Creep

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MIGUEL

Hoy se supone que viene el nuevo secretario, espero que no me mezcle el papeleo que tuve que ordenar por dos horas.

Hacer el trabajo del secretario es una mierda, estuve desde el miércoles haciendo el puto trabajo del que renunció.

-Hey, Mimi- saludó la idiota de Stella nombrandome con ese estúpido apodo.

Stella es mi amiga desde que somos niños, me defendía de las constantes burlas de los otros niños. De pequeños hicimos la promesa de que trabajaremos juntos a pesar de todo, y acá estamos.

Creo que debo admitir...ella apacigua un poco mi soledad.

Aunque es medio anormal al juntar dos personas del mismo género. ¿Cómo se llamaba? ¿Fujoshi?

-¿Cuantas veces te he dicho que no me llames así?, ¿acaso eres retrasada?- murmuré, molesto.

-¿Llegó el nuevo?- preguntó, ignorando mi pregunta.

-¿Ves a alguien más acá, ciega?- repliqué seriamente.

-Bueno, sólo preguntaba, no era para que te pongas de llorón.

-Aún no llega, se suponía que llegaba hace dieciséis minutos- respondí por fin, viendo mi reloj.

Este down tenía el grave problema de llegar tarde.

-¿Y aún no le mandas un mensaje de despido? Qué raro de tu parte- preguntó con cierta con confusión.

Tenía razón, normalmente si los nuevos llegaban máximo cinco minutos tarde, los despedía. No me era beneficioso tener a alguien que llega tarde a todo.

Pero no sé porque estoy esperando como idiota en mi oficina sin hacer nada.

Regresé a la realidad cuando me dí cuenta de que Stella me estaba mirando.

-¡Heyy, Mimi! Despierta, cabeza dura.- Me sacudió de una manera muy agresiva, sentía como mi cerebro se batia y mis lentes se caían.

-¡¿Qué te pasa, idiota de mierda?!- exclamé, molesto.

Ella lo único que hizo fue apuntar hacia atrás, dónde estaba la puerta, seria.

Carajo, el nuevo está en la puerta.

Viendo el berrinche que estaba haciendo.

Qué vergüenza. No sé por qué, pero qué vergüenza.

-Mmh, buenos días, disculpa la demora, es que mi alarma se dañó- murmuró, nervioso.

Portaba una camisa blanca arremangada arrugada, unos pantalones azul marino en el mismo estado y zapatos negros de vestir sin lustrar.

Se nota que se quedó sin tiempo.

-Llegas diecinueve minutos tarde, en el primer día- repliqué, muy serio.

-Y por ser el primer día, debería dejarlo pasar- repuso él, bastante tranquilo, como si fuera broma. ¿Qué se cree?

-Debería no dejarte pasar.

Vi como su sonrisa desaparecía y su miraba se tornaba seria, acompañada de un semblante sombrío. Un escalofrío pasó por toda mi espalda, como un cosquilleo. De nuevo, no sé por qué.

Nos quedamos mirando seriamente por unos segundos. La tensión se podía cortar con una tijera.

Stella me miraba y luego lo miraba a él, como si estuviera presenciando un partido de tenis y siguiendo la pelota de un lado a otro.

-Bueno- dijo ella al fin, en un intento de calmar el ambiente-. ¿Qué tal si le muestras lo que debe hacer, para que se familiarice un poco?

No dije nada, solo asentí fríamente, sin despegar la mirada de los ojos de Luis.

Desde El Último Piso (Papulince X Panafresco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora