Capítulo III

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Luzbel

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Luzbel

Toda la vida tuve un vacío inmenso dentro de mí, pero el mismo desapareció el día en el que me convertí en padre. La sensación se repitió cuando luego de estar cinco años encerrado, Gabo venía corriendo y rodeaba mi cintura con sus brazos.

Por minutos de diferencia él era el mayor de los mellis, mi niña, Georgina, no se acercaba. Se quedó sujetando el brazo de una mujer que desconozco.

— ¡Pa, sabía que ibas a volver!

—Claro, de lo contrario quién seguiría ganándote en todos los juegos. —bromeé.

—Suelta a mi hijo, Bel, ahora. —escuché la amenazadora voz de mi exmujer.

Solanche, mi abogada, llegó justo a tiempo, escuchar y ver a lo lejos su vehículo me tranquilizó así que dejé que las cosas siguieran su curso natural e ignoré la insistencia de Flor.

— ¡Que lo sueltes, dije! —seguí ignorándola, pero Gabo se alejó y fue hacia su hermana.

Puede quererme mucho, pero ella sigue asustada por lo que pasó hace años y no la culpo. Aún así es  doloroso saber que me mira como si fuera un monstruo.

Ambos estaban abrazando la cintura de esa mujer, mujer que los suelta y me desafía captando mi atención.

—Mira, no sé quién mierda eres, pero aléjate de ellos. —Sus pupilas dilatadas y sus mejillas sonrojadas por el enojo solo causan que la analice de pies a cabeza.

Pelinegra, alta, imponente y al parecer; metiche.

—¿Entonces no tengo derecho de ver a mis hijos, bonita? —La miro fijamente y antes de dar un paso hacia ella Solanche habla.

—Claro que tiene derecho, jefe. Señora Magglorie aquí tiene una orden judicial de desalojo en caso de que irrumpa la paz de mi cliente; teniendo en cuenta de que nunca existió un divorcio legalmente, Luzbel tiene derecho a estar en su casa, con sus hijos, porque todo lo que ve aquí es de él. —Flor quedó pálida y miró con desesperación a su novio, Tadeo, el mismo asintió con la cabeza.

—Quedando todo aclarado, voy a pedirte a ti y a tu novio que salgan de mi cuarto y se hospeden en otra de las habitaciones. —declaré.

—Cherry, lleva a los chicos a la escuela. Tengo un asunto pendiente con este hombre, ahora mismo llamaré a mi abogado. —ordena Flor a la muchacha, quien no se mueve ni un centímetro del lugar en el que estaba parada.

Georgina tenía los ojos rojos al igual que todo el rostro por llorar, Gabo estaba profundamente preocupado y la muchacha solo suspiró y dijo:

—No, no los trate como si fueran niños. Ya están cerca de cumplir la mayoría de edad y si este hombre de verdad es su papá, tenemos que conversar para convivir todos tranquilos. —Ah, gracias por decir lo obvio, quise responder.

Luzbel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora