Capítulo VI

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Fue el ruido de un coche lo que rompió el hechizo para George; ese larguísimo momento en el que se había quedado como hipnotizado por lo que Sergio estaba diciendo, lo que estaba admitiendo y el impacto que tenía en él.

-¿Quién es...?
Sergio miró hacía atrás.
-Gabriela. Si no tenemos invitados, suele irse a casa por la tarde.
-Ah.
Sergio lo miró con un brillo burlón en los ojos.

-Es que me he quedado sin palabras-Le confesó George.
-Una vez me ofreciste un consejo-Le recordó Sergio-Me dijiste que siguiera adelante y olvidara el pasado.
-Lo sé, pero no esperaba que...
-¿Que tú fueras parte de mi futuro?
-No, la verdad es que no. Pero suena muy tentador, como una sociedad, un acuerdo entre amigos. Y eso es lo que es ¿No?
Sergio arrugó el ceño.

-¿Qué quieres decir?
-En realidad, sería un matrimonio por conveniencia.
Sergio tardó un momento en contestar.
-George, yo he tomado algunas de las peores decisones de mi vida sin pensar, en un arrebato de pasión, podríamos decir. Y creo que esto hay que pensarlo bien. Hay un gran afecto entre tu y yo y por el bebé, nuestro hijo, creo que sería lo mejor.

-De todas formas, tengo que pensarlo-Murmuró George un poco desconcertado-Debes entender que es lo último que esperaba...
-No, no creo que tengas que pensarlo-Lo contradijo Sergio-No puedes darme una sola razón sensata por la que esto no sería la mejor solución. Me has dicho que tu carrera no te llena y que quieres hacer otra cosa ¿Hay alguien más en tu vida?

-No, no lo hay. Aparte de mi madre y haga lo que haga va a ser una sorpresa para ella...
-¿Entonces hay alguna otra razón por la que quieres negarle a ese bebé un hogar con un padre y una madre? ¿Hay alguna razón para no poner su bienestar por encima de todo?

George apartó la mirada ¿Estaba pensando solo en sí mismo? ¿Que Sergio tuviera tanto que ofrecer era irrelevante? Lo había acusado de ponerle una zanahoria delante de su cara, pero tal vez eso no era lo importante.
¿Entonces por que dudaba?

Tal vez estaba secretamente convencido de que estaría mejor sin Sergio Pérez porque él no lo quería, aunque lo respetaba y sentía cierto afecto por él.
Pero tal vez eso era egoísta.

-¿George?
-Sí, estaba pensando. No lo sé, tal vez tengas razón.
-¿Entonces estás de acuerdo?

George descubrió que no podía hablar. Estaba pálido y sus ojos se habían vuelto tan oscuros como esmeraldas.

Sergio Pérez maldijo en voz baja al darse cuenta de que había estado y seguía estabdo bajo una tremenda presión e hizo lo único que podía hacer: abrazarlo.

George no se resistió, pero tardó en responder. Pero poco a poco el calor de sus brazos y la solidez de su cuerpo lo calmaron y apoyo la cara en su hombro.

-Lo siento-Se disculpó Sergio-Pero no te preocupes, a partir de ahora estás a salvo.
Entre todos los pensamientos que daban vueltas en su cabeza, uno parecía el más importante de todos; estaba esperando un hijo y tanto él como Sergio lo querían ¿No trascendía eso cualquier duda que pudiera tener en su corazón sobre el misterioso Charles Leclerc?

Casi desearía no haber escucho nunca ese nombre, porque para él parecía tener un absurdo magnetismo, un atractivo con el que no podría competir.
Pero tenía que olvidarse de eso, pensó.

-¿George?-Sergio le puso de dedo baja la barbilla para mirarlo a los ojos.
-Muy bien, de acuerdo. Me casaré contigo-Dijo.
Sergio vaciló, como si estuviera a punto de decir algo, pero luego pareció cambiar de opinión.
George se quedo inmóvil entre sus brazos, esperando sentir la magia que había sentio en Numinbah.
Pero no paso nada.

-¿Sigues preocupado, señor Russell?
-Creo que sí.
-¿Voy a tener que conjurar una tormenta de rayos y truenos y un viejo cobertizo?
Los ojos de George se iluminaron.
-Tal vez.
-Puede que tu no lo sepas-Siguió Sergio-Y sé que no te he dado razones para creerlo, pero he pensado mucho en nosotros, cuando era lo último en lo que debía pensar.

Hijo de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora