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Me felicité en silencio por no haberle hecho caso a mi timidez y salir corriendo cuando la balsa se acercó al lugar donde yo estaba sentado. El joven me volvió a sonreír desde aquellas maderas flotantes y estiró su mano.

Creí que quería estrechar la mía como saludo, pero en cuanto mis dedos temblorosos tocaron los suyos, me jaló hacia él. Y unos minutos después, sin poder creer mi suerte, nos hallábamos a mitad del río, charlando y riendo como si nos conociéramos de toda la vida y como si no existiera la maldad en el mundo, O al menos en aquel pueblo pequeño.

Por la noche, mientras yo trataba de conciliar el sueño, repasaba en mi mente todo lo que él me había contado. Me había contado que se llamaba Mew, que tenía la misma edad que yo, que su padre era el guardabosques de la reserva, que vivían los dos solos, que había sido compañero de mi madre en el colegio y que él siempre hablaba de ella...-y ese "ella"...me conmovió profundamente...

También me contó que le encantaba pasear por el río cada atardecer y que ... estaba muy feliz de haberme conocido porque siempre había querido tener un amigo a quien mostrarle aquel lugar.

Está de más decir que no dormí mucho aquella noche. Y que en el poco tiempo que logré hacerlo, soñé con él, con Mew, con ese hermoso muchacho de la balsa...

El muchacho de la balsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora