La garganta me dolía un poco, ya que la cama de la habitación de huéspedes donde dormía se encontraba justo por debajo de la ventilación. Los Figueroa la mantenían encendida todo el tiempo para mantener fresca la casa contra los más de 30° que hacía todos los días.
Hice unas cuantas muecas, sin despegar la cara de la almohada. Entreabrí los párpados solo un poco para ver si ya había amanecido, pero las cortinas no se veían precisamente iluminadas. Además, las múltiples voces que se escuchaban afuera de la habitación no me permitieron volver a conciliar el sueño, aunque pareciera madrugada.
Escuché varias voces de hombre, nuevas. También las de mis tíos y la abuela Luciana, más bajas que las otras. De los niños o mi prima mayor, ni sus luces.
Mientras tallaba mis párpados para recuperar parte de la vista, me quité la sábana de encima y me aproximé casi de puntillas a la puerta. Pegué una de las orejas a la madera solo por un momento, pero la plática exterior era difícil de distinguir, así que tuve que ser atrevida.
Si resultaba que los interrumpía en algo importante, me disculparía bajo la excusa de que escuché despierta a mi tía Tere y que era mi deber cuidarla y estar pendiente de ella. Así que, con cierto temor, giré el picaporte y abrí con lentitud.
Desde mi cuarto no podía verse la sala, que era donde yacían todos los desconocidos. Tuve que avanzar unos cuantos pasos por el largo pasillo para que consiguiera ver de reojo hacia el piso de abajo. Me oculté tras una columna y asomé apenas el rostro, deseando no verme demasiado entrometida.
Los primeros que saltaron a mi vista fueron mis tíos, que se encontraban sentados junto a la abuela en el sillón más largo y cómodo. Frente a ellos, estaban otros tres hombres de pie, dándome la espalda. Lucían sudaderas negras, uno traía una gorra y todos hablaban con mi tío usando un español un poco torpe y mezclado con inglés.
Pero lo más interesante del grupo no se encontraba entre ellos, sino un poco apartado, en el sillón más pequeño. Tuve que esforzarme por enfocar la vista, ya que no terminaba por despertar, pero ahí estaba una persona nueva y casi invisible.
Era una chica.
Sus brazos y torso estaban cubiertos con una manta, sus largas piernas sobresalían, llenas de tierra y suciedad. Los tennis que usaba parecían a punto de romperse por el desgaste. Su cabello, aunque brillante, estaba bastante despeinado y gran parte de él también se escondía bajo la manta. Mantenía la cabeza agachada, pero no lo suficiente para ocultarse de mis ojos y atención.
A simple vista lucía como una chica más de mi edad, sin características que pudieran separarla del resto de las mortales como yo. Ojos grandes y negros como su cabello, piel morena —pálida y sucia en ese instante—, labios de apariencia pequeña, resecos. Y claro, unas expresiones en el rostro que probaban cansancio, ansiedad y, quizás, sufrimiento.
Aquella era sin dudas la niña de la que hablaba mi tía, la que iba a traer de su pueblo para ayudarnos. En la última semana hablamos de ello únicamente para confirmarlo, pero yo estuve bastante ausente del resto de preparativos. Su presencia me tomó por sorpresa, eso sin dudas.
Escuché parte de la conversación. Los tres hombres eran coyotes. O al menos algo tenían que ver porque trajeron a esa chica hasta aquí, no ilesa, pero sí viva. También hablaron del pago restante, que mi tío cubrió con un buen fajo de dólares. Hablaron un poco del negocio antes de despedirse; ofrecieron su disponibilidad para la familia si se necesitaba, y le desearon a mi tía una pronta mejora.
Así pues, los hombres salieron de la casa en compañía de la abuela, dejando a los padres Figueroa y a la chica nueva en total silencio. Murmuraron pocas palabras, movieron la cabeza y los tres se levantaron. Pensé por un momento si salir o no de mi escondite, pero no tuve que darle muchas vueltas porque noté que mi tío Lalo necesitaba un poco de apoyo que la chica no podía darle a causa de su agotamiento.
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El desierto no está solo [ACTUALIZANDO]
General FictionA inicios de los 2000, Lira Figueroa debe viajar a Arizona para cuidar de su tía, que está en cama. Pero después de pasar semanas de exhaustivo trabajo limpiando, atendiendo enfermos y cuidando a sus primos y sobrina, todos se dan cuenta de que nece...