Ilenko.
La muerte de Sasha está latente en el salón impregnado del dulce olor del incienso.
La partida de mi hermana me pesa como si fuera ayer y el tronar de las balas late en mis oídos todavía. La imagen de esa perra disparando sin ningún tipo de piedad.
«Mi clan está en riesgo por ella, por la puta maldición que carga en los ojos la cual enceguece a todo el que la mira, pero no a mi»
Yo sé lo que es y por ello me apetece empalarla en el centro de Moscú, pero primero haré que le pese la sangre de Sasha pagándole con la misma moneda.
Ella manipula con un arma llamada seducción y la mayoría de los clanes del mundo la respetan tanto al punto de rendirle pleitesía.
«Rachel James». Soldado, agente y teniente destacado de la rama judicial más poderosa del planeta.
Su nombre me enfurece mientras observo la ruleta que está frente a mi. Dicha ruleta alberga dos fotos de las perras que tiene como hermana.
Camino como un león enjaulado evocando como la gran ramera usó mi organizacion para matar a sus enemigos.
«— Hoy el león le sirvió a la gacela, Ilenko Romanov...» Me metió en su juego por mero capricho haciéndome quedar en ridículo.
Una James usando la cabeza de la mafia más sangrienta de la tierra a su favor. Se ha metido con mi negocio y nuestro último cara a cara me ha reiterado lo peligrosa que es.
Fijo los ojos en mi primogénito que espera impaciente, Vladimir Romanov, con 20 años ya está mentalizado a ser uno de los grandes. Lo tuve a los 16 años y lo he moldeado queriendo que su nombre sea igual de temido al mío.
—Esta prohibido equivocarse en esto —advierto— Es ahora o ahora y no voy a descansar hasta que no le pese todo lo que ha hecho.
—Tu solo ordena y yo obedeceré —afirma.
Un leve movimiento con la cabeza lo pone a girar la ruleta mientras yo cargo la Makárov que uso como arma de fuego, empuño el mango de plata dando varios pasos atrás.
¿Qué es lo que más duele? «La familia» Y por ese sendero va encaminada mi venganza.
La ruleta sigue girando mientras apunto con firmeza detallando el movimiento constante que rota con las dos fotos. Mi dedo toca el gatillo y la bala sale disparada deteniendo el juego con un tiro certero que elige y marca a mi próxima víctima. Mi hijo se posa frente a mi reparando la imagen atravesada por el proyectil.
—Emma James Mitchells —comenta.
No me gusta el guiño del destino, quería a la otra que parece ser una pieza más valiosa. Esta es una sarnosa de 18 años que no tiene relevancia ni pinta de buen futuro. Me acerco a detallar la foto, tiene los pies metidos en un lago y el cabello suelto sonriéndole al sol con unos lentes oscuros.
—Es la nueva presa y el león tiene ganas de comer —se deleita Vladimir.
Meto los dedos en mi cabello lidiando con la euforia que desata la sed de venganza. «Quiero a toda esa familia destruida» El destino eligió y la rata menor ya está condenada a la hoguera.
—Ve por ella — exijo.
—Como demandes, padre.
Vladimir atraviesa el salón erguido y con el cabello trenzado a lo largo de la espalda. Compartimos los mismos rasgos nórdicos de nuestro apellido cargando una melena la cual es sinónimo de poder desde tiempos ancestrales.
Yo no soy un cualquiera, soy la cabeza de todas las organizaciones criminales de Bratva. El mundo tiene más clanes, pero yo soy el soberano de la mafia roja.
Cierran la puerta y sigo viendo la ruleta, hace muchos años hubo una vieja profecía la cual narra la lucha de un demonio, un Dios y una bestia. Se dice que solo el legado de dos puede preceder en la tierra y yo hago parte de esa leyenda.
Vengo del Dios, mis enemigos cargan la sangre de la bestia y el demonio. Mi nombre está escrito en el testamento del inframundo.
Soy rey, amo y ejecutor. Por ello debo destruir la amenaza que las James son para mi apellido ya que ellas también están escritas en esa vieja biblia con olor a azufre.
Se dice que las James tienen sangre de ninfa porque su embrujo ha pasado barreras nunca antes vistas. La teniente me lo ha demostrado, por ello la detesto y quiero acabar con la maldita sangre que no hace más que arrodillar a los grandes.
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