Reencarnado como un Sith

Capítulo 12: Tiempos rápidos en Valyria

Capítulo 12: Tiempos rápidos en Valyria

"¿Estás seguro de que aquí es donde aparece la Dama Gris?", le pregunté a Tommen mientras nos acercábamos a una pequeña loma, con un arbusto arrancado cubriéndonos para darnos algo de protección. Es dudoso que si se trataba de una cañonera de alguna facción galáctica no detectara dos formas de vida, pero la distancia debería ser más que suficiente para no llamar su atención.

—Sí, cada mañana surge de los mares y comienza a volar sobre las islas. Mata a todo lo que se le pone en la mira —dijo el viejo Lannister mientras se retraía un poco hacia nuestro camuflaje. Le haría mucho bien, pero no le dije a Tommen lo inútil que era. Era más para hacerle sentir que estábamos a salvo que cualquier otra cosa.

Nos quedamos allí, esperando hasta que finalmente empezó un estruendo y las aguas se agitaron. Entrecerré los ojos cuando un gran chapoteo explotó desde el Mar Humeante. Allí, frente a mí, había una cañonera del Imperio Sith de clase Hurshker GSS-4, cubierta de algas y oxidada en algunos lugares, pero inequívocamente familiar. Había montado en muchas de ellas en batalla o las había llamado para que me apoyaran contra el fuerte apoyo de la República o del Imperio Eterno. La cosa era una bestia en el campo de batalla, fuertemente blindada y aún más armada. Sacrificaba velocidad y agilidad por una cantidad impía de armas. Una armadura gruesa y escudos fuertes la protegían y cualquier Usuario de la Fuerza normal no pensaría que fuera una buena idea enfrentarse a una nave así por sí solo. Yo, por otro lado, estaba loco de remate.

—Gracias, Tommen... esto me ha dicho mucho sobre lo que tengo que hacer aquí —dije crípticamente mientras observábamos cómo la cañonera se alejaba volando, probablemente operando bajo directivas automatizadas para patrullar y matar a todo lo que no tuviera una identificación de amigo-enemigo. Mientras se alejaba volando de nosotros y mucho más allá de donde pudiera detectarnos, salí a rastras de debajo del arbusto y miré hacia la ciudad capital de Valyria. Sin decir otra palabra, comencé a caminar hacia las torres en ruinas, pero me detuve cuando Tommen me agarró del brazo.

—No querrás ir allí —dijo con una grave advertencia en su voz.

"¿Hay algo más que quieras contarme sobre este lugar?" dije mientras retiraba mi brazo.

—Los centinelas de los Señores Dragón todavía vigilan sus cadáveres. Ni siquiera los Hombres de Piedra viajan allí —dijo mientras miraba hacia la ciudad destruida. Estoy seguro de que había deseado mucho viajar allí en busca de tesoros... al principio. Ahora probablemente quería ir allí para ver si había algo de comida. Pero lo que estaba diciendo significaba solo una cosa, droides. Si el Hurshker tenía que guiarse por algo, entonces probablemente eran los droides de batalla RX-73, los droides humanoides de primera línea que usaba el Imperio. Y tal vez algunos VX-23 de cuatro patas, que personalmente creo que son mejores que los Droidekas... aunque podrían usar un generador de escudo.

La advertencia de Tommen no me disuadió, pero decidí explorar la ciudad antes de emprender el viaje hasta allí. Mis drones seguían escaneando la isla, buscando los dos huevos de dragón que tenía que conseguir para mis esclavos. Esto me dejaba con un método de exploración más directo pero difícil. Pero... no estaba tan seguro de mí mismo. Por mucho que haya mejorado para recuperar el poder que alguna vez tuvo el verdadero Naraiz, todavía no creo que esté cerca de él. Esta podría ser una buena prueba para ver qué tan lejos he llegado.

Tommen y yo regresamos a su cueva y me senté en posición meditativa en el borde del acantilado que dominaba los límites de la ciudad. El sol brillaba detrás de mí y mi sombra se extendía desde el acantilado. Extendí la mano hacia la Fuerza y ​​puse a Midwan flotando frente a mí. Usando la espada como foco, me conecté con el Lado Oscuro y comencé a acumular su poder a mi alrededor. El Lannister que estaba cerca se estremeció cuando la sensación de inquietud comenzó a apoderarse de su mente.