I LOVE YOU, BOY | YOONMIN [COMPLETA]

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Capítulo 4: Instinto.

Jimin observó con atención, sus ojos siguiéndolo en cada movimiento mientras Yoongi salía de la habitación. La presencia del alfa lo intrigaba, pero había algo más, algo en el aire cargado de una sensación indefinible.

No era solo el hombre—era el eco de algo más profundo, un llamado sutil que no podía ignorar.

Pasaron unos segundos antes de que el alfa regresara.

Pero esta vez no venía solo.

En sus brazos, envuelto en una manta ligera, un pequeño bebé lloraba, su llanto suave y quebrado, como si el agotamiento estuviera venciendo su necesidad de ser escuchado.

Jimin contuvo el aliento, su omega reaccionando con una sacudida repentina en su pecho.

El alfa caminaba con pasos cuidadosos, su mirada fija en el bebé mientras le murmuraba palabras suaves, intentos desesperados por calmar su dolor.

—Shh, tranquilo, papá está aquí —susurró Yoongi, sus labios rozando con ternura la cabeza del pequeño. El roce de su piel contra la del niño era casi reverente, como si en ese gesto estuviera depositando todo el amor que aún guardaba en su corazón.

Jimin no pudo apartar la vista.

Cada músculo de su cuerpo se tensó cuando Yoongi se acercó lentamente, notando su curiosidad. No había miedo en ese momento, solo incertidumbre, solo la necesidad de entender.

Y entonces, lo vio.

El pequeño estaba frágil.

Demasiado frágil.

Un nudo doloroso se formó en el estómago de Jimin cuando sus ojos recorrieron la delicadeza extrema del bebé. Sus bracitos apenas tenían carne, su piel pálida y translúcida dejaba ver las costillas debajo, afiladas contra el vacío de su cuerpo. Sus labios secos y agrietados hablaban de una lucha constante, de un sufrimiento persistente que no debería existir en alguien tan pequeño.

Su omega interior aulló con tristeza, un lamento que no podía expresar en palabras, pero que sintió con una intensidad abrumadora en su pecho.

—Dios mío, ¿Qué le ha pasado? —preguntó, su voz un susurro lleno de angustia.

Extendió una mano temblorosa, queriendo tocarlo, querer asegurarse de que aún estaba ahí, pero se detuvo, como si el más mínimo contacto pudiera hacerle daño.

Yoongi exhaló con cansancio, su expresión endurecida con el peso de una tristeza que nunca lo abandonaba.

—Está enfermo desde que nació.

Sus palabras pesaban en el aire, cada sílaba una daga.

—Mi esposa... —Hizo una pausa, su garganta trabajándose en un intento de tragar el dolor—. Ella murió unas semanas después de que Jihoo viniera al mundo.

Silencio.

Jimin sintió el impacto de esas palabras perforarlo.

No había forma de prepararse para algo así.

Un niño que nunca conoció a su madre.

Un alfa que tuvo que enfrentarse a la pérdida demasiado pronto.

Un bebé que nunca volvió a alimentarse correctamente.

Los ojos de Jimin se llenaron de una emoción cruda, algo más allá de la compasión. Era el reconocimiento del dolor compartido, el entendimiento de una pérdida que solo aquellos que han vivido en la sombra pueden comprender.