I LOVE YOU, BOY | YOONMIN [COMPLETA]

50

Capítulo 50: Necesidad.

Los semanas posteriores a su reencuentro parecían desarrollarse en un bucle. Yoongi llegaba todas las mañanas con Yena y Jihoo, dejando a los niños al cuidado de Jimin antes de irse al trabajo. Jimin, por su parte, dedicaba todo su tiempo a cuidarlos, a hacerlos jugar, y a disfrutar de cada momento con ellos. Después de tanto tiempo separados, estos días se sentían como un regalo. Cada sonrisa, cada carcajada, cada palabra de Yena y cada balbuceo de Jihoo llenaban su corazón de una paz que creía perdida. Le encantaba ver cómo Minju, aunque aún tan pequeña, comenzaba a ser parte de ese vínculo especial con sus hermanos. Todo parecía empezar a encajar nuevamente, aunque sabía que bajo esa rutina cotidiana aún existían muchas heridas sin sanar.

Ese día, en particular, Jimin notó que Jihoo no estaba tan animado como de costumbre. Mientras Yena y Minju dormían, el pequeño se acurrucó en sus brazos, mirándolo con ojos brillantes y una expresión que parecía pedir algo que Jimin no lograba descifrar. Lo abrazó con ternura, dejando un beso en su frente mientras lo mecía suavemente, esperando que el cansancio lo venciera. Jihoo, a diferencia de sus hermanas, era un niño que necesitaba más tiempo para relajarse y rendirse al sueño, pero Jimin no tenía prisa. Solo quería que se sintiera seguro y amado.

El sonido del timbre lo sacó de su ensimismamiento. Miró el reloj, sorprendiéndose al notar que ya pasaban las diez de la noche. Yoongi solía llegar mucho antes. Con Jihoo todavía en brazos, se dirigió a la puerta y la abrió.

—Perdón por la demora —dijo Yoongi al instante, su tono lleno de sinceridad y cansancio—. Seoyeon no se sintió bien, y tuve que encargarme de reorganizar todo en el trabajo.

Jimin asintió sin decir nada, aunque sus ojos transmitían que no estaba molesto. Nunca le había importado cuánto tiempo tardara Yoongi. Lo único que le inquietaba era la posibilidad de que algo malo hubiera pasado.

Yoongi miró rápidamente a su alrededor. Sus ojos se posaron en las niñas, profundamente dormidas en el sofá, y luego en Jihoo, que parpadeaba lentamente en los brazos de Jimin, al borde del sueño.

—¿Crees que puedas hacerlo dormir? —preguntó con un tono más bajo, como si temiera despertar a los demás—. Es un buen momento para que hablemos.

Jimin asintió de nuevo, meciendo suavemente al pequeño mientras le susurraba palabras tranquilizadoras al oído. Pasaron varios minutos en silencio, pero finalmente Jihoo suspiró profundamente y cerró los ojos. Jimin esperó un poco más antes de levantarse con cuidado y llevarlo al cuarto donde Yena ya dormía. Lo acostó a su lado, cubriéndolo con una manta y observando su pequeña nariz fruncirse ligeramente mientras se acomodaba. Ese gesto era idéntico al que hacía Minju cuando estaba incómoda y, sin poder evitarlo, Jimin sonrió al darse cuenta de cuánto se parecían ambos a su padre. Un calco perfecto.

Suspiró profundamente antes de salir de la habitación y dirigirse hacia el balcón, donde vio a Yoongi esperando. La noche era fría, y el viento golpeó su rostro en cuanto cruzó la puerta corrediza. Jimin se abrazó a sí mismo, intentando darse algo de calor mientras esperaba a que Yoongi hablara.

El alfa fue el primero en romper el silencio.

—He estado pensando en muchas cosas últimamente —comenzó, su voz baja y grave, cargada de un peso emocional que era imposible ignorar—. Sobre todo en lo que pasó entre nosotros y en cómo lo manejé.

Yoongi hizo una pausa, sus ojos fijos en algún punto lejano de la ciudad iluminada. Jimin no dijo nada, permitiéndole encontrar las palabras adecuadas.

—Cuando las cosas comenzaron a cambiar entre nosotros, cuando… tú y yo empezamos a acercarnos más, me sentí confundido. Mi mente no dejaba de decirme que era demasiado pronto para sentir algo, que no debía permitirme tener esos sentimientos porque… porque ella acababa de morir. Pero mi lobo no pensaba lo mismo. Mi lobo sabía que estaba haciendo lo correcto contigo, que tú eras… bueno, tú eras lo que necesitaba.