Sentir nuevamente el dulce aroma a té le tranquilizó. Nunca creyó que tal cosa se sintiera tan agradable y familiar. Quizás porque el opio había impregnado cada rincón de la guarida de Lau en los últimos días. Su olor dulzón y denso se aferró a sus ropas y cabellos, hasta el último momento, obligándolos a cambiarse de ropa antes de salir para así deshacerse de él. Su nariz se arrugó al recordar al noble de ascendencia china fumando esa hierba que quemaba su garganta y nublaba su visión con densas nubes de humo. Su semblante se transformó en una mueca de disgusto.
—Oh, joven amo, ¿qué le sucede? —preguntó su mayordomo, inclinando ligeramente la cabeza, con un puño bajo su mentón y el dedo índice flexionado apoyado en él.
Ciel no pudo evitar soltar un suspiro que escondía una pequeña risa. Su mayordomo odiaba a los perros, pero ahora mismo se veía como uno. En ese instante, el nombre que le había sido heredado le quedaba más que apropiado. Apartó la mirada hacia la ventana, observando cómo la gente iba y venía, llevando vidas cotidianas que, en cierta forma, envidiaba. Sabía que eso era algo que jamás tendría. El sonido de las ruedas de los carruajes y el golpeteo de los cascos de los caballos sobre el asfalto se volvían cada vez más escasos mientras se alejaban de la ciudad. No deseaba tener que aguantar el mal genio ni el sarcasmo de Sebastian en un viaje tan largo.
—Nada, solo estoy feliz de haber salido de esa cueva para ratas.
El carruaje se tambaleó un poco al pasar por un desnivel, pero ambos lo ignoraron.
Sebastian volvió a su posición normal y suspiró, visiblemente decepcionado por la actitud de su amo.
—Es bastante raro oírle hablar así, joven amo -comentó Sebastian —. Especialmente de alguien que le ayudó cuando todos los demás le dieron la espalda.
Ciel se quedó en silencio unos segundos, observando cómo, poco a poco, el paisaje que estaba oculto tras los edificios y casas se revelaba frente a él: un hermoso claro que iluminaba todo lo que su luz tocaba. Las nubes filtraban la luz, creando una variedad de siluetas en forma de sombra. Los campos estaban salpicados de gotas de rocío, y el canto lejano de la naturaleza rompía el silencio de la mañana. Los momentos en los que podía apreciar ese tipo de paisajes eran escasos, así que lo disfrutaría. Poco tiempo después, dirigió la mirada a Sebastian, quien esperaba pacientemente su respuesta.
—Sí, lo fue, pero también fue hábil —dijo, tapando su boca debido a un leve bostezo—. Sabe que, cuando ganemos en esta tonta pelea, tendré que deberle un favor, cosa que hasta ahora no había sucedido sin que yo lo supiera de antemano. Además, obtuvo información que nadie, aparte de nosotros, tiene —cruzó los brazos algo frustrado y bajó la mirada al suelo, decepcionado de sí mismo.
—Oh, supongo que tiene razón. Tan hábil como siempre, joven amo —elogió Sebastian con una leve sonrisa.
—Esta vez no.
En el pequeño silencio que siguió, se oyó un rugido proveniente de las entrañas del joven. Este último hizo una mueca y se tapó el estómago con los brazos.
—Bueno, no todo salió como lo planeó, pero desde ahora, así será —Sebastian alzó la mano con gracia y golpeó el techo del carruaje con los nudillos. El vehículo se detuvo bruscamente, y el sonido de los caballos cesó, dejando un silencio momentáneo.
El ojo azul de Ciel se dirigió rápidamente hacia él.
—¿Qué crees que haces? —inquirió su amo.
—Voy a buscar comida. No puede pensar bien con el estómago vacío.
Ciel suspiró, y su ceño se frunció, con obvia molestia.
—¿Crees que es buena idea ir por allí cuando somos fugitivos? ¿Acaso quieres que nos atrapen? —exclamó con enfado —Además, acabamos de salir de la cuidad, ¿dónde crees que podrás conseguir algo decente?
—Pues yo solo soy un mayordomo, como cualquier otro. No creo que sea sospechoso que compre comida para mi amo —cerró los ojos con un semblante de decepción hacía Ciel —No puedo creer que no me crea hábil para conseguir comida en las afuera de la ciudad.
El ojo azul de Ciel se cerró por unos segundos, pensando en si era buena idea arriesgarse por una tontería como esa. Pero, pensándolo bien, Sebastian tenía razón y, teniendo en cuenta que estaban en las afueras de la cuidad sería menos probable que los encontrase. Cuando lo volvió a abrir, hizo una señal con su mano para que fuera. Luego, apoyó su codo en el respaldo del asiento y dejó caer el peso de su cabeza en su puño, volviendo su mirada afuera.
Sebastian se limitó a hacer una leve reverencia y se fue rápidamente de allí.
Estando al fin solo, Ciel se dio el pequeño lujo de repasar su situación, la cual no le era nada favorable. ¿Acaso había alguna persona en la que podía confiar? Los Milford estaban en su contra, y la mayoría de sus conocidos y contactos estaban de parte de la justicia. En estos momentos, tenía a Lau y sus sirvientes de su lado, aunque Diederich también podría ser una persona a tener en cuenta. Pero, en su estado actual, no tendría motivos para solicitar su ayuda, aunque tampoco los medios.
Un rostro amigable pasó por su cabeza, pero fue descartado de inmediato.
—Él tiene sus propios problemas ahora mismo —murmuró desviando la mirada, sintiendo pena por Soma—. Supongo que resolveré todo esto con lo que tengo.
Chasqueó la lengua y resopló con enfado. No podía creer que, de ser el honorable Conde Phantomhive, el fiel sirviente y Perro Guardián de la Reina, había pasado a ser un fugitivo de la justicia. Su entrecejo se arrugó y la ira se reflejó en su rostro.
Con la simple aparición de su hermano y un dedo acusador sobre él, fue más que suficiente para tener más importancia que todo por lo que había luchado todo este tiempo. Porque no importaron los casos resueltos, las vidas salvadas o la información privilegiada que recolectó. Nada fue más relevante que el hecho de que fuera el primogénito. Por lo visto, eso era más importante que todo, porque incluso las personas que quería y protegería con su vida lo amenazaron con total descaro. Ellos no tenían idea de lo que había hecho para llegar donde estaba...
Su hermano era el verdadero impostor. Todo lo que había logrado hasta el momento era por esfuerzo propio, mientras que su gemelo llegaba para solo sentarse en su trono. ¿Acaso se olvidó de la última promesa que hicieron? Se suponía que lo cuidaría y protegería, y ahora le arrebataba todo.
El puño de su mano se cerró con furia, el sonido de sus guantes hizo eco en el lugar. Su vida, sueños, deseos y ambiciones debieron llegar a su fin en el instante que el cuchillo le atravesó, cuando fue sacrificado en ese altar, cuando el demonio que ahora le servía robó su alma... Lo único que se le podía pasar por su mente ahora mismo solo era una pequeña frase: «Él no debería estar vivo».
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Holis, ¿Cómo están? Espero que bien.
Acá mi primer ffc de kuroshitsuji, siempre baso mis ffc en el canon de la historia y acá no será una excepción, aunque toma un rumbo obviamente diferente al del manga. Intentaré ser lo más fiel posible y así ser más realista en cuanto al entorno, sucesos y personalidades de los personajes, dando mi pequeño toque, por supuesto.
Espero y disfruten leer mi historia cómo yo lo voy a hacer al crearla.
Cuídense.
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[En los brazos de la muerte] |Kuroshitsuji| SebasCiel
FanficDespués de reunir pruebas sobre los planes de su hermano, El Perro Guardián de la Reina planea presentarlas a Su Alteza. Sin embargo, descubre que su hermano ya ha convencido a la Reina para que trabajen juntos. Sorprendido, el menor de los Phantomh...