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Rápidamente, pasaron dos meses.
Dos meses en dónde la pareja llegó a la conclusión de tomarse su tiempo hasta que Sana se sienta mejor consigo misma. Dos meses de terapia y la dulce omega se sentía como nueva. Despejó muchas cosas de su mente, cosas que le hicieron mal por mucho tiempo, y ahora que se encontraba mejor por fin podría hablar con su querida alfa.
En esos dos tortuosos meses la omega eliminó cualquier clase de contacto con la alfa, como trataba de concentrarse más en si misma, prefirió no hacer las cosas más difíciles; no quería echar a perder su relación con Tzuyu, ella era como un sueño, la chica más bonita que sus grandes ojitos pudieron haber visto. Aparte de ser tan hermosa físicamente, Chou la cuidó y amó hasta lo que esta le permitió, aparte de respetar todas sus decisiones, hasta su leve ruptura.
Mientras que Sana asistía a sus citas con su terapeuta, la alfa trabajaba y trabajaba para conseguir dinero, dinero para gastar tanto en ella como en su omega cuando esté mejor. Se esforzó demasiado tan solo por su pequeña niña de hermosa sonrisa, obviamente necesitaba verla. no entiende como es que pudo soportar dos meses sin poder aplastar sus mejillas azucaradas, o besar sus suaves labios y dormir acurrucados en cucharita.
Las dos se necesitan demasiado como para estar alejadas.
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La azabache salía de una de sus últimas sesiones de terapia, su objetivo era ir a su anterior casita y dirigirle la palabra a su alfa de una vez por todas. Cuando estaba comenzando la ya mencionada terapia, alquiló un pequeño departamento solo para ella.
Y ahora podría verla.
Y eso a la omega le provocaba maripositas.
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Ya fuera de su antiguo hogar, golpeteo levemente está, tan solo para revelar la gran silueta de un cuerpo femenino, la chica la cual hacía llamar "alfa" o "su lugar seguro". Esta la recibió con una cálida sonrisa y se hizo a un lado para que pueda ingresar, los adentros de la casa mantenía esa deliciosa combinación de su aroma combinado con el de Tzuyu.
Mientras que Sana olía a dulce de leche y frutillitas, Hee olía a menta y chocolate amargo. Creaban una bella armonía en el lugar.
Mientras que la menor inspecciona el lugar, Chou muere de los nervios y muerde sus uñas con fervor, Sana tan solo pidió tiempo, y si no mejoró durante esos dos meses probablemente solo vino a darle fin a su relación. Ella solo espera que eso no suceda, ama cuidar a la azabache, más cuando está en su espacio pequeño, ama consentirla, cuidarla, protegerla.
— Chewy... — llamó Sana. La aludida reaccionó al instante, dejando sus uñas y dejando toda su atención en la omega que se encontraba de espaldas a ella.
—Y-yo... considero que ya estoy mejor y... quiero seguir estando contigo. Quiero que usted siga cuidándome cuando me siento pequeñita y q-que siga haciéndome biberones con leche tibia.— explicó entre tartamudeos.
Sana cerró sus ojitos fuertemente, deseando una respuesta positiva. Su mente quedó en blanco, tan solo esperaba que su alfa le dijera que todo estaba bien y que le diera el chupete que tanto extrañó. La menor despertó de sus pensamientos al sentir como le dieron vuelta y esos conocidos labios chocaban contra los suyos, creando un suave vaivén el cual siguió gustoso. Extrañaba a Tzuyu.
La mencionada anteriormente dirigió sus traviesas manos a la cintura de esta y la cargó entre sus brazos, Sana apresó la cadera de Chou con sus piernas al ser llevada y dejado en el sofá, aún siguiendo aquel dulce beso.
Las dos individuos necesitaron la compañía de la otra, era difícil no extrañarse, todas las mañanas en las que despertaban y se decían cosas melosas que no permitirían que escucharán los demás, todas las noches en las que se entregaron la una a la otra bajo la luz de la bella luna, extrañaron sus cuerpos.
Era difícil para Chou dormir sin abrazar a alguien o algo, por eso siempre abrazaba a una almohada y simulaba que era su adorable omega.
Era difícil para Minatozaki dormir sin ser abrazada por alguien, por eso siempre se enrollaba en sus propios brazitos y simulaba que era su alfa, pero no servía de mucho, ya que ella tenía una anatomía mucho más trabajada y robusta que la suya, por lo que la diferencia era muy notoria.
—Te extrañé, Chewy, mucho.— susurró contra los labios contrarios.
La castaña mostró una bella sonrisa geométrica que enamoró a la azabache y a cambio, recibió besitos, cientos de besitos dulces con sabor a frutilla.
—Yo te extrañé mucho más, mí linda omega.
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