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Sana estaba viviendo probablemente, su peor pesadilla.
Estar en un lugar público viendo a omegas con cuerpos delgados y curvilíneos, justo cómo lo tenía ella antes al suyo; pero gracias a su absurdo descuido, aumentó dieciocho kilos en tan solo dos meses. Dos meses en dónde se la pasó comiendo comida chatarra como todo un cerdo cada día de las semanas.
Se abrazó su propia cintura para tapar su pancita gordita, la cuál rugía debido a que su mirada paró en una pequeña pastelería, en dónde en la vidriera se podía ver diferentes tipos de postres cargados de crema, chocolate, diferentes tipos de frutas exóticas y de más.
Uh, otra vez no.
Sana desvío su mirada al suelo, mientras bajaba más su crop top para intentar cubrir su estómago, dolía. Le dolía estar pensando irracionalmente y que su sentido de cerdito le pidiera a gritos que coma algo.
¿Dónde está Tzuyu?
Tzuyu está sacando dinero del banco, pues hoy salieron especialmente porque Chou quería consentir a su omega, pero se quedó charlando con una beta y a la pobre Sana le dolía más eso.
Contando con sus incrementadas inseguridades y con que esa beta tenía un bello cuerpo, no podía controlarse a sí misma, necesitaba algo para tranquilizarse.
Comida.
¡No, comida no! ¡no puedo!
Ya estás demasiado gorda, comer más no te hará nada malo.
Pero no quiero engordar más...
Tan solo serán unos kilitos más.
La omega estiró su cabello y lo aplastó entre sus manos, obsesionarte con tu peso era una cosa muy severa. Tu lado obsesivo y tu lado irracional te dan malas jugadas y te estresan a un punto en el que explotas en llanto, como Sans ahora sí no estuviera en un lugar público.
Dirigió su mirada hacía los vidrios transparentes del banco, viendo cómo su alfa guardaba el dinero en su billetera mientras que la chica seguía contándole algo. Algo que no le interesaba para nada.
"Sólo será un postre", resonó en su cabeza.
Pudo escuchar como un conocido "ting ting" sonó a su alrededor, su alfa salió con una sonrisa reluciente y en el momento de pánico, soltó su cabello y bajó sus manos sudadas a sus muslos y empezó a apretar mientras miraba el piso.
—¿Sucede algo, cariño?— preguntó la recién llegada, posando una de sus manos sobre las de Sana.
—Estoy bien, pero... ¿podríamos ir a-?— estaba por decir para ir a esa pastelería, pero sintió como sus palabras se cortaron al recordar cuando pesaba.
Aún recuerda como la cifra "88" se posaban orgullosamente en esa maldita máquina.
—¿Pequeña? ¿A dónde quieres ir?— cuestionó la alfa, con la intriga de saber a dónde quiere ir su linda omega.