El eco de mis botas resonaba en la estancia, una sinfonía que se entrelazaba con la suavidad de la seda bajo mis pies. Al cruzar las imponentes puertas de madera, el sonido se amplificaba, reverberando a través del gran salón adornado por una lujosa alfombra roja. Sobre nosotros, un candelabro majestuoso derramaba una luz dorada, iluminando la vasta mesa central. Rodeando la mesa, múltiples puertas servían como portales a distintos rincones del mundo.
Sobre la mesa, un mapa desgastado señalaba nuestras misiones pendientes, marcadas por las súplicas de aquellos que buscaban la protección de los cazadores de demonios. Ren, con su habitual aire despreocupado, caminaba a mi lado, una mano descansando en el bolsillo de su chaqueta y la otra sosteniendo un cigarrillo entre sus dedos. Yo, por mi parte, mantenía la mirada fija al frente, caminando con determinación, sintiendo el peso de mis revólveres en los bolsillos y ajustando mi sombrero, un gesto que se había convertido en un ritual antes de cada misión.
Nos acercamos a la mesa, la luz amarillenta del lugar bañaba las paredes de ladrillo, reminiscentes de los antiguos castillos de tonos grises. Fue entonces cuando unos pasos resonaron desde una de las puertas, presagio de la inminente llegada de alguien... o algo.
—Valeria, Ren, es un alivio verlos regresar con tanta celeridad —El Gran Sacerdote nos saludó con una dignidad reservada, dirigiéndose hacia la mesa que dominaba el recinto.
—Gran Sacerdote —Con un gesto de deferencia, incliné mi cabeza, manteniendo la formalidad debida.
—Gran Sacerdote —Ren siguió mi ejemplo, su voz era un murmullo de respeto.
—Ren, cuéntame sobre la misión que os confié. ¿Fue exitosa? —El sacerdote nos observó con ojos perspicaces, su tono era de expectativa.
—La misión ha sido un triunfo absoluto. He purgado la frontera de los demonios, cumpliendo con lo encomendado —Ren asintió con firmeza, declarando con orgullo.
—Un trabajo loable. Y tú, Valeria, ¿has cumplido con tu cometido? —El Gran Sacerdote se volvió hacia mí, su pregunta era un eco de autoridad.
—Así es, Gran Sacerdote. No obstante, he de reconocer que conté con la ayuda de... —empecé a explicar, pero una interrupción cortés me detuvo.
—Excelente. Ambos han demostrado ser cazadores excepcionales. Ren, acompáñame, por favor. Hay asuntos que requieren nuestra discusión en privado —El Gran Sacerdote se movió hacia una puerta discreta, su figura imponiendo silencio.
—Inmediatamente, Gran Sacerdote —Respondió Ren, siguiendo al sacerdote con una obediencia que rozaba la solemnidad.
Me encontraba aislada en la recámara, envuelta en un manto de silencio tan denso que se podía cortar con un cuchillo. ¿Qué asuntos tan urgentes tendría el Gran Sacerdote con Ren y no conmigo? Fruncí el ceño, un suspiro de frustración escapó de mis labios. Era una constante, siempre relegada cuando se trataba de asuntos de verdadera importancia. Con pasos lentos, me acerqué a la robusta mesa de madera que presidía la habitación y me recosté sobre ella, perdida en mis pensamientos, esperando alguna señal.
Fue en ese momento de quietud cuando el mapa, extendido ante mí, comenzó a emitir un resplandor sobrenatural. Una nueva marca, una 'X' dorada, apareció, brillando con promesa y misterio. La dirección que señalaba era inconfundible... ¡No podía ser posible!
—Ren, es imperativo que mantengas esto en secreto de Valeria hasta nuevo aviso —la voz del Gran Sacerdote resonó con una autoridad que no toleraba objeciones.
—Comprendo y respetaré su voluntad, Gran Sacerdote —afirmó Ren, su tono era serio y comprometido.
De repente, irrumpí en la sala, la puerta se estremeció con el impacto.
—¡Gran Sacerdote! —mi voz, cargada de urgencia, interrumpió la solemne atmósfera.
El Gran Sacerdote se puso de pie, su semblante era una mezcla de asombro y desaprobación.
—Valeria, esto es inaudito. Conoces las reglas; no debes entrar aquí sin permiso —su reprimenda fue severa, pero su curiosidad era evidente.
—Pero es que... el mapa, una 'X' dorada apareció y... —traté de explicar, pero las palabras se disolvieron bajo su intensa mirada.
—Una 'X' dorada... eso solo puede significar una cosa... Valeria, debes permanecer en la base. Yo me encargaré de investigar —Ren se levantó, su determinación era palpable.
—Insisto en acompañarte —dije, mi voz no dejaba lugar a dudas sobre mi resolución.
—No, Valeria. Esta misión es solo para Ren. Debes quedarte aquí, en el gremio —El Gran Sacerdote dictó su veredicto con firmeza, cerrando cualquier posibilidad de discusión.
Ren se precipitó hacia la puerta, su figura se desvanecía con urgencia en la dirección de la enigmática 'X' dorada. El Gran Sacerdote, mientras tanto, me miraba fijamente, su silueta delineada contra el resplandor de dos grandes cristales con bordes oscuros. Bajo él, el suelo amarillo liso, adornado con mosaicos, reflejaba la luz de una fogata de piedra. Alrededor, estanterías repletas de libros y conocimiento ancestral rodeaban los muebles rojos, testigos silenciosos de nuestra anterior conversación.
Una inquietud me invadía, la sensación de que algo se ocultaba justo frente a mí. ¿Qué misterios revelaría esa 'X' dorada? ¿Por qué sentía esta súbita y profunda preocupación? Algo importante estaba sucediendo, y necesitaba descubrir qué era.
—Gran Sacerdote, ¿qué está sucediendo? —La ansiedad se filtraba a través de cada palabra que pronunciaba, buscando desesperadamente alguna claridad.
—No hay motivo para que te alarmes. Ren se ocupará de todo lo necesario —dijo el Gran Sacerdote, girándose para enfrentar la fogata, cuyas chispas crepitaban y rompían el pesado silencio.
—¡Necesito saberlo! He oído que una 'X' dorada es un presagio de que alguien de élite está en peligro... Si eso implica a mi padre... ¡tengo derecho a saberlo! —Mis ojos se llenaron de lágrimas, la preocupación me consumía.
—¿Qué es lo que me están ocultando? Los oí hablar —mi voz se quebró, la frustración y el miedo se entrelazaban en mi súplica por la verdad.
—Valeria, la certeza aún nos elude, pero tememos que tu padre... puede que ya no esté entre nosotros —la voz del Gran Sacerdote era un susurro cargado de un dolor no expresado, revelando una verdad que ninguno de nosotros deseaba enfrentar.
Me derrumbé sobre mis rodillas, las lágrimas caían como gotas de lluvia sobre el suelo frío, cada una un reflejo de la tristeza que me invadía. El silencio se cernía sobre la sala, solo interrumpido por el crujir melancólico de la fogata, cuyas llamas danzaban al compás de mi desesperanza. Mientras tanto, el sol comenzaba a ocultarse tras la ventana, sumiendo la habitación en una penumbra que parecía sincronizarse con la tristeza que se apoderaba de mi alma.
—Debe ser mentira —dije entre lágrimas, la voz quebrada por la emoción.
—¡Debe ser una mentira! —grité, permitiendo que el llanto fluyera libremente, mientras la realidad de las palabras del Gran Sacerdote se asentaba como una losa sobre mi corazón.
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Valeria: Demon Hunter
ActionEn un mundo asolado por la guerra y seres sobrenaturales, Valeria, una cazadora de demonios, lucha por la supervivencia y la protección de los inocentes, con la ayuda inesperada de Ren, su compañero de infancia y guerrero habilidoso. Juntos, enfrent...