Capitulo 13

487 31 1
                                    

Ya habían acabado y estaban el uno al lado del otro tirados entre los juncos. Las ansías de ambos, la sexualidad desenfrenada de Víctor y la necesidad de entregarse de Eric, los espolearon para ir lo más rápido posible hasta su escondite. Poco importaba que estuviesen a oscuras y que no parasen de golpearse con plantas, piedras y hasta que algún animalito asustado saliese corriendo de lo que había ahí. Daba igual cualquier cosa que no fuese el cuerpo del otro. Se abandonaron entre besos y caricias cargadas de tal deseo y entrega que hasta un santo de piedra se habría estremecido ante semejante despliegue de lujuria. La ropa no tardó en volar y Eric de nuevo se vio en manos de su amo y señor. Uno que se aseguraba de que lo pasase bien, de que gozase como nadie se había molestado en hacerlo. En la oscuridad del lago y aún sabiendo que podrían oírlo, no pudo evitar gemir varias veces ante lo que le estaba haciendo. Todavía no entendía como Víctor podía saber exactamente lo que le gustaba y ser capaz de controlar cada una de las sensaciones que le provocaba para que todo funcionase de forma armónica y perfecta. Por mucho que le pusiese y por muy intenso que fuesen lo que hacían, siempre se aseguraba de que las cosas nunca acabasen antes de tiempo o de forma distinta a como él quería. Porque aún sabiendo que por fin lo tenía para él solo, sin reservas ni rebeldías, Víctor seguía sin aflojar su dominio. Si Eric disfrutaba era solo porque él quería, todo lo demás era solo para su capricho y placer. Pero como ya dijimos, a Eric ya no le importaba para nada y ante él no mostraba ninguna resistencia. Y ambos gozaron por ello.

Pero eso ya había acabado y ahora solamente estaban tendidos en la oscuridad, en el lecho que habían improvisado, con las estrellas y la luna arriba y el croar de las ranas de fondo. De nuevo, como siempre, ambos tardaron un minuto en volver a sí mismos después del momento cumbre, los dos respiraban aceleradamente mientras sus cuerpos volvían a calmarse. Y como otras muchas veces, se miraron un instante a los ojos, pero en esta ocasión no era Eric el sorprendido por ver ese destello amable en los ojos de Víctor, era este el que se encontró anonadado.

— ¿Estás llorando? —le preguntó a Eric sin creerse que estuviese ocurriendo.

—Sí.

— ¿Por qué? ¿Te he hecho daño?

—Claro que me has hecho daño pero no hablo de eso.

— ¿Entonces por qué lloras?

—Porque ya no sé qué hacer. Me siento tan poca cosa por ti... Ya me da igual ocultarlo, no tengo suficientes ganas como para hacerme el fuerte ante ti, ya no lo soporto más.

— ¿Qué no soportas?

—A ti, sigues volviéndome loco y creo que sería capaz de hacerlo contigo siempre, cada día, durante años, pero cuando acaba... Cuando no estamos así... Como me tratas... Yo... —de nuevo comenzó a sollozar.

—Venga, calma —de no ser porque estaba llorando, Eric se habría extrañado ante el hecho de que Víctor lo estaba cogiendo entre sus brazos sin una erección de por medio.

—No, no quiero calmarme. Estoy harto de esto. No te aguanto con esa pose que tienes, tan segura, tan autoritaria. Ya me he enfrentado antes contra tíos que pretendían monopolizarme, convertirme en su sirviente particular, en que solo los sirviese a ellos... Pero siempre logré imponerme, ninguno de ellos era muy listo que digamos, pero aún así era algo que valoraba. Sabes, sé que no soy una maravilla, y no lo digo solo por mi aspecto. Que puede que resulte mono y que encandile a la gente pero sé que no soy un dios como tú. Y aparte sé que soy cabezota, más débil de lo que parezco, no demasiado listo y que puede que mi estilo de vida sea algo superficial, pero es lo que soy. Me esforcé por hacerme fuerte, por avanzar, por ser y hacer lo que yo quería. No dejé que nadie intentase atarme por su egoísmo o por sentimientos que ni siquiera existían. Ya hace mucho tiempo que no me creo que algún día venga alguien a rescatarme de todo lo que me rodea y hacerme feliz, los príncipes no existen, solo hay hombres. Y sabiendo que las cosas eran así, luché por establecerme por mí mismo, ser feliz y no permitir que nadie me dañase. Y ahora mírame, hace meses que solo hago lo que tú me ordenas. Sí, ya sé lo que dices, aparte no te metes con nada de lo que hago, pero lo que hacemos sigue ahí, es como un ancla que arrastra a todo con ella. Ya no me divierto tanto con lo que me gusta, ya no miró tantas películas, los libros no me entretienen y ya casi ni salgo con amigos. ¡Qué demonios! Si probablemente hasta he perdido a Omar por actuar como un pelele. Pero ahora que ya no me queda nada, que no sé qué hacer, he encontrado una nueva forma de volver a pedirte que me permitas seguir como estaba antes. De nuevo me humillo ante ti, pero no con demandas ni una voz firme o amenazas. Suplico con todo lo que me permite mi pesar, mi sufrimiento. Mírame y apiádate de mí, podemos seguir haciéndolo, pero no quiero que me reclames solo para ti porque te excite. Puede que cometa errores, pero quiero recuperar la vida que me he construido. Me acostaré contigo igualmente, pero, por favor, libérame.

Por ti no me rendiréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora