PREFACIO

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—¡Tienes que creerme , Christopher! ¡Te juro que no los he traicionado, maldita sea! —grito al borde de las lágrimas.

—¡Silencio! ¡No te quiero escuchar! ¡Estás fuera de mis filas desde este momento! ¡Lárgate! —sus palabras son dagas que se entierran en mi pecho, raíces crecen instalándose en mis venas y finalmente en mi cerebro para no ser olvidadas nunca.

Camino por los pasillos con los ojos rojos y el nudo en mi garganta que amenaza con explotar. Pero a pesar de eso , lo hago con el mentón en alto. No merece ni una sola de mis malditas lágrimas, no lo vale.

—Rachel, por favor no te vayas. —dice Alexandra con manantiales abandonando sus ojos avellana.

—No llores. —la consuelo— No lo merecen.

—Te juro que las haré pagar, Raichil. Se van a arrepentir de haber nacido.

—Shhhh..... —doy palmadas en su espalda tratando de calmar su llanto.

—¿A dónde irás? , ¿Dónde te quedarás?

—Primero me quedaré en el Golden —digo refiriéndome al hotel en el que siempre nos hospedamos cuando íbamos de fiesta— Y mañana desayunaré en el Valen, luego me iré del país.

—Cuídate. Te quiero mucho, Alexa. —salgo de la habitación con la maleta hecha y me dirijo a su oficina.

Entro sin tocar y rápidamente camino hacia su escritorio.

—Placa , identificación , aparatos electrónicos , uniforme y medallas. —digo rápidamente dejando todo en la mesa.

—Supongo que ya te llegó la transferencia de todo lo que has gastado en mi. —digo refiriéndome a los doscientos millones de dólares que le devolví. Cada centavo está contado, desde la comida que me invitó en Cadin, hasta las gafas de sol que me regaló ayer.

—¿Porqué lo hiciste? —inquiere apretando la mandíbula.

—Eso mismo te pregunto a ti. ¿Porqué lo hiciste? —Alzo una ceja en su dirección.

>>Error mío el que cometí pensando que "me amabas". No quieres ni a la mujer que te dió la vida y , ¿Vas a querer a la que da la suya por ti?. Lo admito, fue mi momento más humilde. Hasta nunca, coronel.

Sin más, abro la puerta y la estrello al salir de ahí.

Camino por el pasillo con el mentón en alto y haciendo resonar mis tacones. Los soldados se me quedan viendo y los murmullos se alzan.

—¿Se les perdió algo? —cuestiono con burla y todas las voces cesan.

Avanzo hasta el ascensor y oprimo el botón de planta baja para ir al estacionamiento.

—¡Perra desgraciada! —se me lanzan encima cuando estoy por entrar a mi auto.

Tomo el brazo de Lizbeth cuando trata de pegarme una cachetada y le mando un puñetazo en el mentón que la deja en el suelo.

Saco la navaja que cargo en mi cintura y tomo del cabello a la pandillera.

—¡Suéltame, maldita puta!

—¿No dices que soy de la mafia? Torturemos como lo hace la mafia. —abro su boca y a las malas corto ese pedazo de carne que siempre le sobró.

Lágrimas caen de sus ojos y la sangre no tarda en hacerse presente. Sus piernas pierden fuerza y cae de rodillas al suelo.

—Me la debías, bellaquita. —Subo a mi auto no sin antes darle una falsa sonrisa a la cámara que se encuentra apuntando justo hacia donde estoy.

Enciendo mi vehículo y emprendo camino dejando atrás toda la mierda que no necesito, ni necesité nunca.

Estaciono en el hotel y un botones me recibe.

—Qué gusto volver a verla, señorita Rachel.

—Lo que digas. —le lanzo las llaves del Jeep— Un solo raspón y te quedas sin cabeza.

Río cuando su piel pierde el color y continúo mi camino hasta el ascensor.

Saco las llaves de mi bolso y abro la puerta de la suit presidencial.

Lanzo todas las joyas por el suelo y aterrizo en la cama buscando descansar algo.

Estoy cansada de él.

Cansada de su voz.

Cansada de su cara.

Cansada de su nombre.

Cansada de Christopher Morgan.

Narrador Omnisciente

La hermosa mujer de ojos azules yace en el baño de su habitación secando su cabello color sangre.

Sale de este y, rápidamente se viste con una prenda oscura , botas de tacón fino y un abrigo de piel.

Toma su bolso y con gafas oscuras ya puestas, deja la suit.

—Ya está aquí. Tiene puesto un vestido negro, cabello rojo y abrigo de piel. Está en la mesa seis y está leyendo un libro, no sé lo que dice pero parece la biblia. —dice la mujer que está en la mesa ocho, vigilando a la ex teniente.

Rachel escribe en aquel libro prohibido para toda la humanidad, esas tres palabras que están clavadas en lo más profundo de su ser. Palabras cortas pero significativas que describen su sentir.

Todo pasa tan rápido que nadie sabe como es posible que aquella mujer que estaba sentada frente a la mesa seis, ahora esté muerta en el suelo a causa de los cuatro tiros que un sujeto vestido de negro le ha propinado por la espalda.

Las personas se amontonan alrededor del cuerpo y la policía no tarda en llegar junto a la ambulancia.

La mujer de lentes oscuros sonríe en grande al ver a Rachel en el suelo desangrándose y rápidamente sale de la escena para dirigirse a su próximo destino.

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⏰ Última actualización: Jul 18 ⏰

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𝐃𝐎𝐒 𝐒𝐎𝐋𝐄𝐒 | 𝐅𝐀𝐍𝐅𝐈𝐂 CHRISCHELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora