Will se levantó de mala gana y se estiró un poco. La resaca le había caído muy mal, pues esas aguas locas que se aventaba Beverly estaban más adulteradas que el Four Loko.
Will tomó lo que le robó a ese güero tonto, una billetera la cual tenía más dinero del que se había imaginado. Will sonrió y salió de su casa (o mejor dicho, de la vecindad donde vivía).
—¡Qué tranza, mi Britney! —saludó Will a la pobre Beverly, quien tenía cara de odiar la vida.
—Cállate, que puedo oír hasta a mi maldita abuela muerta con esta resaca... —cerró su ventana, pues ambos vivían en la misma vecindad.
Will suspiró y siguió su camino a una veterinaria, donde compró un costal de croquetas y caminó por varias horas repartiendo comida a perros callejeros y también a uno que otro gato que encontraba.
Will volteó a ver en algún momento... se sintió observado, pero solo trató de olvidarlo. Se puso sus lentes de sol tras su cabeza, pues eso significaba que su barrio lo respaldaba.
—¡Hola chicos! —sonrió Will al entrar a un refugio hasta el fondo, donde unos siete perros lo esperaban, cada uno con alguna limitación física que les impedía estar en la calle y tener problemas al ser adoptados.
Will se sentó en el suelo y sacó de su mochila premios y juguetes para los perros y jugó un par de horas con ellos.
La recepcionista sonrió mirando a Will jugar con los cachorros.
—Will, en serio deberías adoptarlos, ellos te aman. Yo podría agilizar todo —dijo la mujer recargada en la puerta.
Will frunció el ceño.
—Es Willberto, no "Will". Un nombre más fresa me debió poner mi jefita —suspiró rascando detrás de la oreja a uno de los perritos que le faltaba una pata por un accidente —Claro que quisiera adoptarlos, pero donde vivo es muy pequeño y mi trabajo como chalán apenas y me alcanza para comer...—
El joven suspiró algo triste y se levantó para darle dinero a la mujer.
—Solo deja que se queden más tiempo, por favor, Alana. Sé que ellos aún tienen oportunidad de ser adoptados... no quiero que la maldita perrera los sacrifique.—
La joven suspiró, guardó el dinero y sonrió.
—Bien, "Willberto", los dejaré otro poco más, cuídate.—
El joven asintió y salió del lugar, pues debía ir otra vez a la obra donde trabajaba. Por alguna razón, la sensación de ser perseguido paró un par de horas hasta que la volvió a sentir.
Will miraba a todos lados mientras sostenía el bulto de cemento, pero mejor siguió su trabajo.
°°°
Por otro lado, Hannibal estaba en su cuarto con sus binoculares y una libreta a su lado. ¡Oh, su querido chico de rizos era un ángel! El dinero que gentilmente le quitó (robó) fue utilizado para los canes. Hannibal lo siguió toda la tarde y ahora que conocía los intereses de Will podía acercarse.
Trató de poner una recompensa por sus identificaciones, las cuales iban en la billetera, con la esperanza de llamar la atención de Will, lo cual no funcionó. Hannibal trató de volver a seguirlo o pasar cerca de él con la mejor billetera, reloj y hasta más dinero, pero no sirvió de nada. El joven ni siquiera se interesó en robarle.
En cambio, Hannibal terminó peleando con un asaltante cualquiera que tuvo la osadía de tratar de asaltarlo. Hannibal dejó mal golpeado al tipejo ese, solo para ir a su alcoba y pensar cómo diablos podría ganarse a ese hombre.
ESTÁS LEYENDO
Las aventuras de mi barrio, por Guillermo Williberto Graham
FanfictionEsta historia es desde mi nacido México con experiencias y lenguaje de nuestro amado tercer mundo ,si alguien se siente ofendido dele pa fuera mi loco. inspirada gracias en la historia de "bienvenido al rancho" de Space of fics y mi amiga Bunny Lect...