𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈

159 52 121
                                    

Bienvenida/o seas.🫵🏻🫶🏻

Capítulo I

Siempre odié las mañanas, pero hoy más que nunca. El despertador no dejó de sonar hasta que finalmente lo apagué de un golpe torpe. Me quedé mirando el techo por un momento, tratando de recordar cómo llegué a casa anoche. No tenía ni idea. Las reuniones del bufete siempre se salían de control, y a medida que se apilaban los años, me costaba más seguirles el ritmo.

Debiste decir que no a la última copa

Me repetí mentalmente, una y otra vez, mientras apartaba las sábanas. Las agujas del reloj ya marcaban las siete, y el tráfico de la ciudad no perdona a nadie, mucho menos a una abogada con resaca. Suspiré. Hoy no sería un buen día, y lo sabía.

Llegar a la oficina a tiempo se había convertido en un reto diario, pero hoy, con mi cabeza retumbando, parecía un verdadero infierno. Las calles estaban tan llenas como siempre, el aire caliente de octubre hacía que el coche pareciera un horno, y mi café matutino estaba tibio. Apreté el volante con frustración mientras el semáforo se volvía rojo, una vez más.

—Perfecto—murmuré, golpeando el volante suavemente. ¿Por qué siempre pasaba esto en los peores días? Mi mente empezó a divagar, buscando cualquier distracción. En mi cabeza, repasaba la lista de cosas por hacer: reuniones, casos pendientes, llamadas por devolver, y ese informe que todavía no había terminado. No era el día ideal para estar fuera de mi juego.

(...)

Finalmente llegué. Eran las ocho y quince, exactamente quince minutos tarde. Había un pequeño caos en la oficina cuando entré, pero eso ya no me sorprendía. Mi equipo estaba acostumbrado a que las cosas fluyeran rápido y a veces sin mucho control. Me saludaron con miradas cómplices; todos sabían que el festejo de anoche me había pasado factura.

Me apresuré a entrar a la sala de reuniones, intentando aparentar normalidad. Valery ya estaba hablando, y como siempre, controlaba la situación con maestría. Me senté en mi silla habitual, haciendo lo posible por mantener la cabeza erguida.

—Llegas justo a tiempo, Eda —susurró Valery, mirándome de reojo.

—No me lo recuerdes —respondí, mientras trataba de centrarme en los documentos que tenía frente a mí.

La reunión avanzó sin mayores problemas. Distribuimos las tareas para el próximo mes. Algunos casos importantes seguían pendientes, pero en general, la carga de trabajo sería manejable. O al menos eso esperaba.

Al terminar la reunión, me dirigí directamente a mi oficina. El día apenas empezaba y ya me sentía agotada. Dejé los tacones a un lado y me desplomé en la silla de cuero detrás de mi escritorio. Tenía que recomponerme antes de revisar esa montaña de papeles que se acumulaba.

Estaba buscando algo en mi computadora cuando Valery entró sin tocar. Ella rara vez necesitaba hacerlo. Con una taza de café en la mano, se acercó y me la ofreció sin decir una palabra. Sabía que lo necesitaba.

—Gracias, Val. No sé qué haría sin ti —dije, tomando un sorbo. El café estaba caliente, justo como me gustaba. Mi cabeza empezó a despejarse un poco.

—De nada. Pero creo que deberías saber algo más. —Su tono serio me hizo levantar la vista.

—¿Qué sucede?

—Ayer me llamaron sobre un nuevo caso —empezó a decir mientras se sentaba frente a mí—. Algo bastante urgente, pero no me dieron muchos detalles. Solo dijeron que es un cliente muy importante y que prefieren que tú lo manejes.

Un nuevo caso. En ese momento, lo último que quería era otro caso complicado. No podía evitar sentir una punzada de frustración. No era que no me gustaran los retos, es solo que, con todo lo que ya tenía en marcha, agregar más a mi plato no parecía justo.

—¿Y qué pasa con los detalles? —pregunté, intentando mantener la calma.

—No los han dado aún. Solo dijeron que sería confidencial, y que te lo explicarían todo cuando te reúnas con el cliente.

No me gustaba eso. Detestaba no tener toda la información antes de aceptar algo. Pero la realidad era que, en mi posición, a veces no podía decir que no.

—Bien, Val. Prepárame para esa reunión. Quiero saber todo lo que puedas averiguar antes de que llegue el cliente —respondí, intentando ignorar la creciente sensación de incomodidad.

Valery asintió y salió rápidamente de mi oficina. Yo me quedé sola, mirando el café en mis manos y dejando que el silencio me envolviera. ¿Por qué algo tan simple como un caso nuevo me hacía sentir tan inquieta? Tal vez solo era el cansancio. O quizás… algo más.

El bufete había sido mi vida desde que me gradué. Mi abuelo había construido este imperio legal desde cero, y yo siempre supe que algún día tomaría las riendas. Pero nunca imaginé lo pesado que sería este manto.

A veces, cuando estaba sola en mi despacho, me permitía recordar aquellos días antes de que todo esto fuera mi realidad. Aún podía verme a mí misma en las aulas del instituto, mucho más joven, mucho más despreocupada. En esos días, Grace y yo… Bueno, eso era parte de otro capítulo de mi vida, uno que ya no importaba. O eso me repetía.

Un nudo se formó en mi estómago al recordar el nombre. Grace. Era un recuerdo enterrado, o al menos intentaba mantenerlo así. Me sacudí esos pensamientos de encima y volví mi atención a los documentos sobre mi escritorio.

Era mejor mantenerme ocupada. El pasado no tenía lugar en mi presente.

Justo cuando estaba a punto de perderme en los papeles, el teléfono de la oficina sonó. Lo miré por un segundo, dudando si debía responder o dejar que el buzón se encargara. Pero al final, cedí.

—Eda, soy Val...







𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚 𝐒𝐞𝐠𝐮𝐧𝐝𝐚 𝐎𝐩𝐨𝐫𝐭𝐮𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝 || [En Curso Y Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora