Iñigo, es el montero de Fernando de Argensola, tiene más de cuarenta años sirviendo a la familia, y se ha convertido en un viejo sabio.
Desde el día que su joven amo decide salir de caza, algo en su interior le indicaba un peligro que no lograba ver, por lo que estaba en una alerta constante en aquel lugar.
Fernando, con un tiro certero hiere a un ciervo, por lo que este sale corriendo y todos los que estaban ahí salen detrás para atraparlo, pero este ciervo corre en dirección al camino de la fuente del Álamo, y es aquí en donde Iñigo los detiene, diciéndoles que en aquella fuente habita un espíritu maligno, su amo se enfure ya que es su primera presa y no quiere dejarla ir por simples supersticiones y decide seguir. Iñigo no lo espera, sabiendo en su interior lo que está por ocurrir, los días pasan y él lo ve ir a la fuente y cada vez que vuelve lo ve más triste, hasta que Fernando habla con él y le cuenta que está enamorado de los ojos de la fuente, Iñigo, aún sabiendo que sus palabras caerían en un abismo, le insiste en que no debe volver porque terminaría por morir, pero sabía que todo lo que le podría decir sería inútil.
Desde aquella conversación que él estaba atento, ya sabía que ese ser maligno de la fuente lo había atrapado. Lo vio a través de la ventana adentrarse por el camino de la fuente del Álamo, y sabía que sería la última vez que lo vería, era imposible detenerlo y un dolor inmenso lo atrapó al saber el triste destino de aquel joven.
