La guerra había terminado, sin embargo, las noticias recibidas eran desalentadoras. Cuando habían pensado que aquella inusual calma era consecuencia de la batalla final, la familia Drummond recibió la orden del rey, con carácter de irrevocable.
Uno de los hermanos Drummond debía desposarse con la princesa de un país vecino, lo cual no supondría un gran problema, si no se tratara del reino de Umbra, conocido por las dificultades económicas de su gobierno, la rudeza de su gente y el odio que tenían por la gente del reino de Ghrian. Era, en definitiva, una asignación suicida.
Y, más cruel aún, destinada al Drummond que menos podría hacerle frente, por su particular enfermedad. Weston Drummond.
–¡Heath! –la puerta se abrió, interrumpiendo las reflexiones del mayor de los hermanos Drummond y actual regente de Savoir, lord Heath Ravenor Drummond–. ¡Feliz cumpleaños! –exclamó con entusiasmo el recién llegado.
–Dioses, realmente viniste –Heath se incorporó lentamente, para dar la bienvenida al tercero de sus hermanos, Colin–. ¿Cuándo llegaste?
–Hace unos momentos. Tu esposa me recibió, dejé mis pertenencias en mi habitación y vine a verte. Fue un largo viaje –contestó Colin, intentando no revelar el entusiasmo que sentía por lo que estaba por venir ahora que la guerra que se libraba en el reino había culminado.
–¿Tienes novedades? –soltó Heath. Eso lo puso alerta.
–No exactamente... – Colin examinó a su hermano mayor y notó la tensión en su expresión. Dioses, ¿ahora qué?– ¿tú sí? –inquirió, en voz baja.
–Sí, pero no precisamente buenas.
Colin arqueó una ceja. Alargó la mano hasta la misiva que Heath había recibido y notó que contenía el sello real. La observó con recelo, como si entendiera instintivamente que nada bueno podía provenir de aquello.
–Esto es... –Colin la tomó. Cuando la leyó, maldijo por lo bajo– una maldita broma.
–Una muy cruel... y ojalá fuera sólo una broma –el tono de Heath transmitía su desasosiego.
–Dioses... –releyó la sucinta orden real– tenemos que hacer algo.
–Lo sé. Pero todavía estoy pensando qué exactamente...
–No. No lo hagas más –dijo Colin con absoluta seguridad, aunque estaba muy lejos de sentirla–. Yo me encargaré.
–¿Qué? Pero ¿crees acaso que hay algo que hacer todavía?
–Si no lo hay en este momento, lo habrá, créeme.
–Colin, sé que tú... –empezó Heath, pero su hermano alzó la mano, interrumpiéndolo.
–Confía en mí, Heath.
–Te ves muy seguro.
–Heath, no te preocupes más. Disfruta tu celebración de cumpleaños y deja este asunto en mis manos.
–Yo... –Heath pareció reflexionar un poco más. Y, aunque todavía dudoso, añadió–: Está bien.
–Suena más seguro en mis capacidades, por favor, hermano. Soy un guerrero, tus dudas me ofenden –exclamó burlón Colin, para aligerar el momento. Heath soltó una carcajada.
–Como quieras, lord Colin Halwell Drummond, dejo el asunto de la misiva del rey en tus manos –dicho lo cual, hizo un gesto como si se quitara el asunto de las manos, aunque sus ojos se quedaron fijos por un instante en los de su hermano menor.
Colin no tuvo dudas de que Heath sabía, o al menos adivinaba bastante bien, lo que se proponía hacer. Y, se sintió honrado de que, pese a lo que pudiera pensar, no iba a detenerlo. Porque confiaba en lo que haría. Y él... él confiaría también en su resolución y no defraudaría a la familia Drummond.
Sin importar las consecuencias para el futuro que había soñado... él tomaría el lugar de Wes en aquel disparatado arreglo matrimonial. Y no había nada que pudiera detenerlo.
Ni siquiera... ella.
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Solo tres palabras (Drummond #3)
RomanceUna nueva misiva real Colin Halwell Drummond sabe que no tiene alternativa cuando se entera del nuevo plan del monarca de Ghrian. ¿Un matrimonio arreglado, con la princesa de un país enemigo, para Weston Drummond? Dioses, no. Mientras él viva, eso...