Mi amigo el fuego
Había una vez un niño que conocía muy bien el frío, no solo el frío del invierno, sino el frío de la soledad y la indiferencia. Vivía en un viejo orfanato, lleno de habitaciones que a veces estaban vacías y otras repletas de niños que llegaban y se iban, y de adultos que parecían estar allí solo de cuerpo presente, como fantasmas.
Un invierno, un adulto encendió la gran estufa del orfanato. Era la primera vez que el niño veía el fuego, y cuando se despertó sintió una sensación diferente. Curioso, bajó a la sala y se encontró con las llamas anaranjadas y amarillas que irradiaban una calidez que nunca había experimentado.
El niño se acercó tanto a las llamas que empezó a sentir el ardor en su piel. Asombrado, le preguntó al fuego, "¿Por qué me quemas si eres cálido?" El fuego chispeó y danzó en respuesta. El niño, maravillado, volvió a hablarle, "¿Estás vivo?" Más chispas salieron de las llamas, y el niño se emocionó al pensar que alguien lo escuchaba.
Cada mañana de ese invierno, el niño se levantaba temprano para charlar con su nuevo amigo, el fuego. Las llamas danzaban y chispeaban en respuesta a sus palabras, creando una conexión especial entre ellos. El fuego lo abrazaba con su calidez sin tocarlo, y el niño encontraba consuelo en esa amistad única.
Sin embargo, la amistad duraba solo mientras hubiera leña para alimentar las llamas. Al terminar el invierno, el niño sintió una gran tristeza al perder a su primer amigo. Pero comprendió que, aunque el fuego se apagaba, su calor siempre estaría en su corazón. Cada invierno podría reencontrarse con su amigo y recordar que tanto el frío como el fuego pueden quemar, pero también pueden traer consuelo y compañía.
Moraleja:A veces, las cosas que nos parecen dolorosas pueden enseñarnos las lecciones más valiosas. El niño aprendió que tanto el calor del fuego como el frío del invierno pueden ser hermosos y destructivos a su manera. La verdadera amistad y calidez no siempre duran para siempre, pero su recuerdo puede permanecer en nuestro corazón.