Estaban en clases de matemáticas, Ramón suspiraba de vez en cuando aburrido, esperando volver lo antes posible a su hogar para poder ver a su mascota.
Israel prestaba atención, pero no exactamente al profesor frente suyo; sus ojos estaban pegados al rostro de el chico de cabellos oscuros. Se veía como un adorable gatito mal humorado, frunciendo las cejas y bufando de vez en cuando.
—¡Reyes, mi clase está enfrente! —le gritó el maestro.
Viejo amargo, siempre andaba regañándolo sólo a el. ¡Israel estaba seguro que ese calvo tenía algún problema con su presencia!
El timbre sonó luego de media hora, y con eso, dio fin a la jornada escolar. Ramón salió casi corriendo hasta la salida, ansioso por ver a su pequeña.
Israel le siguió el paso y, una vez a su lado, preguntó:
—¿Quieres ir a mi casa? Mi mamá no estará y podremos hacer karaoke con la música hasta el máximo —invitó, entusiasmado.
Triste quedó cuando el azabache rechazó su oferta, diciendo que ahora era padre y no tenía tiempo para esas cosas.
—Pero tú ven conmigo, Isra—ofreció, con una sonrisa.
Israel aceptó y caminaron hasta la casa de él potosino. Quedaba a unas cuantas cuadras, nada lejos.
Al llegar y adentrarse a la habitación de Ramón, lo primer que éste hizo, fue pasar al menos unos veinte minutos acariciando a su gata regalóna, por lo que no notó esa mirada de celos que le estaba dando Israel.
El también quería atención.
—¡Ramón! —gritó, ya molesto—. Deja esa maldita gata y mírame a mí.
—Maldita será tu madre, desubicado —le lanzó una mirada fría y después le sonrió al animal, volviendo a ignorarlo.
—¡Uhg! Al menos si no me prestarás atención, déjame tener yo a tu gata.
Se acercó a el potosino, quedando a su lado. Acarició a la linda gatita naranja, quien la miraba curioso. Comenzó a pasar su mentón por la mano de Israel, con los ojos cerrados.
—¡Mira! Me ama —casi se pone a llorar cuando el felino empezó a ronronear totalmente a gusto—. Dios... Nunca la había visto tan de cerca, es hermosa.
—Lo es —respondió Ramón, el miraba al animal feliz en los brazos de Israel y sintió algo estallar dentro suyo.
—¡Ya sé! Como no le pondrás Israel, al menos déjame ser yo su padre —habló, feliz—. Tú eres la mamá y yo el papá. ¡¿No es lindo?!
—¡No! Arya no necesita otro padre, yo soy suficiente —reclamó, arrugando la nariz suavemente, luciendo igual a Arya cuando estaba enojada.
Que manía tenía Israel con compararlo con gatitos.
—Seré su otro padre... —dijo—... Eso te convertiría a ti, en mi novio, Ramón—volvió a hablar con una sonrisa, la cual aumentó al ver los cachetitos de su amigo adoptar un lindo rosa otra vez.
—¡Idiota!
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si hay algún error díganme y lo corrijo <3 (Ya pude poner el separador sjjs)
