Capítulo 31-De regreso al principio

456 21 1
                                    



Mahasamut entró en el café color caramelo donde solía llevar a Meena a comer algo después de la escuela. Sus ojos recorrieron el lugar. No pasó mucho tiempo para que sus labios se estiraran en una leve sonrisa mientras sus largas piernas lo llevaban a la mesa del interior, donde lo esperaban dos mujeres de diferentes edades. Ocultó cada sentimiento, cada pena y cada lágrima en absoluto silencio.


Él sólo... quería despedirse de todos. 


Especialmente esta pequeña niña.


"Mi tío político", la niña se puso de pie y saludó. Su sonrisa era tan amplia que casi llegaba a sus oídos. Llamó a Mahasamut con el término entrañable que atravesó dolorosamente su corazón. Sin embargo, sus largas piernas se movieron hacia ella.


"¿Qué pasa, pequeña bribona?"


"Tienes suerte, eres mi tío Mut. De lo contrario, no te dejaría hacer eso".


El oyente se rió suavemente. Él sólo le había frotado ligeramente la cabeza y ella ya se estaba quejando. Ella le recordaba a alguien.


El hombre del sur hizo una pausa cuando la imagen de la persona de alto mantenimiento apareció en su cabeza. Pero lo que vio no fue una sonrisa encantadora, un cuello orgullosamente arqueado o una boca gruñona, sino un rostro de dolor y lágrimas.


"¿Quieres pedir algo, Mut?" Khwan, sentada junto a su hija, preguntó con una sonrisa, lo que lo llevó a descartar rápidamente la imagen.


El joven se sentó frente a ellas y colocó su vieja mochila, que contenía su computadora portátil y algunos artículos personales que Palm le había enviado. Evidentemente, estaba a punto de regresar a la isla.


"Está bien, señorita Khwan. Sólo quería pasar a ver a Meena".


Mahasamut pasó toda la noche sentado en el sofá en medio de la habitación, con sus ojos penetrantes fijos en la pesada puerta que permanecía firmemente cerrada. Esperó con el corazón todavía aferrado a la esperanza de que la otra persona saliera, lo abrazara y le dijera lo que había entre ellos no se trataba sólo de dinero, de que él pudiera amarlo. Pero no había señales de que esa esperanza se hiciera realidad.


Esa puerta permaneció tan cerrada como el imponente muro que siempre había estado.


El cielo pasó del día a la noche, de la noche a un nuevo día. Todo lo que podía hacer era contar atrás, mirando la puerta como un tonto, esperando que todo saliera como deseaba. Y entonces Mahasamut lo supo.


Nunca había logrado abrir el corazón de Tongrak.


Entonces, todo lo que pudo hacer fue entrar a su habitación, tomar la bolsa vieja, reunir todos los artículos que Palm le había enviado, llamar para concertar una reunión con Meena, borrar todos sus datos y dejar el teléfono que Tongrak le dio en la mesa del dormitorio con... todas las muchas cosas que el otro alguna vez le había comprado. Desde el primer día que decidió seguir a Tongrak hasta el barco, Mahasamut sólo tenía un objetivo. Si no pudiera lograrlo, tendría que regresar solo.

Love SeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora