-Yo estoy agradecido por ti, _______. Creí que siempre me sentiría solo e incomprendido pero eso cambió cuando llegaste a mi vida-
Geto se acercó a mi, sentí como su mano tomaba mi mejilla, su rostro se acercó al mío, su respiración chocaba con la...
-¿Por que no puedes hacer nada bien?- Mi jefe me miraba, mientras señalaba la estantería. Yo baje la cabeza, todos los días era un regaño diferente por la más mínima cosa que hiciera o no.
Pero necesitaba el dinero, así que no podía renunciar.
-Lo siento- Agache levemente la cabeza, recibiendo un golpe en mi cabeza con una carpeta, como casi siempre cuando me regañaba.
Luego de escucharlo hablar un poco más, se fue permitiendo que pudiera seguir organizando las estanterías.
Estaba tan cansada, pero no permitiría que ese idiota bajara más mi autoestima.
Al terminar mi turno, cambié mi uniforme y saqué mi bolso del casillero.
-¿Aún sigues aquí?- Esa voz debía perseguirme hasta cuando mi turno había acabado.
-No vemos mañana, buenas noches- Respondi secamente, colocándome la mochila y cerrado la puerta del locker.
Pase a su lado cuando sentí que tomaba mi brazo con mucha fuerza.
-¿Por que me haces enojar tan seguido?- El hombre, quien era mucho mayor que yo clavaba sus ojos en los míos. Desde que llegue al supermercado me había echo la vida imposible.
Yo me solté bruscamente, ya estaba excediéndose, podía necesitar el trabajo, pero no iba a permitir que se sobrepasara fuera del turno.
-Me retiro- Camine lo más rápido que pude saliendo del lugar.
Suspire al sentir el aire frío, así que escondí mi rostro en la bufanda y comencé a caminar hasta la parada de bus.
Por un momento sentí que alguien caminaba detrás de mi, pero al girar la cabeza no vi a nadie.
Llegue a la parada, tomado asiento en la banca.
Llevaba haciendo esto por cinco meses seguidos así que al ser una actividad rutinaria me tranquilizaba.
Trabajar en el supermercado me había dado un poco de más estabilidad económica, permitiendo vivir en un pequeño apartamento.
Ser huérfana y haber escapado del lugar de acogido no había sido la mejor decisión, pero ya lo había echo, lo que significaba que no había vuelta atrás.
Llegó el autobús al cual abordé, este estaba vacío al ser casi las 11 de la noche. Luego de un trayecto de diez minutos pude llegar a la estación que cada frente a mi edificio.
Me di una ducha rápida, disponiéndome a por fin descansar.
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Había podido ir al centro de la ciudad, ya que el día libre en mi trabajo lo usaba para comprar la comida o cosas que necesitara para el hogar.
Sentía que al tener 16 años podía manejar muy bien los quehaceres diarios.
