Akin Romanov se metió con la hermana de Braulio Mascherano quien dio a luz a una hermosa niña con ambas sangres convirtiendose en la heredera de ambos imperios.
Christopher Morgan Harts y Akayla Romanov Mascherano se involucraron íntimamente por lo...
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Me sostengo mis pies acostada sobre mi espalda, comienzo a balancearme adelante y atrás adorando mi flexibilidad.
— Ameera — Me suelto cuando estoy sentada y me giro para ver a mi abuela.
— Abela Sala — Me levanto sacudiendo mi ropa y corro hacia ella disfrutando el piso frío.
— Tu abuelo Alex me dijo que le pediste un león, puede ser peligroso pero tengo una idea para protegernos de uno. — Me carga y la abrazo por las caderas con mis piernas hasta donde alcanzo.
— Los leonés no me van a hacel nada. Esos son cuentos de los papás. — Digo segura.
— Si cariño pero solo lo viste una vez, ahora te vamos a dar uno más grande y que no te pueda hacer nada.
Garraspea y me giro cuando escucho un rugido. — ¿Uh?
— Grr — Alex disfrazado de León me hace quedar en blanco, me gruñe y camina a mi alrededor en cuatro patas, volteo a ver a Sara quien se hace la sorprendida huyendo de él junto conmigo.
— ¿Me quieren ver la cala de tonta? — Ambos se quedan quietos — ¿Dónde eta mi león? El que se iba a llamal Lenko. Abelo te vez muy tonto ahí dentlo. — Me cruzo de brazos.
— No soy tu abuelo, soy un león... — Mueve sus manos.
— Que velguenza, que no me vean contigo o vas a dañal mi leputacion. — Pataleo y Sara me baja — Abelo que velguenza. — Niego pasando por su lado, la criada me sigue y bajo las escaleras hacia el sótano.
— Mi señorita, no puede bajar aquí. — Me sostiene del brazo.
— ¿Me vas a desobedecel? — Me intento soltar — Le diré a papi.
— Fue su padre quien ordenó esto. — Me aleja y frunzo el ceño. Alzo la cabeza y por primera vez le veo la cara.
Esta no es mi sirvienta de siempre.
— ¿Dónde está?
— ¿Quién? Su padre está en la central.
— No. ¿Dónde está nani? — La tomo de las mejillas y ella sonríe un poco.
— Parece que la señorita necesita aprender a obedecer. — Me lleva hasta el cuarto, me deja caer en el suelo y mis pompis arden. Arranca mis joyas para después pellizcarme en la oreja. — Las órdenes son no bajar al sótano. Usted tiene que ser buena niña si no quiere que la echen. Si es niña mala su padre no la querrá.
Me sobo mi oreja, mis ojos arden del enojo junto a mi cuerpo temblando, tomo las joyas rotas y me golpea en la mano haciendo que la aparte por instinto.
— ¡Las cosas del suelo ya no se agarran! — Me reprende.