El Nissan 350z negro de Verónica rugía junto con la melodía de jazz de la radio. Verónica cambiaba de carril con una destreza admirable. Aunque mantenía una expresión tranquila, sus manos se aferraban al volante con fuerza. Sabía que el viaje no era solo una cuestión de conducir; era un respiro necesario después del caos reciente.
Max sentía cómo su nivel de adrenalina se disparaba con cada automóvil que Verónica adelantaba. Los árboles y edificios se transformaban en manchas difusas, reflejando el desorden en su cabeza. Con cada vehículo que dejaban atrás, recordaba lo rápido que todo había cambiado.
—¿Crees que algún día podrás perdonar a Bradley? —preguntó Verónica en voz baja, al detenerse en un semáforo.
Max suspiró, contemplando el horizonte.
—No lo sé. Parte de mí quiere olvidarlo, pero otra parte... todavía duele.
Verónica apagó la música, permitiendo que el silencio los envolviera. Max se pasó las manos por el cabello, sintiendo ira y desolación.
—Conozco lo que sucedió entre ustedes, Max —expresó Verónica de forma preocupada—. Sin embargo, confía en mí, en ocasiones las situaciones son más complejas de lo que aparentan.
—Habla por ti, Verónica. Arregla tus asuntos con P.J. antes de dar consejos —expresó Max, con un tono cortante.
Verónica suspiró, aferrándose con más fuerza al volante. Max se dio cuenta de su comentario insensible y sintió una oleada de culpa. «Diablos, todo lo estoy haciendo mal», pensó. Intentando bloquear el caos en su mente, cerró sus ojos y se concentró en el suave sonido del motor, que lo tranquilizó poco a poco hasta quedarse dormido.
Verónica manejaba con precaución, esquivando baches para no despertarlo. Sabía que, aunque podía proteger a su amigo del exterior, no podía hacerlo de sí mismo.
***
Tras horas en la carretera, Verónica finalmente divisó las luces del campus en la lejanía. La familiaridad del lugar le produjo tanto alivio como ansiedad. Se dirigió hacia la entrada y buscó un lugar para estacionarse. Al encontrar un espacio, apagó el motor con un suspiro de cansancio y, con cuidado, agitó a Max.
Él abrió los ojos, parpadeando ante la luz que se filtraba por las ventanas, todavía desorientado por el sueño.
—Ya estamos aquí, bello durmiente —susurró Verónica, saliendo del auto deportivo. Cerró la puerta suavemente y se dirigió al maletero para recoger sus cosas.
Max miró por la ventana, sintiendo una punzada de inquietud. En su intento por distraerse de sus pensamientos, escaneó a su alrededor en busca de calma. Entonces notó un llavero de cuero en el asiento. Con curiosidad, lo recogió y examinó los dijes, buscando distracción. Después de unos momentos, se animó a sí mismo y finalmente decidió abrir la puerta.
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Volver a Encontrarnos
RomanceMax Goof pensó que había dejado atrás su turbulenta relación con Bradley Cremanata III. Pero cuando la semana de exalumnos se acerca, Max se ve obligado a confrontar viejos demonios. Un encuentro inesperado revive recuerdos dolorosos y viejas tensio...