Capítulo I - Decisiones. 3

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Corrí por todas las calles del distrito 3 y el distrito 4, ignorando por completo los sonidos y vibraciones que mi celular producía con cada notificación que llegaba, no hacía falta revisar para saber de quién se trataba y para qué me mandaba tantos mensajes, pero no me importó mucho lo que tuviera que decir al respecto; iba a ir, estaba decidido a ir con ellos al otro lado, y nadie me iba a detener.

Habré tardado unos 45 minutos en llegar corriendo al puerto de la paz, temiendo que ya se hubieran ido. Me tomó tan solo unos segundos llegar a ubicar a mi amigo, estaba sentado en un pequeño bote de madera junto con unas cuantas personas más, quizás unas 5 o 6, pero seguro tendrían espacio para uno más. Apenas me estaba acercando al bote cuando él volteó a verme, y simplemente por su expresión, pude saber que estaba molesto conmigo por no haber hecho caso a los mensajes que ni me había molestado en abrir.

–Raiden, ¿has perdido la cabeza? ¿Por qué de la nada decides que quieres ir también a la semilla del caos? Dioses, en serio que no te entiendo.– Dijo Vance, mi mejor amigo desde que tenía memoria. Era de esperarse de él, después de todo, había pasado toda su vida cuidando de sus primos y hermanos menores, ya se había acostumbrado a regañar a todos como si fuera su padre, incluso a mi.– ¿Y qué hay de tus padres? ¿Los vas a dejar solos? Sabes perfectamente bien que tu padre no está en condiciones de trabajar y tu madre no podrá con todo, ¿en serio no lo pensaste antes de venir corriendo aquí?

–Ay, Vance, ¡claro que lo pensé antes de venir aquí!– No, no lo había pensado, pero tampoco iba a decirle en la cara que había salido sin haber pensado en mis padres, no quería más regaños de parte de él.– Además, regresaré. Solo voy unas semanas a lo mucho, y luego me regreso a ver que estén bien, no va a pasar nada, te preocupas demasiado.

No esperé a que dijera algo más antes de meterme al bote también, los demás solo se nos quedaron viendo, era más que obvio que nos estaban juzgando por eso. Supongo que a mi me juzgaban por las mismas razones, por haber salido sin pensar en mis padres, por haber tomado una decisión tan impulsiva, pero eso no me iba a obligar a bajarme del bote y regresar sin siquiera hacer el intento—aunque debo admitir que sí lo contemplé—, quería por lo menos ser capaz de ver esa otra mitad del mundo con mis propios ojos, tal vez lograría entender por qué tantas personas del distrito 4 luchaban no por querer una vida mejor en la semilla de la paz, sino que para ir a vivir al otro continente. La curiosidad mató al gato o algo así, no sé, cosas que decía mi mamá.

Vance intentó decirme algo más, tal vez iba a volver a reclamar, decir que no podía irme así como así, pero los demás que estaban en el bote tampoco querían escucharlo. Desataron el bote de la orilla antes de que pudiera decirme algo más y, ni modo, nos tocó empezar a remar. Debo admitir que no esperaba tener que remar hasta el otro lado del mundo, pero no podía esperar mucho más, por algo eran del distrito 4. No sé cuánto tiempo estuvimos remando, no sé cuántas veces vi el Sol esconderse y volver a salir, recuerdo haber tomado siestas cortas de vez en cuando, pero no recuerdo del todo en qué momento nos organizamos y turnamos para tomar siestas o seguir remando.

Llegamos justo cuando me había tocado tomar una pequeña siesta, Vance tuvo que sacudirme varias veces para despertarme. La verdad, no me esperaba lo que vi. El puerto de aquel lugar, la semilla del caos, estaba lleno de todo tipo de gente, y estaba en un estado sorprendentemente agradable. Tomé mi mochila y la sujeté cpn fuerza, no quería arriesgarme a que me llegaran a robar las pocas cosas que sí había traído.

No vi las divisiones por distritos que teníamos en la semilla de la paz, divisiones que se hacían presentes en todos lados, incluso el puerto, algo que se me hizo un poco raro. Aún más raro se me hizo que alguien, un niño—o niña, era algo difícil decir qué era—, de no más de 10 años de edad y con un extraño parecido al líder de la semilla del caos—¿sería parte de su familia? Dudo que alguien como él haya tenido hijos, pero hermanos tal vez sí, o sobrinos.—, llegara a hacer a Vance a un lado y acercarse para inspeccionarme antes de que yo siquiera pudiera levantarme.

–Tú, tú vienes conmigo. Anda, arriba y nos vamos.– Dijo el.. ¿niño? ¿Niña? No me quedaba del todo claro, y mucho menos me quedaba claro por qué se supone que debía ir con... ¿él? ¿Ella? Lo que fuera. De cualquier modo, no tardó en notar que no tenía muchas ganas de seguirlo a donde fuera sin cuestionarlo, pero tampoco quizo molestarse en explicar.– Pero apúrate, ¿no? Te acabo de decir que vas para arriba y nos vamos.

No tuve la oportunidad de protestar antes de que me arrebatara la mochila y se alejara caminando, y yo, todavía medio dormido, me levanté inmediatamente para intentar recuperar mi mochila a pesar de que Vance me estaba gritando que regresara.

–¡Oye! No puedes- ¡regrésame mi mochila!– Debo darle un poco de crédito, era sorprendentemente veloz para una criatura de máximo 10 años de edad.– ¿Podrías por favor por lo menos decirme cómo te llamas, quién eres o a dónde quieres llevarme?– Se detuvo en seco, y casi chocamos por accidente. Se volteó de la nada para mirarme fijamente, podría jurar haber visto que su cuello volteó antes que su cuerpo, contorsionándose de una manera antinatural, o tal vez era el cansancio que me estaba afectando.

–Me llamo Luna. Lo demás no importa mucho, solo necesito que me sigas.– Ah, sí, bueno, gracias por explicar. Ya no sabía si estaba confundido, frustrado o cansado, o los tres al mismo tiempo. Antes de que siquiera pudiera abrir mi boca de nuevo, la tal Luna salió corriendo de nuevo. Intenté seguir a esa criaturita de cerca, pero en cuanto nos adentramos más al lugar, no tardé en perderla de vista entre la multitud.

Intenté buscar por cada calle que veía, pero no lograba ver a nadie siquiera similar a Luna. Pero algo de lo que sí me percaté fue del hecho de que todo parecía... extrañamente pacífico. Claro, tampoco es que me imaginara bombardeos y tiroteos por todos lados, pero no me esperaba ver a tanta gente conviviendo entre ellos como si nada, hablando y riendo, no en un lugar que se llama "la semilla del caos" con un nombre así, obviamente me iba a imaginar un lugar más lleno de caos.

No sé bien en qué momento decidí rendirme intentando encontrar a Luna y recuperar mis cosas. Bueno, mentira, sí sé en qué momento fue, fue cuando llegué a un parque y decidí subirme a los columpios. Iba a seguir buscando, juro que sí, pero ya estaba algo cansado de estar corriendo por el continente en busca de alguien que ni conocía. Solo quería recuperar mi carpeta, pero tenía que ser realista, seguramente no lograría recuperarla, era bien sabido que en la semilla del caos perder alguna pertenencia significaría no volver a verla de nuevo. Ni modo, tendría que hacer la carpeta entera desde cero...

Qué hueva.

Estuve sentado en uno de los columpios por un buen rato, por lo menos, así se sintió. Tenía la mirada fija en el suelo hasta que escuché un ruido proveniente de algún lugar cerca de mí. Bastó con levantar la mirada para ver a Luna ahí parada, con una sonrisa burlona en el rostro y mi mochila en su espalda.

—Si tanto la quieres, ¡ven por ella!— Dijo la muy desgraciada antes de darse media vuelta y salir corriendo de nuevo. Y yo, tan inteligente que soy, me levanté de golpe y salí corriendo detrás de ella de nuevo, completamente convencido de que esta vez, lograría alcanzarla, especialmente cuando la vi entrar en un callejón aparentemente sin salida. Creí que la tenía.

De nuevo, pareció desvanecerse de la nada, aunque esa vez por lo menos fue lo suficientemente amable como para dejar mi mochila tirada en el suelo en lugar de llevársela consigo. Debí haber sabido que era una trampa, pero no se me pasó por la cabeza en ese momento, no se me ocurrió que podría serlo cuando me acerqué a mi mochila para recogerla, me había concentrado únicamente en la idea de que por fin había recuperado la carpeta en la que tanto me había esforzado y la poca comida que había logrado llevarme. Aunque antes de ser capaz de tomar la méndiga mochila, algo (o más bien dicho, alguien) me golpeó con fuerza en la parte posterior de la cabeza y... bueno, nunca he sido de cabeza dura, ¿sí? Quedé inconsciente casi de manera inmediata, pero no sin antes poder tener un último pensamiento fugaz:

Al diablo con este maldito lugar.

Romance du Sang (Romance de Sangre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora