DIA DE LA MADRE - ILENKO

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Ilenko

Pierdo la vista en el océano ártico que se estrella contra el risco, la marea está fuerte, el viento helado es algo que me ha envuelto en los casi siete meses que llevo aquí y que hoy se siente más fuerte de lo normal. No sé por qué quiero salir corriendo, como tampoco sé por qué mis veces con Emma James no dejan de repetirse en mi cabeza.

Absorbo el olor del hielo cuando respiro hondo, estoy aquí por algo y hasta que no lo tenga no me iré. Le doy la espalda al océano en busca del sitio al que le dedico todo mi tiempo.

Enciendo los hornos, termino los diseños, pruebo armas y todo con la imagen de la mujer que no me deja, me acompaña mientras parto leña. En lo que atizo las llamas y muevo las palancas que derriten el acero.

Peso, cargo cajas, pruebo municiones. Es poco el contacto que tengo con el exterior, mi concentración está en una sola cosa y no me permito más. Ella sigue apareciendo acompañada de la inquietud que me acelera el pecho.

Con el brazo me quito el sudor que me recorre la frente y quemo lo que me corroe cortando el alce que despedazo con el cuchillo que afilo antes de enterrarlo, en la carne que cede, en esto se resume mi rutina en trabajar, preparar y tratar de pasar lo que está matando por dentro.

La tarde llega, la inquietud no se va, ni cuando como frente a la chimenea con la mirada perdida en el fuego, no sé desde cuando sufro de taquicardia, pero hoy ya me tiene desesperado.

Dejo el plato de lado y alcanzo el cuaderno de diseño, crear nuevos prototipos es lo que suelo hacer cuando no estoy afuera. Pongo el lápiz sobre el papel, hago el trazo de una ametralladora que dejo a medias ya que abajo empiezo a dibujar otro prospectos, hoy no estoy para armas sencillas.

Muevo la muñeca a lo largo del papel, lo que arrojo mi cabeza queda, trazo rápido y detallo, mis dedos se mueven hasta que noto al león que me busca. Ronronea, lo reparo y reconozco lo que tiene en la boca, «uno de los guantes de lana de la persona que lo cuidó»

Lo traía en la boca cuando llegó, camina a la puerta con la prenda en el hocico y me levanto a tomarlo cuando empieza a arañar la madera, le quito la prenda que tiene.

—¿Extrañas a tu madre? —le pregunto mientras trata de arrebatarme lo que tengo en la mano.

Vuelvo con el al puesto donde estaba, pero se baja y de nuevo empieza a arañar la puerta como si quisiera salir, se desespera y el ronroneo no me deja concentrar.

—Basta —le digo al animal cuando sigue arañando.

La inquietud se torna más desesperante, el león insiste por salir, Los arañazos se tornan más violentos así como los intentos de rugido que emite mientras estrella las garras en la madera.

—¡Basta! —le vuelvo a decir y sigue.

Lo de Vladimir no me tiene bien y el dia que medio logro sentirme no es con algo positivo, alejo al león que se me suelta y vuelve a pegarse a la puerta. No tiene caso.

Lo dejo y subo a la alcoba donde me acuesto y no concilio el sueño, ella no sale de mi cabeza, ni en la madrugada ni a la mañana siguiente cuando me levanto, la inquietud se va y le da protagonismo al vacío que me hace pasar saliva, me recuerda que por lo único que respiro es por el rencor que corre por mis venas.

El león está rodeado de astilla cuando bajo y con el tomo el hacha con la que empiezo a cortar los troncos que se vuelven pedazos, es práctica para cuando vuelva, ahora no, pero lo haré. La rabia que tengo es un animal sediento de desquite que aún no alimento y por ello está hambriento.

Aquí vence el que menos debilidades tiene y yo soy el único que no tiene ninguna.

ESCENAS Y EXTRAS DE DOMINIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora