La rutina diaria en la Universidad de Verona continuaba, pero para Valeria, había cambiado de manera sutil pero significativa desde su encuentro con Adrián. Ella ahora se encontraba pensando en él con frecuencia, preguntándose qué secretos ocultaba detrás de su mirada fría y reservada. Valeria sabía que debía concentrarse en sus estudios de psicología, pero la intriga que Adrián despertaba en ella era algo que no podía ignorar.
Adrián, por otro lado, trataba de mantener su vida lo más normal posible. Su vida académica seguía siendo una fachada cuidadosamente mantenida, una distracción de la realidad más oscura que acechaba fuera de las paredes de la universidad. A pesar de sus mejores esfuerzos, no podía dejar de pensar en Valeria y en cómo ella parecía ver más allá de su exterior imperturbable.
Una tarde, mientras Valeria caminaba por el campus hacia la cafetería, vio a Adrián sentado solo en una mesa, absorto en un libro. Decidió que era una buena oportunidad para acercarse a él nuevamente.
—Hola, Adrián —dijo, deteniéndose junto a su mesa—. ¿Puedo sentarme contigo?
Adrián levantó la vista, sorprendido pero sin mostrarlo.
—Claro —respondió, cerrando su libro y haciéndole espacio.
Valeria se sentó y, por un momento, ninguno de los dos supo qué decir. Finalmente, Valeria rompió el silencio.
—¿Qué estás leyendo? —preguntó, señalando el libro cerrado.
Adrián miró el libro y luego a Valeria.
—Es un libro sobre teoría de circuitos. Es parte de mi proyecto de fin de curso —dijo, tratando de sonar casual.
Valeria sonrió, impresionada.
—Eso suena complicado. Debes ser muy inteligente para entender esas cosas —dijo sinceramente.
Adrián se encogió de hombros, no acostumbrado a recibir cumplidos.
—Es solo cuestión de práctica y dedicación —respondió modestamente.
Mientras hablaban, Valeria se dio cuenta de que Adrián era más accesible de lo que aparentaba. A medida que la conversación avanzaba, ella le contó sobre sus propias experiencias y su pasión por la psicología. Adrián, aunque reservado, escuchaba con interés.
—¿Por qué psicología? —preguntó finalmente Adrián, genuinamente curioso.
Valeria se tomó un momento para pensar antes de responder.
—Siempre me ha fascinado cómo funciona la mente humana. Creo que es importante entendernos a nosotros mismos y a los demás. Además, quiero ayudar a las personas a superar sus problemas y a vivir vidas más felices —explicó con entusiasmo.
Adrián asintió, admirando su pasión y determinación.
—Es una razón noble —dijo—. No mucha gente tiene una meta tan clara.
Valeria sonrió, sintiendo que estaba rompiendo lentamente la coraza de Adrián.
—Gracias. ¿Y tú? ¿Por qué ingeniería? —preguntó.
Adrián se quedó en silencio por un momento, como si estuviera considerando cómo responder.
—Supongo que siempre he sido bueno con los números y las máquinas. Es algo que puedo controlar y entender, a diferencia de... otras cosas en la vida —dijo finalmente, sus palabras cargadas de un peso que Valeria pudo sentir.
Antes de que Valeria pudiera profundizar más en el tema, su teléfono sonó. Era su madre, preguntando si podía pasar por casa más tarde. Valeria se disculpó con Adrián y se levantó para irse.
—Fue agradable hablar contigo, Adrián. Espero que podamos hacerlo de nuevo pronto —dijo, sonriendo.
Adrián asintió, aunque no dijo nada. Valeria se despidió y se alejó, dejando a Adrián solo con sus pensamientos. Mientras la veía irse, no podía evitar sentir un creciente deseo de conocerla mejor, a pesar de los riesgos que eso implicaba.
A lo largo de las siguientes semanas, Valeria y Adrián continuaron encontrándose en el campus. Cada encuentro era breve, pero cada vez más significativo. Valeria sentía que estaba comenzando a entender a Adrián, aunque todavía había muchas capas que no había logrado penetrar. Por su parte, Adrián luchaba con sus sentimientos, sabiendo que permitir que alguien se acercara era peligroso, pero no podía evitar sentirse atraído por la calidez y la sinceridad de Valeria.
Un día, mientras Valeria estaba en la biblioteca estudiando para un examen, recibió un mensaje de texto de Adrián. Era la primera vez que él se comunicaba con ella de manera tan directa, y su corazón dio un vuelco al leerlo.
—¿Te gustaría tomar un café después de tus clases? —decía el mensaje.
Valeria sonrió y respondió rápidamente.
—Claro, me encantaría. Nos vemos en la cafetería a las cinco.
El resto del día pasó lentamente para Valeria. Estaba emocionada y nerviosa a la vez. Cuando finalmente llegó la hora, se dirigió a la cafetería, donde encontró a Adrián esperándola en una mesa cerca de la ventana.
—Hola, Adrián —dijo Valeria, sentándose frente a él.
—Hola, Valeria —respondió Adrián, ofreciendo una pequeña sonrisa.
Pidieron sus bebidas y comenzaron a hablar. Esta vez, la conversación fluyó con más facilidad. Hablaron de sus familias, sus aspiraciones y sus miedos. Valeria compartió historias divertidas sobre su infancia, mientras que Adrián reveló pequeños detalles sobre su vida que nunca había compartido con nadie más.
—Debe ser difícil para ti, llevar todo eso dentro y no poder hablar con nadie al respecto —dijo Valeria en un momento, refiriéndose a la presión de ser el hijo de un mafioso.
Adrián asintió, sintiendo una extraña mezcla de alivio y vulnerabilidad.
—Lo es. A veces siento que estoy viviendo una doble vida. La universidad es mi refugio, pero siempre hay una parte de mí que está en alerta, esperando que todo se derrumbe —admitió.
Valeria extendió una mano y la colocó sobre la de Adrián.
—No estás solo, Adrián. Puedes contar conmigo —dijo, mirándolo a los ojos con sinceridad.
Adrián sintió una ola de emociones que no podía describir. La calidez de la mano de Valeria sobre la suya era reconfortante, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió creer que podría haber un futuro diferente para él, uno donde no estuviera tan solo.
La conversación continuó hasta que el sol comenzó a ponerse, y la cafetería se llenó de la suave luz del atardecer. Cuando finalmente se despidieron, ambos sintieron que algo había cambiado entre ellos. Adrián caminó de regreso a su residencia con una ligera sonrisa en su rostro, mientras Valeria se dirigía a casa con el corazón lleno de esperanza.
La sombra del padre de Adrián y la constante amenaza de la policía eran obstáculos que tendrían que enfrentar juntos. Pero, en ese momento, decidieron centrarse en lo positivo y seguir explorando lo que podrían significar el uno para el otro.
Esa noche, Adrián se acostó en su cama y miró al techo, reflexionando sobre todo lo que había sucedido. Valeria había comenzado a derribar sus muros y, aunque sabía que era peligroso, no podía evitar sentirse agradecido por ello. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió soñar con un futuro donde no estuviera atrapado por las decisiones de su padre.
Mientras tanto, Valeria también estaba en su cama, pensando en Adrián. Sabía que había mucho más por descubrir sobre él y estaba dispuesta a tomar el riesgo. Sentía que había algo especial en él, algo que valía la pena explorar, incluso si significaba enfrentar dificultades en el camino.
Ambos se durmieron con la sensación de que su destino estaba entrelazado, listos para enfrentar los desafíos que vinieran, siempre y cuando estuvieran juntos.
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Enredos Del Destino
Teen FictionAdrián Rossi y Valeria Martín, él oculta sus sentimientos y su verdadera identidad y ella se ve atraída por el enigmático Adrián, sintiendo que hay mucho más detrás de su mirada distante. En "Enredos del Destino", el amor y el peligro se entrelazan...