— Eres una maldita perra.
— Alisa... —comenzó Kenma, sintiendo un nudo formarse en su estómago.
Antes de que pudiera decir algo más, Alisa la interrumpió, su voz llena de ira.
— ¡Te pedí ser mi dama de honor! —gritó Alisa, dando un paso hacia Kenma.— ¡Y te robaste a mi prometido el día de mi boda!
Kenma intentó calmarla, levantando las manos en un gesto de paz.
— Alisa, por favor, déjame explicarte...
Pero antes de que pudiera terminar la frase, Alisa levantó la mano y la bofeteó con fuerza, haciendo que Kenma tambaleara hacia atrás y cayera.
— ¡Eres una... una sínica!—gritó Alisa, con lágrimas de rabia en sus ojos.
Kenma se llevó una mano a la mejilla, sintiendo el ardor del golpe y el dolor de las palabras de Alisa. Con voz temblorosa, intentó defenderse.
— Alisa, lo siento mucho, de verdad...
— ¡Cállate! —gritó Alisa, interrumpiéndola de nuevo—. ¡No quiero escuchar ninguna de tus excusas! Arruinaste mi vida, mi boda... ¿Cómo pudiste hacerme esto?
Kenma, aún aturdida, no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a brotar de sus ojos.
— Nunca fue mi intención herirte... —dijo Kenma, su voz apenas un susurro.
Alisa la miró con desprecio, su pecho subiendo y bajando con la intensidad de su enojo.
— Espero que ambos sufran por lo que han hecho. No merecen ser felices después de lo que me hicieron pasar —dijo Alisa antes de girarse y salir del apartamento, dejando a Kenma sola, con el eco de sus palabras resonando en el silencio.
— Yo no eduque a una zorra.
— Mamá... Mamá, necesito hablar contigo. Han sido unas semanas muy difíciles —dijo Kenma, tratando de mantener la calma en su voz.
Su madre la observó con una expresión de repulsión evidente.
— Difíciles, dices... Después de todo lo que has hecho, ¿tienes el descaro de venir aquí? —respondió su madre, cruzándose de brazos y dando un paso atrás.
Kenma se detuvo, sintiendo cómo las palabras de su madre la herían profundamente.
— Mamá, por favor, solo quiero explicar lo que pasó... —intentó Kenma, con voz suplicante.
Pero su madre la interrumpió con un tono duro y desaprobador.
— No hay nada que explicar, Kenma. Arruinaste la vida de Alisa y la tuya propia. ¿Cómo pudiste hacer algo tan egoísta y despreciable? —dijo su madre, sin ocultar el desprecio en su voz.
Kenma sintió que las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos, su corazón quebrándose ante la reacción de su madre.
— Mamá, no fue así... Kuroo y yo... —intentó explicar, pero su madre la interrumpió de nuevo.