Capítulo 2 El Chacal

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Bañado en sudor y con rasguños esparcidos por el cuerpo, Mariano despertó súbitamente de una pesadilla, se encontraba desorientado y con un sabor acre en la boca, lo primero que hizo fue ir a la cocina por un vaso de agua a tratar de quitarse el mal sabor de boca y despejarse un poco, Fray Nicolás no se encontraba ahí así que Mariano decidió ir afuera por aire fresco y comenzar a barrer la entrada antes de que amaneciera para lo cual ya faltaba poco, al cruzar la pesada puerta hacia el patio exterior Mariano pudo disfrutar del magnífico espectáculo de colores que le brindaba la alborada de esa mañana, púrpuras difuminados en naranjas brillantes haciendo do contraste con los destellos amarillos de los rayos del sol que se asomaba lentamente por el horizonte, disipando las brumas que se habían condensado durante la noche, gracias a la demostración del poder de la naturaleza que Mariano tubo la gracia de contemplar la tarea de barrer le fue sumamente agradable, una vez terminado de recoger las hojas y tierra que juntó, se dispuso a alzar la escoba y el recogedor para regresar a la cocina a ayudar a Nicolás, que muy seguramente ya lo estaba esperando para preparar juntos el desayuno de los hermanos y los niños de la escuela.

Cuando terminaron el desayuno y Mariano lavó los platos dejando por concluidas sus tareas matinales, se dispuso a buscar a Fray Lorenzo para contarle la pesadilla que tuvo durante la noche. El Abad se encontraba en su oficina revisando los libros de cuentas cuando Mariano tocó a su puerta.

- ¡Adelante! - se le oyó decir al Abad. Mariano despacio abrió la puerta asomándose con un poco de cautela. - ¿Se encuentra ocupado Fray Lorenzo?, Quisiera tener unas palabras con usted. - ¡Mariano! Adelante, pasad, ¿en qué os puedo ayudar?... contadme. - Mariano con algo de temor por lo que pudiera pensar el Abad sobre su sueño, trató de explicar con el mayor detalle posible lo que soñó la noche anterior. – Quisiera contarle el sueño que tuve porque me pareció muy extraño y pienso que puede ayudar con los estudios que está usted realizando, recuerdo empezar a soñar con oscuridad y olor a humedad, recuerdo estar caminando al exterior porque se podía admirar él cielo estrellado y estaba muy frio, la luz de la luna dejaba de iluminar por momentos cuando las escasas nubes que manchaban la vista se interponían cubriéndola algunos instantes, recuerdo sentir una necesidad extraña, algo parecido a tener hambre, tenía un curioso sabor en la boca y recuerdo salivar mucho, como si fuera un perro con mucha sed, sacándome de ese recogimiento me llega un olor dulzón que me pone alerta y sin pensarlo me pongo en 4 patas y corro por entre la yerba, hacia donde se originaba el olor, la excitación que me produjo la carrera intensificó la sensación de hambre que ya tenía, al estar cerca de lo que producía ese olor me detuve, con cautela me acerco a la orilla de un declive, por el sonido del agua corriendo entre las piedras supe que era un rio lo que se encontraba adelante, a la orilla se encontraba una pareja jugueteando íntimamente sobre una manta, desde esa distancia pude distinguir con más fuerza el dulce aroma, embriagante y que me enloquecía necesitaba saciar esa necesidad que imperaba en mi estómago, no podía reprimirlo, sabía que no estaba bien lo que hacía que debía irme de ahí y dejar a la pareja en paz, pero mis instintos me lo impidieron, mi hocico comenzó a salivar cada vez más y me lancé enloquecido, solo podía pensar en saborear la carne, escuchar el sonido que producen los huesos al partirse entre los dientes, la sangre tibia manando a borbotones al hincar los dientes, y la excitación que producía la caza, al estar a unos cuantos pasos sobre la pareja se sobresaltaron por el súbito aparecimiento, me detuve por un momento frente a ellos mostrando los dientes y saboreando el tentador aroma que produce el miedo, el hombre que mostraba su torso desnudo vestido raquíticamente solo por la parte baja del cuerpo, se interpuso entre la mujer que ya se mostraba asustada y se aferraba temerosamente las ropas que apenas la cubrían y yo, sin vacilaciones me lance sobre él dejando que la mujer huyera, la fuerza que demostró mi adversario era de cuidado, me asestó un puñetazo en el costado cuando ataqué una de sus manos, por lo que la tuve que soltar, sin vacilación arremetí a su estómago dejando saborear a mis dientes la carne blanda y permitiendo a la dulce sangre comenzar a manar de la herida, en consecuencia sus dos manos se dirigieron a tapar la herida y a desplomarse en el suelo, aprovechando la oportunidad me abalancé sobre su cara con mis garras por delante, hiriendo sus ojos para que se le dificultara el contraataque, finalmente me decidí acabar con el mordiendo el cuello hasta asfixiarlo, pude beber a borbotones la sangre que fluía por sus venas hasta saciarme y dejar el cuerpo abandonado. Recuerdo poco de cómo me fui de ahí, solo recuerdo estar boca arriba en medio del llano contemplando las estrellas, satisfecho por la comida de esa noche. – Mariano hizo una pausa prolongada, con la mirada hacia el piso y después de un instante prosiguió con amargura. - ¿Qué opina?, ¿cree usted que ese sueño signifique algo? – a lo que el Abad pensativo le contesta. – No lo sé, tendremos que ver si vuelves a tener algún sueño así, por el momento podríamos decir que tienes ansiedad y se puede estar reflejando en tus sueños, hacedme el favor de venir a contarme si tenéis otro sueño como este. – Mariano se quedó un momento ensimismado y después le contestó – Como usted diga Fray Lorenzo, vendré a contarle sobre mis sueños si son el de anoche. – Mariano se puso de pie y salió de la oficina del Abad con una leve reverencia y cerrando la puerta detrás de él. – No pude decirle que yo amanecí cubierto de rasguños y sangre entre las uñas, creo que eso es algo que no debería contarle a nadie. – Mariano se encaminó de nuevo a la cocina para ver si Fray Nicolas ocupada de su ayuda. Cuando llegó a la cocina no encontró al fraile, pero si a uno de los niños de la escuelita, el cual le informó que Fray Nicolas había ido al pueblo a buscar algunas cosas que le faltaban para hacer la comida, apuró un vaso de agua que tenía entre las manos y salió corriendo de la cocina. Mariano decidió entonces dirigirse al huerto, igual también podía ayudar ahí, aún era buena hora para regar, el sol aún no se encontraba muy alto.

El Paciente Ochenta y CincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora