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♚𒉽──── ≪ Katherine ──── 𒉽♚

Dicen que la muerte tiene sus propios emisarios en la tierra, los que murmuran esto no saben lo cerca que están de la verdad y los que sí, nos llaman de muchas formas, pero siempre acaban con el mismo término: morder.

Y esta noche, Scorpio es el mensajero.

Una de las ventajas de vivir en Uros, la Capital Imperial de Pamyart, son los atajos que serpentean por el laberinto de callejones y conectan con los pueblos cercanos. No me llevó mucho encontrar a mi objetivo, quien hace apenas quince minutos ingresó a uno de los moteles de bajo estatus, a pesar de su posición aristocrática. Empiezo a entender por qué su esposa fue quien me solicitó para cumplir este recado.

Incluso para hacer estas cosas estando ese anillo en su dedo anular como supuesta barrera, hay que ser inteligentes, saber ocultar mejor su posición. Caminando tan ostentoso para atraer la codicia y envidia de estos lugares solo hará que tarde o temprano su esposa sea un hazme reír si algún otro noble, que sí es capaz de moverse en estos lugares, lo delata. Los chismes vuelan demasiado rápido y demoran todo lo contrario en desaparecer.

Me acomodo en el tejado frente a la habitación que tomó aquel hombre con su amante y alisto la ballesta con una espina de Rosdel como mi golpe final para que todos sepan quién llevó a cabo este asesinato. Una espina cuya elegancia desafía su naturaleza mortal, su color es mi favorito. Su filo, dominado por un profundo y vibrante morado, se despliega con majestuosidad sobre un fondo verde, creando un contraste visual fascinante y temible a la vez.

Tan bello como mortal...

Un solo roce de este veneno con las vías sanguíneas y tendrá menos de diez minutos para recurrir a la cura si no quiere morir, pero por aquí no hay hospitales cerca por su propia modalidad clandestina y será lo de menos con toda la conmoción que tendrán esos dos allí dentro. No hay escapatoria.

El cuero se pega como una segunda piel mientras me arrastro para conseguir un mejor ángulo, un acceso directo a la ventana de su habitación, y me concentro en regular mi respiración a través del cubrebocas que suelo usar para camuflarme cuando estoy en mi labor de morder. No pierdo de vista la escena para buscar el momento adecuado y asestar el aguijón de mi veneno, aunque cada vez hay menos ropa y eso es un punto a mi favor, mientras más desprotegido esté su cuerpo mejor.

Thomas Lince, segundo esposo de la duquesa Rowel, cuarenta y dos años... No leí más puntos acerca de su vida, solo lo necesario para identificarlo y acabar con él. Su esposa pagó considerablemente por este encargo, incluso hubo un agregado por darle gusto a un pequeño detalle a la hora de hacerlo.

Encuentro el punto perfecto para terminar con esto de una vez, su cuello está completamente desprotegido al estar en pleno coito con su amante, más parece una batalla por aguantar estar debajo suyo que disfrutarlo, pero bueno. Ajusto el gatillo y fijo la filosa espina donde quiero que se incruste firmemente, un solo movimiento y mi labor ya habrá terminado en menos de quince minutos.

Esta forma de muerte es una distinción entre mis hermanos, ya que trabajo con venenos y así todos en el bajo mundo sabrían que esta muerte fue hecha por un morder y no uno cualquiera, sino que fue encargo de Scorpio. De esa forma soy conocida por las sombras de todo el continente y no haré que lo olviden, mi orgullo está puesto en bandeja y Katherine Kirkland no es una broma.

Estoy por disparar y lo hubiera hecho si no fuera por la interferencia de una presencia a mi detrás y actúo por instinto protegiendo mi espalda fijando un nuevo objetivo y antes de que mi mano alcance la daga en mi muslo me detengo al ver de quién se trata.

EL ASESINO DE LA CORONADonde viven las historias. Descúbrelo ahora