Capítulo XVII

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Tras aquella cena, Yun, se quedó limpiando y ordenando lo que habían usado aquella noche. Jacob y Juanjo habían ido a ducharse, mientras que John y Armando se habían ido a dormir, o esa era su idea hasta que Grúas se le apareció por detrás igual o peor que un fantasma.

— ¡'jo puta, ¿cómo mielda pensal en hacel eso? Me matalas del infalto, cablonazo! —. Lanazaba insulto tras insulto, enfadado por el susto del momento.

— ¿Yo casi te mato de un infarto? —. Interrogó, acercándose al joven — ¿Entonces qué debería decir yo de tus accionares?

— No sé de qué hablal, Almando —. Respondió con desinteres, apoyándose sobre la mesada.

— Sabes perfectamente de lo que habló —. De repente, el de ojos glaucos, no estaba a más de un metro de él.

— Actúe como debía actual, punto final —. Respondió, queriendo evadir esa conversión y tratando de alejarse.

Aún así, el azabache lo devolvió a donde estaba y lo acorraló contra la mesada para que no se escapará, poniendo en estado de alerta al pelirrojo.

— No te vas de aquí hasta hablar, sabes que odio que actúes así —. Le regañó — Ya no tienes que dar la cara, ni dejarte pegar por nadie, ¿por qué actuaste así teniendo la fuerza de frenar el golpe?

El más bajo guardó silencio, se sentía incómodo por la charla, por la posición y porque no tenía del todo claro su actuar en esa noche.

— Puedo estar así toda la noche, Yun, hasta que respondas —. Habló nuevamente el más alto, tras unos segundos eternos de silencio.

— Polque no sé —. Respondió elevando su visión — No sabel polqué actual así.

— Sí sabes, solo que no lo quieres admitir —. Le respondió, para Armando era bastante claro — Ya no debes defender a tu madre y Juanjo no corría ningún peligro estando entre nosotros, ¿por qué esa conducta sumisa pero envalentonada de nuevo?

— ¿Qué se suponía que hiciela? ¿Pega'le a la madle de Juanjo? —. Le preguntó con su ceño fruncido.

— No, con frenar el golpe ya servía, pero elegiste el dejar golpearte de nuevo si yo no intercedía —. Le respondió el más alto.

— Almando, medil metlo sesenta, no viene al caso intental defendelme o flenal algo —. Yun lanzó en un tono cansado aquello y con su cabeza baja, dejando ver, por primera vez en mucho tiempo, su lado inseguro.

— Pase todo el verano del último año de secundaria enseñandote defensa personal, ¿en dónde quedó eso? —. Le volvió a interrogar, viendo que el semblante del chico se había oscurecido.

— Opacado pol sel incapaz de il a las clases pol mi ansiedad social —. Dió su última respuesta para luego pasar por debajo de uno de los brazos que lo mantenían acorralado — La plóxima no sel tan gay.

Fue así que el pelirrojo se fue a su cuarto, dejando al azabache pensativo sobre las respuestas que le dió. Yun se había vuelto alguien extrovertido, fuerte y directo tras finalizar el secundario e ingresar a la universidad, pero no quitaba que sus cicatrices siguieran presentes y esa charla solo se lo había dejado en claro. Aún tenía inseguridades, miedos y recuerdos que lo atormentaban, había descubierto que su estatura era uno de esos puntos débiles.

Por otro lado, el asiático se mantenía apoyado contra la puerta de su cuarto. No era como que pensara todo el día, todos los días en sus inseguridades y traumas pero sí habían momentos que le dolían de repente y revivian aquellas cicatrices.

Sus párpados se cerraban solos, incluso estando de pie, pensar en esas situaciones pasadas le generaba sueño y cansancio mental. Cada golpe que se había dejado dar por su padrastro, con tal de defender a su madre, permanecía vivo sobre la piel blanquecina del joven. Era como viajar a un punto del pasado oscuro y ser capaz de ver cada cachetada, cada puñetazo y cada marca de manos sobre su cuello nuevamente, era como ver detrás de sí a su madre tirada en el piso, inconsciente por los golpes, otra vez.

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2024 ⏰

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