frío – comento la anciana, mientras doblaba unas telas y las metía en la canasta de Lucille.
Lucille asintió de acuerdo mientras leía unas cuantas paginas de su libro.