Aquel jueves, el virtuoso violinista entrelazó no solo las cuerdas de su instrumento, sino también las del corazón de quien lo observaba, atrapándolo con cada nota que arrancaba de su arco. En ese momento, quedó irremediablemente cautivado, atado a...
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Los recuerdos, tanto los bellos como los malignos, me persiguen incansablemente en las sombras de mis pensamientos.
No puedo evitar sentir un profundo resentimiento hacia mí mismo por la relación que alguna vez compartimos. Cada recuerdo es como un eco doloroso que se repite una y otra vez, recordándome los momentos de felicidad efímera y las heridas que aún no cicatrizan.
Me pregunto por qué escondo mis sentimientos detrás de la falsa calma que proporcionan los recuerdos.
¿Por qué permití que la música, mi amada música, se convirtiera en un recordatorio constante de lo que perdimos?
¿Por qué elegí dejar de lado la música, esa fuente de pasión y consuelo, en lugar de abrazarlo como una vía para sanar?
Estas preguntas me atormentan mientras me enfrento a la soledad que sigue a la separación.
El vacío que dejó Mingi en mi vida es palpable, pero también es la prueba de que vivimos y amamos intensamente.
¿Por qué, entonces, sigo aferrándome a esos recuerdos? ¿Por qué no puedo dejar ir lo que ya no está, y avanzar hacia un futuro donde la música y yo podamos reconciliarnos?
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