En la oscuridad de su habitación, Haymitch Abernathy despertó sobresaltado de su última pesadilla. Sintió que le faltaba el aire y su corazón latía a mil por minuto. Algo aturdido, el chico quitó un mechón castaño y bañado de sudor de su frente mientras intentaba convencerse a sí mismo de que solo había sido otra pesadilla, de que nada de eso era real.
El problema era que lo era. Era muy real.
Haymitch solía tener sueños turbulentos durante las últimas semanas antes de la cosecha y empeoraban en intensidad y frecuencia a medida que se acercaba el temido día. Siempre había sido así desde que tenía doce años y su nombre fue puesto por primera vez en la maldita papeleta. Con cada año que pasaba, su miedo aumentaba porque era consciente de que había cada vez más probabilidades de que saliera elegido y, por supuesto, el haber pedido teselas volvía todo infinitamente peor.
Las pesadillas siempre comenzaban y terminaban de la misma forma, Haymitch estaba formado junto a sus compañeros de escuela, el escenario estaba extrañamente cerca y se volvía cada vez más grande. Entonces el presentador pronunciaba su nombre y toda la multitud dirigía sus ojos hacia él, algunos se burlaban y otros murmuraban que ya era hombre muerto. Un par de manos invisibles, pero muy fuertes lo agarraban por los hombros y lo arrastraban hacia el escenario, pero nunca llegaba hasta él, siempre estaba demasiado asustado como para seguir dormido, el pánico acababa por desbordarlo.
Entonces despertaba y comenzaba el lento proceso de calmarse, recuperar su ritmo cardiaco normal y luego, por fin, el esperado alivio al darse cuenta de que solo había sido un sueño.
-¿Está bien?- Preguntó una voz suave en la oscuridad-. ¿Tuviste un mal sueño otra vez?
-Lo... lo siento, Arvid ¿Te desperté?
-Uhu.
Buscó tanteando el aire buscando la mano de su hermanito hasta que por fin la encontró. Era pequeña y cálida, lo reconfortaba.
-Vuelve a dormir-. Susurró Haymitch-. Todavía es de noche.
Un viento gélido entró por las rendijas de la vieja casa de madera y Arvid apartó su mano para esconderse bajo las sábanas. Haymitch podía escucharlo sorbiendo aire con los labios temblorosos. Era una noche muy fría.
-Solo puedo dormir si tú te duermes-. Dijo el niño-. Y si no tienes más pesadillas.
-Me dormiré, Arvid, te lo prometo. Y no volveré a tener una pesadilla.
-Puedo escucharte hablar en sueños ¿Sabes?
Haymitch se sorprendió, no sabía que hablaba dormido.
-¿A sí?
-Sí y siempre dices lo mismo: a mí no, a mí no. Sueñas con la cosecha ¿Verdad? Sueñas que eligen tu nombre.
El chico siempre había estado renuente a hablar de sus temores más profundos, sobre todo porque podría contagiárselos a Arvid y él no tenía por qué compartir sus miedos, por lo menos no hasta dentro de tres años, cuando cumpliera los doce y fuera elegible.
-A veces sueño que escogen a Yara. Eso tampoco me gustaría.
Yara estaba a solo once meses de tener dieciocho años, así que esta sería su última cosecha. Eso era una buena noticia, pero también significaba que su nombre estaría más veces en la papeleta ese año que en ningún otro y estaría más cerca de ser escogida de lo que había estado antes. Sin embargo, ella siempre se mostraba optimista, incluso podría decirse que sonreía por los dos y eso es lo que Haymitch más amaba de su persona.
-Vuelve a dormir. Mañana no vas a salir elegido, ya vas a ver.
La voz de Arvid sonaba cansada y lo siguiente que escuchó de él fue una respiración pausada y silenciosa. Haymitch intentó conciliar el sueño nuevamente, pero no lo logró, todo en lo que podía pensar era en el día que les esperaba. Resulta que no solo era la fecha de la selección de tributos, sino que también era el año del Vasallaje de los veinticinco, en donde la sádica tradición de los Juegos del Hambre tomaba un rumbo aún más macabro. Se trataba de una celebración "especial" por el aniversario de su creación y las autoridades del Capitolio siempre tenían alguna treta nueva que añadir a la ya de por sí repulsiva celebración. Hace veinticinco años todavía no había nacido, pero su madre le contó a él y a Arvid que, en el último Vasallaje, el Capitolio había hecho a los vecinos votar por quiénes serían los niños que participarían en los juegos. Supuso que sería aún más horrible para los elegidos saber que habían sido sus conocidos los que los condenaron a muerte en lugar de que lo hiciera el azar. Ese año ganó un chico del distrito 4, pero no se sabía mucho de él.
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Los Juegos del Hambre: Vasallaje
FanficHaymitch Abernathy, un resiliente chico de 16 años, sobrevive día a día en el sector más empobrecido del Distrito 12, junto a su madre y su hermano menor. Cada año, la Cosecha arrastra a los jóvenes de los distrito a una cruel lotería, donde ser ele...