8. Capítulo

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KIM DEAN

Ahí me encontraba, en la casa de mi hermano con él delante de mí, esperando a que me diera alguna respuesta. Por un momento, las goteras llenaron el silencio. Me bastó su silencio para saber que había acertado. Una oleada de sentimientos me penetró brutalmente y apreté los puños.

—Dime —ordené—, ¿Ganas el dinero dando solo masajes o vendiendo tu cuerpo a ese boxeador?

—Yo...

—¡¿Te has vuelto loco?! ¡¿Tienes la menor idea de en dónde te has metido?! —grité mientras le agarraba de los hombros y lo sacudía—. ¡Sabes muy bien que yo te daré el dinero que necesites! Pero, vender tu cuerpo... Él no es una buena persona.

—¿Por qué te pones de esta manera? —preguntó zafándose de mi agarre—. ¿Por qué actúas así cuando tú haces lo mismo? ¿Qué más te da lo que haga con mi vida? ¡No eres más que un prostituto!

Oír esas palabras salir de la boca de la persona que más quería me destrozó el alma, me hizo sentir el chico más desgraciado e indignante del planeta. Sentí mi corazón desquebrajarse en millones de partículas. Me llevé la mano al pecho y cerré el puño apretando mi sudadera reprimiendo las terribles ganas que tenía de llorar. En seguida vi el arrepentimiento en los ojos de mi hyung.

—Sí, soy un sucio prostituto que tiene sexo con cualquiera, pero, ¿Tienes idea de lo horrible que es tener que aguantar que te traten como si fueras un objeto sin que les importen tus sentimientos? ¿Sabes lo duro que ha sido para mí estar en este negocio? ¿Crees que hago esto porque un día me levanté y dije "Hoy me apetece ser una puta"? Abandoné los estudios porque el dinero que teníamos no llegaba para pagar la universidad de ambos, me convertí en lo que soy para que tú pudieras cumplir con tu sueño. ¿Por gracias a quién crees que conseguiste ese trabajo en el hospital? —miré a mi hermano, quería que supiera lo dolido que me sentía.

—Lo siento, no quería...

—Da igual... —me di la vuelta—. Haz lo que quieras, ofrécele tu agujero a ese boxeador o a cualquiera que te ofrezca dinero a cambio. Independientemente de lo que hagas, pienso pagar los medicamentos y el tratamiento de nuestra abuela.

Cerré la puerta de un portazo y me fui del lugar. Muchas personas me habían llamado puta, muchas veces fui tratando como la mismísima mierda y muchas veces me habían hablado pero que Dan, pero no podían dejar de sentirme dolido. Mi corazón palpitaba fuertemente como si quisiera salir e irse lejos y escapar de la realidad.

Después de tener aquella discusión con Dan, no tenía suficiente ánimos como para presentarme en el club, me arriesgaba a que el jefe se enojara conmigo, pero lo único que me apetecía hacer era despejar mi cabeza de todo: de mi trabajo, de mi hermano, de mi abuela, de ese bastardo Joo Jaekyung.

Permití que mis piernas caminaran hacia donde ellas quisiesen. Llegué a la cafetería donde Dong-Gyun y ese rubio chillón trabajaban. Entré y me senté en una mesa esperando a que alguien me atendiera. De repente, una taza de café apareció delante de mis ojos y alcé la cabeza para encontrarme con el amigo de DG.

—Este café invita la casa.

—¿Por qué? —pregunté anonadado.

—Porque tu cara está tan girs que hasta a un niño de cinco de años le entrarían ganas de colorearlo.

—Gracias.

Pensé que se iría y que me dejaría en paz bebiendo el café que seguramente contendría alguna sustancia tóxica o algún tipo de veneno, porque sabía perfectamente que no le había caído bien después de lo que le hice, pero se quedó quieto mirándome con el ceño fruncido y con una mano en la cadera.

EL HERMANO PROSTITUTO DE KIM DANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora