Como suceden las cosas, que un día estoy acá pensando en un amor que no pudo ser, porque era de esos amores que cuando llegan te muestran una versión de ellos, te muestran ese lado amable, sincero y encantador que queremos ver y con el tiempo el príncipe se vuelve sapo.
Él era así, sencillo, bueno, atento, físicamente, no era nada de otro planeta, 1.68, cabello oscuro, tez oscura, de buen porte... pero sus intenciones solo eran mentiras... vivimos un año juntos, nunca se preocupo por nada, yo hacia todo, el solamente se ocupa de salir con sus amigos, jugar videojuegos y por supuesto, su mejor cualidad era no conseguir trabajo o no mantener un trabajo, con la excusa de que eso no era para el...
Un día, cuando decidí volver a casa de mis padres, me di cuenta de lo que de verdad pasaba, no éramos una pareja, el me tenia como su seguro de vida, un seguro que se encargaba de mantenerlo, de alimentarlo, de criarlo... y él no era un bebe de 5 años, tenia en ese entonces 23 años. Entonces decidí terminar todo, fue la mejor elección, ya que el problema se había tornado aun mayor, sus celos y desplantes eran un tormento, su urgencia ante las respuestas de mensajes se hacían insoportables.
Decidí sin preámbulos terminar, y por mas de que no debería dar explicaciones lo hice, terminar todo fue la mejor decisión, poder estar en paz no tenia precio, estar en casa de mis padres, sin presiones por tener la casa ordenada y la comida lista para cuando él llegaba, era sinceramente mi felicidad.
Los meses pasaron, las clases continuaron, me enfoca en mi familia y mis estudios, los cuales mejoraron como debía ser después de que mis ataques de ansiedad – generados por el incansable deseo de manejarme que tenía él – se terminaron. Aparecían uno o dos cada mes, pero debido a la presión que yo misma me sometía antes de cada examen.